Una de las fiestas distintivas de Granada es su Semana Santa, fraguada desde el siglo XVI hasta hoy, con una etapa de esplendor barroco que arranca, incluso antes, en las últimas décadas del Quinientos, una época de languidez durante el siglo XIX en la que se vio muy mermada, y una notable recuperación durante el siglo XX, hasta conformar las treinta y dos hermandades que hoy procesionan entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. En la etapa actual, la Semana Santa de Granada, bajo la fórmula de cofradías, es la heredera directa de la procesión del Santo Entierro (que llegó a tener hasta nueve pasos en la década de 1910) y se inaugura con la procesión del Santo Vía Crucis en 1917. Desde entonces se han sucedido tres etapas fundacionales destacadas: años veinte (doce cofradías), posguerra (ocho cofradías) y desde finales de los años 70 a comienzos de los 90 (doce cofradías). Algunas de ellas, sin embargo, tienen orígenes más antiguos y otras recogen el testigo de las fundadas en la época barroca.

En Granada la Semana Santa se implanta como consecuencia de la conquista de su reino, que lleva aparejado un proceso de recristianización. En el origen de las cofradías penitenciales granadinas se encuentran colectivos en parte relacionados con las elites conquistadoras, como los “montañeses” de la hermandad de Nuestra Señora y San Roque, los hortelanos y otros colectivos de burócratas y cristianos viejos.

Las tres hermandades más antiguas tienen sus orígenes antes de mediar el siglo XVI y aparecen ubicadas en ermitas, que fueron lógicamente los referentes devocionales de más pronta construcción. Así ocurrió con la Vera Cruz, que puede fecharse en torno a 1540 (sus reglas aprobadas en 1547), con la presencia de esos “montañeses”, establecida en su pequeño hospital del barrio de la Magdalena. En 1545 veinte hortelanos fundaban la de las Angustias en el paraje de las Tinajerías, donde el Darro desemboca en el Genil, en una ermita que databa de la época de los Reyes Católicos, en donde se veneraba un cuadro de la Quinta Angustia donado por la reina Isabel. En 1548 ya existía en su ermita la hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza, que es el germen de la cofradía de la Soledad; ya por entonces tenía por advocación Cabeza y Soledad.

Esas tres cofradías constituyen el germen fundacional de la Semana Santa granadina, procesionando en la noche del Jueves Santo (Vera Cruz, Angustias) y en la tarde del Viernes Santo (Soledad y Entierro de Cristo). Sobre ellas creció el interés de las órdenes mendicantes, cuyos frailes conectaban a la perfección con las manifestaciones de la piedad popular, un campo privilegiado de su acción pastoral. Por eso, acabaron abandonando sus antiguas sedes para radicar en conventos masculinos: la Vera Cruz, mediante escritura de concordia, en el convento Casa Grande de los franciscanos observantes a partir de 1564, cambiando por tanto de ubicación; la Soledad y Entierro de Cristo, ya con ese título desde 1561, en el convento del Carmen de frailes calzados que había surgido en 1572 en torno a la antigua ermita de la Cabeza. Desde entonces el influjo mendicante sobre ellas fue una seña de identidad.

No ocurrió así con las Angustias, cuya práctica procesional en Semana Santa, quedaba sancionada en sus reglas en 1556; se mantuvo sólidamente en su ermita, ampliada gracias a la concesión regia de terrenos en 1567 (tras la llegada “prodigiosa” de su imagen escultórica a Granada, imagen ligada estilísticamente al arte de Gaspar Becerra), en el lugar donde hoy se levanta su suntuosa basílica. Es más, el arzobispo de Granada, en vista del auge de esta devoción mariana, que comenzaba a perfilarse como patrona de la ciudad, y de las apetencias de distintas órdenes religiosas sobre su enclave, elevó su ermita a parroquia en 1609. Por tanto, siempre ha permanecido en el mismo lugar y tras siglos de carácter penitencial, su hermandad (también sacramental y hospitalaria) dejó en el siglo XIX el ámbito de la Semana Santa para adquirir su definitiva condición patronal.

A la conclusión de la Guerra de las Alpujarras y tras celebrarse el Sínodo Diocesano de 1572, la Semana Santa de Granada sufre una auténtica eclosión. Es innegable cierto aire de triunfalismo, con profusión de la imaginería procesional (en especial Pablo de Rojas, de quien brotan las escuelas escultóricas barrocas sevillana y granadina, será el artífice más destacado en las décadas finales del Quinientos) y un indudable protagonismo de las órdenes religiosas. De hecho, todas las nuevas cofradías penitenciales van a surgir alentadas por comunidades de religiosos. En torno a 1575 o poco después aparece la cofradía de Santo Crucifijo, Sangre de Cristo y Ánimas, en el convento dominico de Santa Cruz la Real; la de la Sangre de Jesucristo, en el convento de la Merced de calzados, y la Inspiración de Cristo, en el de frailes calzados de San Agustín. Le siguen en tropel, ya en la década siguiente: Humildad y Columna de Cristo (1580) en el convento de mínimos de la Victoria; Oración del Huerto (poco después de ese año), en los franciscanos terceros del cenobio de San Antón; Sagrada Pasión de Cristo (1582-85), en el convento de la Trinidad calzados, y la última y más original, Jesús Nazareno y Santa Elena (antes de 1586), fruto ya de la descalcez carmelitana, radicada en el convento de los Mártires.

