La creación de la sede episcopal de Baeza, la institución más antigua de esta ciudad, se remonta a la alta edad Media. Los visigodos asumieron la división provincial heredada de Roma, y la Iglesia hizo lo mismo. Por tanto la urbe formó parte de la provincia Cartaginense. Dentro de ésta las ciudades más destacadas eran Cástulo y Mentesa, que tenían sedes episcopales siendo las únicas de la zona. Se considera que el origen de la diócesis baezana no está ligado al traslado de la de Cástulo, como consecuencia de la pérdida de importancia de ésta, sino a la consolidación de Beatia o Biatia como principal centro administrativo y poblacional de la zona. Ésta capitalidad debió sostener la vitalidad económica de la ciudad como podemos deducir de la ceca que permitió acuñación monetaria hacia mediados del siglo VII, durante los reinados de Tulga y Chindasvinto. Todo esto llevó a la creación del obispado de Baeza puesto que se afirmaba la importancia que la ciudad va adquiriendo. Sin embargo resulta difícil precisar cuándo se creó la sede de Baeza; la primera mención a la existencia de un obispo de ésta la tenemos en el concilio XI de Toledo (675). Unos años después (681) se constata que Cástulo tenía también obispo por lo que esta diócesis se nos presenta diferenciada de la de Cástulo. Viendo esto podemos considerar que la de Baeza debió formarse a finales de la centuria, siendo de las últimas nacidas en época visigoda. La información sobre ésta durante el periodo islámico, desde el siglo VIII al XIII, es escasa, pero lo más relevante es que desconocemos su ubicación física.

Del origen del actual edificio sabemos que se establece como sede durante el siglo XIII, según la documentación. Las referencias a la península Ibérica durante el periodo conocido como andalusí son complejas de rastrear al pertenecer a un período histórico largo y con estructuras políticas diferentes, como consecuencia esta documentación suele ser desigual y dispersa. Las fuentes árabes nos plantean limitaciones importantes. No todas están editadas o accesibles. Entre las fuentes de origen islámico que aportan referencias sobre Baeza las de carácter geográfico son las más relevantes, destacando las obras de al-Idrisi (siglo XII), al-Sacundi (siglo XIII), Abulfeda (finales del siglo XIII-principios del siglo XIV), al-Himyari (finales del siglo XIII-principios del siglo XIV), al- Qalqasandi, Xerif (siglo XIV), y Abu-l-Fida, algunas son posteriores a la definitiva conquista dado el carácter de compendio que tiene la historiografía islámica, lo que hace que recoja información más antigua, en ocasiones ya desaparecida.

La información acerca del entramado urbano de la ciudad en época islámica es escasa. No se especifica nada más allá de la importancia de su situación geográfica, al estar ubicada justo encima de un saliente, como punta o cabo de tierra, que domina el valle pero también la ciudad; o que es una ciudad con alcazaba fuertemente fortificada y que tiene avenidas importantes y bazares. De ahí que situar el origen del edificio, sede del episcopado baezano, sea complejo. Máxime cuando no se han realizado excavaciones arqueológicas. Sin embargo, es comúnmente aceptado por la historiografía, que los restos más antiguos de la actual catedral de Baeza, sede episcopal reconocida desde el siglo XIII hasta la actualidad, pertenecían a la antigua mezquita Alhama de la ciudad.

La primera noticia que relaciona la Alhama de la ciudad como posterior sede episcopal la hemos de situar en el siglo XII. En ese Momento Alfonso VII conquista la ciudad (1147), permaneciendo dentro de la corona castellana durante diez años, después fue nuevamente conquistada por los almohades. Al parecer es en aquel momento cuando se consagró este lugar por primeras vez como Catedral bajo la advocación de San Isidoro. Dentro del contexto fronterizo en el que se encontró Baeza, la Alhama fue incendiada hacia 1212, este hecho hemos de situarlo en el contexto y consecuencias de la Batalla de las Navas de Tolosa, durante uno de los distintos intentos de conquista de la ciudad. Ante este hecho, parece poco probable que en el edificio se hiciesen grandes obras para su reconstrucción, sino que más bien se adecentaría a lo sumo para el culto. Poco tiempo después, en 1227, según crónicas cristianas, o 1226, según la documentación islámica, la ciudad se incorpora definitivamente a la corona Castellana. Se restablece el episcopado beaciense y se establece su sede en la actual Catedral de Baeza,  bajo la advocación de la Natividad de nuestra Señora y San Isidoro. En 1249 por motivos de estrategia militar se trasladó la diócesis a Jaén por medio de la bula “Exaltatio fidelium”, sin embargo se le reconoce a Baeza el derecho a conservar Catedral y un tercio del Cabildo, que mantiene en la actualidad.

