Las “lonjas” nacieron de la necesidad de los mercaderes al por mayor de contar con un local en el que exponer sus productos sin necesidad de mostrador, por hallarse aún empacados para ser vendidos en grandes cantidades. De ahí, las lonjas del Aceite, de la Seda o del Pescado. Aunque las lonjas aparecen asociadas siempre al comercio al por mayor, en el caso de las “lonjas de mercaderes” en sus locales no se almacenaban o vendían artículos. Su finalidad principal era facilitar un punto de reunión a los mercaderes para cerrar tratos, extinguir deudas o resolver los posibles conflictos derivados del comercio. Las funciones comerciales al servicio de los mercaderes al por mayor explican que en las lonjas se pudieran comprobar los pesos y medidas vigentes o que en ellas tuvieran sede los Consulados, una de las principales instituciones comerciales de la Edad Media y Moderna y nacidos para la protección de los intereses de los hombres de negocios. En función del cabildo municipal que ordenaba su construcción, la Lonja de Mercaderes podía asumir características específicas que respondían a las necesidades concretas de la comunidad comercial predominante en la ciudad. Así por ejemplo, destaca el caso de la Lonja de Mercaderes de Granada donde se estableció un banco vinculado al comercio de la seda, actividad esencial para la economía granadina.

En la Edad Moderna, una de las Lonjas de Mercaderes más importantes fue la fundada en Sevilla a finales del siglo XVI para acoger al Consulado de Cargadores (o universidad de Cargadores de Indias). Constituyó el edificio neurálgico de la Carrera de Indias hasta 1680, año en el que la cabecera de las flotas se trasladó a Cádiz, y, dadas sus dimensiones, superiores a las necesidades del Consulado, pudo acoger en su interior otras instituciones durante ciertos períodos. Así por ejemplo, en 1626, debido los efectos de la arriada del Guadalquivir, sirvió de almacén a la Aduana y desde 1784 fue sede del Archivo General de Indias, una función que hoy ejerce en exclusiva desde que en la segunda mitad del siglo XIX desapareciera la jurisdicción privativa mercantil.

La presencia del Consulado de Cargadores a Indias es representativa de la adaptación de las lonjas de mercaderes a las características económicas de las ciudades en las que se construían. La designación de Sevilla como puerto de la Carrera de Indias propició el crecimiento exponencial de la presencia en Sevilla de mercaderes nacionales y extranjeros dedicados a los tráficos ultramarinos. Su importancia y los intereses que compartían motivó que los mercaderes interesados en los tratos americanos se asociaran inicialmente de manera informal y voluntaria en “universidad” hasta que el 23 de agosto de 1543 obtuvieron por Real Provisión la gracia de constituirse como Consulado.

La ausencia de un local específico como sede del Consulado fomentaba episodios de caos y ruido que ya eran frecuentes en las Gradas de la Catedral. Si bien las reuniones y elecciones a cónsules y priores del Consulado se celebraban inicialmente en la Casa de la Contratación, situada en el Alcázar, era en las Gradas donde las distintas facciones hacían precampaña para favorecer la elección de uno u otro candidato. Las protestas dirigidas a Felipe II por parte del arzobispado de Sevilla en 1572 se concretaron en la autorización real para la construcción de la “Casa Lonja” en las inmediaciones de la Catedral a través del proyecto de Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial. Aunque la Lonja fue inaugurada en 1598, parece ser que los mercaderes no se instalaron en ella hasta la segunda mitad del siglo XVII, por lo que las actividades más significativas del Consulado continuaron celebrándose en la Casa de la Contratación.

Como se refirió, sus dimensiones eran excesivas si tenemos en cuenta que el Consulado contaba con una plantilla de funcionarios inferior a la docena y que se ocupaba solo de tareas de oficina, tesorería y tribunal mercantil que requerían espacios reducidos. Como se ha referido, a diferencia de otras lonjas, la de mercaderes no se utilizaba para almacén de productos. Por estos motivos, el Consulado nunca ocupó las dependencias superiores que pronto fueron cedidas para otros fines: así por ejemplo, entre 1660 y 1674 fue la sede de la Academia de Pintura fundada por Murillo.

La decadencia de la Casa Lonja de Sevilla puede situarse a partir de 1717, año en el que se produjo el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz como respuesta a la instalación definitiva en dicho puerto de la salida de la flota de Indias. Este hecho motivó que también el Consulado desplazara su sede a la ciudad gaditana, pero mantuvo aún su presencia en la Casa Lonja de Sevilla a través de una delegación o Diputación destinada a representar los intereses de los cargadores sevillanos. Las dimensiones de las dependencias de la planta baja que hasta el momento utilizaba el Consulado resultaron excesivas para las funciones que recubría dicha Diputación, por lo que, en adelante, algunos de sus locales fueron cedidos para distintos fines. Destaca, por ejemplo, su utilización como depósito de tapices y otros enseres desalojados de la habitación del Alcázar que sería ocupada por el monarca Felipe V entre 1729 y 1733 en el período conocido como “Lustro Real”. Asimismo, parte de las habitaciones de la planta superior asumieron funciones residenciales. Así, algunas de las familias vinculadas a la Diputación del comercio se alojaban en dichas dependencias. La residencia en la Casa Lonja del alcaide o de un teniente designado por el primero era fuente de conflictos pues suponía la injerencia de un personaje asociado a la Corona en los asuntos del Consulado. El cargo de alcaide de la Casa Lonja, si bien al principio fue asumido por los monarcas, desde 1644 fue concedido a representantes de familias nobles con gran influencia en la ciudad a los que, además, se les otorgaba voz y voto en la Casa de la Contratación y en el Consulado.

La presencia de instituciones en la Casa Lonja de Sevilla se vio definitivamente alterada en 1784 cuando por una Real Orden se determinó la instalación del Archivo de Indias en el edificio, a la vez que se fundaba el “Consulado Marítimo y Terrestre”. Dicho Consulado supondrá la supresión de la anterior Diputación y su desalojo definitivo de los locales de la Lonja, determinando su uso exclusivo como archivo hasta la actualidad.

Autora: Yasmina Rocío Ben Yessef Garfia

Bibliografía

HEREDIA HERRERA, Alfonso, La Lonja de Mercaderes, el cofre para un tesoro singular, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1992.

PÉREZ ESCOLANO, Víctor, “Ciudad y espacios de comercio en la España del siglo XVI: una aproximación al hilo de la Lonja de Mercaderes de Sevilla”, en GÓMEZ MARTÍNEZ, Javier y ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, Miguel Ángel (coords.), Juan de Herrera y su influencia: actas del simposio, Camargo, 14/17 julio 1992, Santander, Universidad de Cantabria, 1993, pp. 287-296.

BERNAL RODRÍGUEZ, Antonio, “Las corporaciones mercantiles de Sevilla. Del Consulado (1543) a la Cámara de Comercio (1886)”, Anuario de Estudios Atlánticos, 59, 2013, pp. 253-288.