Únicamente en una parroquia había surgido la Encarnación y Paciencia de Cristo, de negros y mulatos, que no sobrevivió largo tiempo, en la parroquia de los Santos Justo y Pastor (sita en el convento de la Encarnación). Y hay que sumar el broche tardío de esta etapa, en 1616, la hermandad del Entierro de Cristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades, no sin sufrir pleito por parte de la Soledad. Fundada en la parroquia de Santiago, décadas después se trasladó a la de San Gil.

Las nuevas cofradías coparon la jornada del Jueves Santo (junto a Vera Cruz y Angustias, la del Santo Crucifijo y la de la Sangre de Cristo) y también del Viernes (Jesús Nazareno al amanecer y la Pasión de Cristo por la mañana, ya por la tarde la Santa Inspiración, esporádicamente la Encarnación y Paciencia de Cristo, y el Entierro de Cristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades, siempre antes de la más antigua de la Soledad). Pero también la década de 1580 añadió como jornada procesional el Miércoles Santo, con la Humildad de Cristo y la Oración del Huerto. Diez de las doce cofradías penitenciales granadinas seguían el modelo de procesión de disciplina y sangre, que había introducido la decana de la Vera Cruz, con sus hábitos blancos teñidos de rojo por efecto de la autoflagelación.

Sin embargo, dos fórmulas alternativas se plantean en esta etapa. Aún en la década de los ochenta, la procesión de las cruces o de Santa Elena, propia de las cofradías de Jesús Nazareno, asentada en un mayor intimismo, naturalismo e imitación incruenta de Jesús, que en el caso granadino recibió la especial inspiración de San Juan de la Cruz, prior entonces del convento de los Mártires. Tres décadas más tarde, como antesala de la cofradía barroca, la de las Tres Necesidades introducía en el Viernes Santo granadino el modelo solemne de procesión de entierro, solamente con hermanos de luz, con masiva presencia del clero y, con el tiempo, de elementos simbólicos e historicistas, y una amplia representación de la ciudad. Además su actividad duraba varios días con interesantes representaciones escénicas, como era la simulación del calvario, el desenclavamiento y descendimiento de la imagen de Cristo, su traslado al sepulcro y depósito en otro templo y, ya el Domingo de Resurrección, su triunfo sobre el sepulcro. Este modelo barroco acabó invadiendo todas las procesiones de Semana Santa en la misma medida en que iba decayendo la disciplina pública.

Cada cortejo contaba con cierto número de pasos:

  • Humildad: San Francisco de Paula – Jesús de la Humildad – Flagelación – Virgen Dolorosa.
  • Huerto: San Antón – Jesús en el Huerto – Dolorosa?
  • Ánimas: Santo Domingo – Cruz con sudario – Crucificado – Virgen Dolorosa.
  • Vera Cruz: San Francisco de Asís – Vera Cruz – Ecce Homo – Ntra. Sra. de la Coronación (Dolorosa).
  • Angustias: Nazareno – Crucificado – Ntra. Sra. de las Angustias.
  • Sangre: San Pedro Nolasco – Ecce Homo – Cristo a la Columna – Nazareno – Cristo de la Sangre – Virgen Dolorosa.
  • Nazareno: Jesús Nazareno – Nuestra Señora de los Dolores – Verónica – San Juan.
  • Pasión: Oración en el Huerto – Ecce Homo – Cristo a la Columna – Jesús de la Pasión – Crucificado – Sepulcro? – Ntra. Sra. de los Desamparados.
  • Inspiración: San Nicolás de Tolentino – Cristo a la Columna? – Crucificado – Ntra. Sra. de la Paz.
  • Tres Necesidades: Triunfo de la Cruz – Entierro – Ntra. Sra. de las Tres Necesidades – Cristo Resucitado.
  • Soledad: Cruz con sudario – Cristo yacente – Ntra. Sra. de la Soledad.

Las cofradías penitenciales de Granada sufrieron los embates de la autoridad eclesiástica, como fue el “Mandamiento” del arzobispo Méndez de Salvatierra y sobre todo el proceso de reducción de hermandades de Pedro de Castro (1597), entre otras razones por la mala praxis de los disciplinantes. Esta y otra suspensión posterior (1631) se cebaron con el grueso de las penitenciales, respetando siempre a las tres más antiguas (Vera Cruz, Angustias y Soledad). La crisis general de mediados del siglo XVII afectó negativamente a la vida de estas hermandades, aunque la mayoría la superaron.

