Durante los siglos XVI y XVII, los conflictos bélicos entre la casa de Austria y el Imperio otomano en Europa central fueron frecuentes y con numerosos altibajos a favor de unos y otros, hasta el giro decisivo tras la victoria de Kahlemberg (1683) sobre los turcos a las afueras de Viena. En los años posteriores las tropas imperiales, junto con sus aliados venecianos, en su avance por los Balcanes y la Hélade saquearon, violaron y esclavizaron a numerosos súbditos del Imperio otomano, sin hacer grandes distinciones entre cristianos y musulmanes. Debió ser una práctica habitual: Murillo Velarde nos muestra cómo, tras la toma de Buda por parte de las fuerzas imperiales en 1686, se hicieron más de 6.000 esclavos. Muchos de ellos acabaron siendo vendidos por todos los puntos del Mediterráneo. En 1687, por ejemplo, llegaron a Bolonia 146 esclavos turcos procedentes de Florencia, que habían sido donados al Gran Duque de Toscana por el emperador para el servicio en galeras. A fines de los años ochenta e inicios de los noventa del siglo XVII algunos turcos se bautizaron en dicha población. A la isla de Malta afluyeron, sobre todo en la última década del siglo XVII, muchos turcos procedentes de las regiones balcánicas, que habían sido comprados en el puerto adriático de Fiume. Y, por supuesto, muchos recalaron en Andalucía, habiéndose constatado este fenómeno en Sevilla y, lo que es mejor conocido, en Cádiz. Esta noticia ya la recogió Adolfo de Castro en el siglo XIX, que habló sin referencias concretas de 2.000 esclavos turcos.

La documentación notarial no es demasiado explícita acerca de las vías por medio de las cuales fueron introducidos los esclavos otomanos en la ciudad. Se constata, eso sí, la presencia entre los vendedores de mercaderes griegos y armenios. Y el hecho de que casi todos los que llegaron a Cádiz, no lo hicieron directamente desde los dominios de la Sublime Puerta, sino a través de las ciudades italianas. Ciertamente que en algunos testamentos dieciochescos redactados por libertos procedentes del Imperio Otomano, se proporciona alguna información que vuelve a remitir al importante papel de las ciudades italianas como intermediarios de este tráfico. En cualquier caso, se trata de un fenómeno absolutamente coyuntural, ya que las ventas de esclavos otomanos se limitan a las décadas de 1680 y 1690, cayendo en picado a partir de 1699, fecha en la cual la paz de Karlowitz ponía fin al conflicto entre los Habsburgo y el Imperio turco.

La mayor parte de estos esclavos eran mujeres, que a los pocos años consiguieron la libertad, muchas veces de forma gratuita. Una vez libres, algunas de ellas contrajeron matrimonio, casi siempre con inmigrantes, destacando los de origen italiano, especialmente genoveses y finaleses. La blancura de su piel (la documentación las menciona en muchos casos como rubias, de ojos azules, y de piel clara) facilitaría que se mezclaran con el resto de la población, aunque ello no quiere decir ni mucho menos que progresaran social o económicamente. Sus testamentos indican que casi todas eran analfabetas, que el volumen de sus propiedades era reducido y que su vida familiar ofrecía un panorama bastante triste, con matrimonios truncados por el fallecimiento del cónyuge, y con una descendencia que casi nunca llegaba a la edad adulta. La colonia de esclavos otomanos, introducida en los últimos años del siglo XVII, no conoció ninguna renovación posterior, y hacia 1740 prácticamente había desaparecido.

Autor: Arturo Morgado García

Bibliografía

MORGADO GARCÍA, Arturo, Una metrópoli esclavista: el Cádiz de la modernidad, Granada, Universidad de Granada, 2013.