Desde principios de los años setenta del siglo XVIII se constata la existencia de diversos intentos de cara a establecer en Andalucía fábricas de estampados similares a las que ya se habían implantado en Cataluña unas décadas antes. Este tipo de tejidos se conocían con el nombre de indianas, o también zarazas. Tales iniciativas se orientaban sobre todo hacia el mercado americano, que abría esperanzadoras expectativas a esta actividad industrial.

En 1770, la firma Pedro Schuab y Cía proyectaba establecer una fábrica de estampados en El Puerto de Santa María, a cuyo fin apoderó a Carlos Gelabert, vecino de Barcelona, con la finalidad de que contratara dos estampadores. El mismo año y en la misma ciudad Cristian Marolf y Cía arrendaba terrenos para utilizarlos en operaciones de blanqueo de zarazas.

Estas iniciativas y otras posteriores de la misma clase se vieron abocadas al fracaso tras los decretos de libre comercio, debido a la competencia de los estampados de algodón catalanes, que se producían a menor costo y se vendían a mejores precios. Sin embargo, los expedientes para el Censo de frutos y manufacturas indican que existieron nuevos intentos en los años ochenta y noventa del siglo. La prohibición de importar tejidos de algodón extranjeros, que favoreció el fuerte crecimiento de la industria textil catalana, representaba una oportunidad para el sector también en Andalucía.

En esta nueva ocasión, las iniciativas correspondieron sobre todo a empresarios catalanes. En este sentido, dos nombres destacan especialmente: los de Francisco Plá y Esteban Rubí, fabricantes catalanes que protagonizaron diversos intentos de exportar el modelo fabril de dicha región a la bahía de Cádiz.

De este modo, Francisco Plá fundó en El Puerto de Santa María la fábrica de estampados de “Nuestra Señora del Carmen”, que dirigió hasta su muerte en 1795, momento en que la titularidad recayó en la compañía Viuda e Hijos de Plá y Ferrer. Esta industria llegó a contar con más de doscientos empleados, entre los cuales cerca de una cuarta parte era mano de obra femenina que se ocupaba de las labores de pintado a pincel. La fábrica, como otras de la misma naturaleza, trabajaba principalmente por encargo de comerciantes gaditanos, aunque también por cuenta propia. Las piezas que en ella se pintaban eran de algodón e hilo, entre ellas lienzos de Irlanda, platillas, estopillas, ruanes, bretañas, algodón de China importado por la Real Compañía de Filipinas y cretona. Su producción superó las cien mil varas en 1788, aunque más tarde fue disminuyendo.

Esteban Rubí estableció en El Puerto otra fábrica de estampados, llamada de “San José”, en la que ejerció como fabricante y como director colorista. En 1789 trabajaban en esta fábrica 91 personas, aunque dicho número se redujo drásticamente a partir de 1790 como consecuencia de la paralización del tráfico americano. Al parecer, la fábrica no sobrevivió a esta adversa coyuntura y Rubí hubo de emplearse como colorista en la fábrica de otro propietario. En 1794 resurgió bajo el nombre de “San Francisco de Paula”, como resultado de la asociación entre Rubí, su hijo Francisco y León Martínez como maestro grabador, llegando a emplear a 51 trabajadores y produciendo por encargo de individuos del comercio gaditano.

Otra fábrica portuense de estampados fue la de la “Santísima Trinidad”, cuyo propietario fue Manuel Ulpiano Rubio, y de la que tenemos noticias entre 1788 y 1791. En 1789 alcanzó el número de 43 trabajadores, que quedaron reducidos a la mitad tan sólo un año más tarde a causa de la interrupción de las exportaciones de estampados a América. En 1788 se estamparon en ella más de veinte mil varas de diferentes tejidos. La fábrica producía principalmente pañuelos y zarazas en platillas o lienzos, pintados con diversos motivos, como ramas, garras, cuadros o elefantes.

Con una menor entidad existieron otras fábricas de estampados en El Puerto de Santa María a fines del siglo XVIII. Así, por ejemplo, la de “San Carlos”, cerca de la ribera, propiedad de Antonio Dordal, o las fábricas de Valero Alegre y Pedro Delgado.

También se constata la existencia de fábricas de lienzos pintados en la Isla de León. En 1785, un comerciante de la Carrera de Indias, José de Llano, mantenía una fábrica de algodón, hilados y pintados que en aquel año produjo 322.000 varas de lienzo pintado, 186.000 de azules de perfil, 133.000 pañuelos y 8.500 varas de tejidos de algodón. José de Llano invirtió en su industria más de millón y medio de reales y llegó a dar trabajo, entre esta fábrica y otra de sombreros que también estableció, a unas 700 personas, entre hombres y mujeres.

En Rota, a impulsos de la Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar de Barrameda, se puso en marcha, también en 1785, una industria de hilados de algodón y lino, que repartió más de mil tornos entre hilanderas pobres para que trabajasen a domicilio. Además, esta fábrica contó con diversas máquinas de hilado y cardado que favorecieron la producción. El impulsor de esta industria fue el presbítero Simón Plá, hermano de Francisco Plá, quien invirtió en ella alrededor de seiscientos mil reales.

Las fábricas andaluzas de estampados se desarrollaron a raíz de las expectativas alentadas por el mercado colonial americano. Sin embargo, no resistieron la coyuntura negativa registrada en la última década del siglo XVIII. A la caída de la producción siguió el cierre de estas efímeras empresas textiles. Éstas no pudieron afrontar con éxito la competencia de la industria algodonera catalana, que se desarrolló vigorosamente gracias al proteccionismo gubernamental y a los decretos de libertad de comercio. Las consecuencias de las guerras finiseculares y la escasez y carestía de la materia prima terminaron por arruinar las posibilidades  del sector.

Autor: Juan José Iglesias Rodríguez

-Herrero Gil, María Dolores: La villa de Rota en la corriente de la Ilustración: las manufacturas de Simón de Plá y Mensa, Rota, Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos, 2006.

-Iglesias Rodríguez, Juan José: “La inversión industrial burguesa en el Cádiz del siglo XVIII: las oportunidades perdidas”, en La burguesía de negocios en la Andalucía de la Ilustración, Cádiz, Diputación Provincial, 1991, tomo II, pp. 87-98.

-Iglesias Rodríguez, Juan José: Una ciudad mercantil en el siglo XVIII: El Puerto de Santa María, Sevilla, Muñoz Moya y Montraveta editores, 1991.

-Parejo Barranco, Antonio: Historia económica de Andalucía contemporánea: de finales del siglo XVIII a comienzos del siglo XXI, Madrid, Síntesis, 2009.