En un principio casi irrelevante, la imagen sagrada acaba ocupando en el siglo XVII el lugar central en las estaciones de penitencia que cada cofradía realizaba según sus reglas visitando distintos templos (estaciones), aunque sin un itinerario común a todas; esto dio ocasión a conflictivos encuentros de procesiones en la calle, que solían resolverse, no sin violencia, por criterios de antigüedad. Las primeras imágenes procesionales, concebidas ya para ese fin, se deben a las gubias de Pablo de Rojas, al que cabe atribuir la profusión de imágenes de Jesús con la cruz a cuestas, para las cofradías del Nazareno, de la Pasión y de las Angustias, para la que también talló un espléndido Crucificado. En su círculo suele incluirse la imagen del Descendimiento (cofradía de la Soledad), que tal vez deba remontarse a un momento anterior, como el que representa Diego de Aranda. La titular mariana de esa cofradía, ya bien avanzado el Seiscientos, se atribuye a Pedro de Mena. José Risueño se sumó a la nómina imaginera en 1718, con la original imagen de Nuestra Señora de las Tres Necesidades, de cuya cofradía era mayordomo.

La importancia de la imagen propició el encargo de andas cada vez de mayores dimensiones y la presencia de horquilleros para portarlas. Cargo prestigioso, como se mantiene aún hoy en los horquilleros de la hermandad patronal, cuyo cuerpo se fundó en 1678. Por entonces se añaden a la nómina cofrade nuevas fundaciones, lo que evidencia de nuevo la potencialidad devocional de los franciscanos observantes: Nuestra Señora de la Consolación (1677), que vino a completar el cortejo penitencial de la Vera Cruz a modo de hermandad filial, y Jesús de las Tres Caídas (1680), surgida en el seno de los cocheros de la ciudad, un colectivo marginado que de este modo cobraba una relevancia simbólica que la mentalidad social le negaba, en torno a una imagen anónima aún presente en la Semana Santa de Granada.

Es época además de renovación de imágenes gracias al impulso de la imaginería granadina, sobre todo en las décadas que se encuentran a caballo entre los siglos XVII y XVIII. Muchas de aquellas imágenes titulares, aunque no todas, se vienen identificando, aun sin apoyo documental, con imágenes conservadas en parroquias y conventos, pero no han regresado al ámbito de la Semana Santa. Por el contrario, el siglo XX recuperó un amplio elenco de obras maestras de la imaginería sin una vinculación penitencial previa o, si acaso, como titulares de hermandades de otra índole, pero que hoy son imágenes de Semana Santa ampliamente reconocidas, de Jacobo Florentino (Cristo de San Agustín, h. 1520), de Diego de Siloé (Jesús del Perdón), de Pablo de Rojas (Jesús de la Paciencia, Cristo de los Favores), de José de Mora y su círculo (Soledad del Calvario en 1671, Cristo de la Misericordia hacia 1673-74, Sentencia en 1685, Señor de la Humildad hacia 1689, Jesús de la Meditación, Jesús de la Amargura), atribución a Diego de Mora (Jesús del Rescate, 1718), de José Risueño (Cristo del Consuelo, h. 1698), de Torcuato Ruiz del Peral (Angustias de la Alhambra h. 1750, Dulce Nombre de Jesús) o de Manuel González (Soledad de Nuestra Señora, María Santísima del Sacromonte), ya de clara impronta tardobarroca, por no mencionar una decena de dolorosas de vestir, de difícil atribución pero de indudable valía artística. Un patrimonio de indudable calidad, sin contar las numerosas aportaciones contemporáneas, para los sesenta pasos que conforman a día de hoy la Semana Santa de Granada.

El aún mal conocido siglo XVIII, además de las prohibiciones gubernamentales de disciplinantes y empalados, y las normativas eclesiásticas restrictivas (del anonimato de los penitentes, de las representaciones escénicas, de la profusión de elementos profanos, de los soldados romanos o de las características chías del Viernes Santo, exclusivas de Granada), supuso en gran medida la continuidad barroquizante. E incluso se constata la presencia de nuevas cofradías en sedes conventuales, que en realidad son escisiones o herencias de otras más antiguas. En 1791 figuraba el Martes Santo la de Jesús Nazareno (hortelanos), el Miércoles el Nazareno del convento de la Merced (cenacheros), el Jueves las Angustias y las Tres Caídas, y el Viernes el Entierro de Cristo, que por entonces alternaban de año en año la Soledad y las Tres Necesidades, merced a una concordia siempre discutida. En aquella Semana Santa desfilaron dieciocho pasos, que junto al Nazareno, el Crucificado y el Yacente, la Virgen y San Juan, incluían también la Oración del Huerto, la Columna, la Humildad, las Tres Caídas y las Angustias de María, devoción preferida entre todas por los fieles granadinos.

Tras el paréntesis de la invasión napoleónica, las cofradías granadinas quedaron muy debilitadas. Muchas, residentes en conventos masculinos, no lograron superar el trauma de las desamortizaciones. Aun así, perseveraron en el tiempo y en la práctica procesional, cuando fue posible, la del Entierro y la de la Soledad, además de las Angustias, ya oficialmente reconocida como patronal en 1887.

Autor: Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz

Bibliografía

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