En 1782 se produjo la solicitud de creación de una Sociedad Patriótica en Vélez-Málaga, y apenas un mes después tenía lugar la primera Junta General del 6 de noviembre donde más de cincuenta socios se congregaron en las Casas Capitulares, con el apoyo del corregidor y el obispo malacitano. En dicha sesión, se nombró una Comisión para redactar los Estatutos que fueron aprobados en junio de 1783 con una celeridad digna de hacerse notar, que algunos autores han atribuido a la personalidad de varios de sus fundadores, entre los cuales se encontraba Ignacio de Liaño y Córdoba, muy bien relacionado en los ámbitos ilustrados de la capital.

Los Estatutos, que parecen haber sido redactados por el ilustre militar, insistían en el lema “enseñar, ocupar y socorrer” e incluían treinta y un artículos inspirados en los de la Matritense, disponiendo el funcionamiento de la institución y las obligaciones de los socios. En una nota final introducía, como aspecto novedoso, la posibilidad de crear un “almacén” en el que vender los productos elaborados en sus escuelas, e incluso de fletar un barco con el que comerciarlos, en un sistema similar al utilizado en la zona para la pasa y el limón. La Sociedad instaló su sede en las Casas Consistoriales, por el apoyo incondicional tanto del corregidor como del obispo malacitano, que aún no había conseguido que se fundara en la capital. El 6 de noviembre se celebró su primera Junta General y se eligió la Comisión encargada de redactar los Estatutos, finalmente aprobado el 17 de junio de 1783.

La vida de esta institución veleña va a tener tres fases distintas: en la primera la iniciativa ilustrada es fuerte y fecunda (1783-1793), la segunda es denominada como el periodo de las calamidades por los numerosos problemas que sacudieron la zona e imposibilitaron sus actuaciones (1800- 1808) y la tercera coincidente con la época liberal (1820-1822). Los socios fundadores que superan la centena son en gran medida reflejo de la elite de la sociedad veleña: eclesiásticos, militares, burócratas y una escasa minoría de títulos nobiliarios. Vélez-Málaga era cabeza de un amplio partido marítimo que debía ser defendido no solo contra el enemigo, sino también contra los defraudadores de la Hacienda Real y era abundante el personal con estos cometidos. De hecho, los nobles son algunos de los ministros ilustrados de la Corona que inspiraban a esta Sociedad, los condes de Floridablanca, Campomanes y Gausa, el marqués de Vado de Maestre y miembros de la familia Gálvez de Macharaviaya, posiblemente como aliciente para otras ciudades cercanas que aún no la habían creado.

El primer decenio de vida de la Sociedad fue el más activo, donde se intentaron poner en marcha ideas y proyectos inspirados en los presupuestos ilustrados con desigual éxito.  Se pondría en marcha con gran esfuerzo una “casaescuela de hilazas” donde enseñar a los jóvenes las labores textiles del lino y del algodón, tejiendo cintas y medias. Se convocaron premios con los que estimular el aprendizaje de aspectos agrícolas: plantación de moreras, algodón, lino y cáñamo, o de oficios sobre todo textiles, y se presentaron distintas memorias de socios, prometiendo premiar a quien expusiese medios interesantes para la exportación del limón. Del mismo modo se conseguiría establecer una cátedra de latinidad en el Convento de San Francisco que proporcionara estudios a aquellos jóvenes veleños de familias acomodadas. Otras propuestas muy interesantes se quedarían sin realizar por la falta de fondos, como la construcción de un muelle en Torre del Mar que supliera las dificultades de embarque de los productos, el cual supondría una fuerte competencia para el malacitano; o la extracción de carbón fósil de la mina de Arenas del Rey, que fue descubierta por miembros de la Sociedad e incluso intentaron ponerla en explotación, la cual podría haber acabado con el déficit energético de la zona.

La Sociedad Patriótica ralentizó sus actividades a partir de 1793 por la muerte sucesiva de su director y luego de su sustituto, así como por la carencia de fondos con los que acudir al mantenimiento de la escuela de niñas. No fue hasta 1800 que el secretario convocó de nuevo a los socios reactivándola en el denominado periodo de las calamidades, en dicha Junta se nombró como nuevo director a Ignacio de Liaño, cuyo impulso trajo consigo el alistamiento de nuevos socios, en su mayoría labradores y eclesiásticos, y la participación de la Sociedad de manera muy activa en la Junta de Sanidad creada para solventar la esperada epidemia, la cual va a acaparar la mayor parte del esfuerzo por los enfrentamientos continuos con los miembros del cabildo municipal. Sus actividades continuarían con la atención a la educación y la asistencia social a los sectores marginados, como los pobres de la cárcel y, tras la declaración de epidemia, los recogidos en la Casa de Misericordia.

Tras el cese en 1808, posiblemente por la difícil coyuntura política vivida, durante el Trienio Liberal la Sociedad volvería a renacer, esta vez por iniciativa municipal, convocándose a  los socios en la Casas Consistoriales para una Junta. Sólo acudirían al llamamiento dos sacerdotes, el anciano miembro fundador don Julián Coronado Wítemberg y don Esteban José de Alba y Ortega, activo y ferviente liberal, a quienes se encomendaría la reconstrucción, entregándoles los libros y el material que se conservaba. El 4 de mayo de 1820 en una nueva Junta había ya más de 60 nuevos socios, liberales y defensores de la Constitución que conferirían un marcado carácter político a la institución, aunque manteniendo sus actividades tradicionales, centradas en la mejora de las escuelas públicas, la atención a los pobres de la cárcel y, como novedad, la divulgación de la Constitución, lo que explica que finalizado dicho periodo se disolviese definitivamente.

Autora: Pilar Pezzi Cristóbal

Bibliografía

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