El espacio más antiguo del complejo catedralicio es la torre de la Catedral. Ésta ha sufrido modificaciones y adaptaciones a lo largo de los siglos, es difícil fechar sus restos más antiguos, los que pertenecerían al alminar, puesto que no se tiene constancia de ningún documento en el que se nos indique. El estudio comparativo de los arcos de las diferentes fachadas de la torre, incluidos los que están cegados, nos aporta información al respecto. Se puede acceder a esta parte oculta porque el cuerpo de ventanas queda justo en las cámaras del templo, entre las bóvedas que cubren el templo y el tejado que cubre dichas bóvedas. Los arcos originalmente eran de herradura ligeramente apuntados, tal como se aprecian en los cegados, que son los menos transformados del conjunto. En esta cara de la torre, al estar tapada es la mejor conservada, se aprecia su evolución arquitectónica. Constatamos una gárgola de tosco trazo y dos cornisas de estría viva. Una justo por encima de los arcos, la que probablemente pertenecería al alminar. Éste estaría exento del edificio siendo embutido en el templo durante épocas posteriores lo que ha permitido conservar estos restos; y la otra, algo más arriba dónde comienzan los añadidos cristianos del siglo XIV, XVI, XX. Este último consecuencia de la restauración de la torre (1950-1968) después del derrumbe de la misma en 1862, resultado de los daños ocasionados tras la caída de un rayo en 1832.

Al inicio de su andadura cristiana el templo baezano fue realizado en estética gótico-mudéjar. A este periodo y gusto pertenecen: la puerta de la Luna con arco de herradura angrelado (mediados o finales del siglo XIII); el claustro que alberga capillas con soluciones constructivas mudéjares, de entre las mudéjares destacamos la de San Rafael (advocación contemporánea) que incluso conserva epigrafía islámica cuya traducción es: “En el nombre de Dios, que se alternan con otras góticas. Construidas todas a finales del siglo XIV; y la gótica puerta del Perdón con doble arco conopial. También en la catedral existe una significativa piña de mocárabes policromada que estuvo situada en la clave de la bóveda principal del crucero, según se puede apreciar en algunas fotografías, así como la sombra del espacio que dejó al ser retirada. Esto sería una significativa reutilización hecha en el siglo XVI de una pieza procedente de la catedral medieval.

El interior del templo está formado por tres naves alargadas, la central es más ancha que las laterales, están separadas por pilares cruciformes sobre pedestales con columnas corintias adosadas. El actual aspecto alargado es consecuencia de su renovación y ampliación llevada a término hacia 1529, momento en el que se edifica la nueva cabecera de estética gótica tardía. En 1567 se desplomó parte de la fábrica medieval, afectando significativamente al templo. Se considera que la parte más dañada fue el crucero y cimborrio, sin embargo lo correspondiente a los pies aún permanecería sin levantar. Incluso se respetó la estrechez y alteración de su eje que impone el cuerpo de la torre, junto al mantenimiento del lado de la puerta de la Luna y capilla de los Biedma. Es en este momento, para la reconstrucción del derrumbe, cuando se vincula al templo la figura de Andrés de Vandelvira. Éste había tasado los trabajos de reconstrucción en 15.000 ducados y, dado su cargo de maestro mayor de la catedral de Jaén consideramos que probablemente estuvo en la obligación de visitar las obras e, incluso, la realización de trazas para ellas. De todas formas no pudo dirigir de un modo personal sus trabajos porque murió en 1575. Desde este momento y hasta 1584 hay constancia de la presencia de Francisco del Castillo el Mozo como maestro mayor, era el maestro visitador de las obras del Obispado. A éste le sustituyó Juan Bautista Villalpando y Alonso Barba, quienes dieron nuevas trazas hasta la conclusión del edificio en 1593. Es en este momento (1587) cuando se realiza la actual portada principal del templo, ésta sustituirá a la primitiva gótica que se puede apreciar tanto dentro como fuera del templo porque se cegó pero no se eliminó, trazada por Villalpando cuya ejecución se atribuye a Jerónimo del Prado. Se trata de un modelo herreriano, tabernáculo sobre dobles pilastras, el relieve que aparece representa la Natividad de la Virgen (advocación de la Catedral) e iconográficamente se inspira en una obra de Zúccaro.  

Es evidente que del desplome debieron salir prácticamente sin dañar las tres capillas correspondientes a los tres primeros tramos del lado del Evangelio. De entre ellas la más destacada es la  dedicada a San Miguel o de los Arcedianos. Ésta fue costeada por Diego de Lucas y Francisco de Herrera, canónigos de la catedral. Es una capilla funeraria debió ser construida hacia 1560 por el maestro en cantería Ginés Martínez de Aranda. Posee diversos recursos iconográficos propios de la Devotio moderna. Las dos restantes, la de San José, y la de Santiago, repiten modelos claramente vinculados a la obra de Vandelvira.

Otra de las capillas destacadas de este templo es la llamada Dorada, colindante con la gótica de los Biedmas, ambas con sacristía, y situadas a los pies de la nave de la Epístola. Fue fundada en 1598 por el deán de la catedral de Lima don Pedro Muñiz de Molina. La porta que presenta repite un esquema tradicional de arco de medio punto enmarcado por corintias pilastras con entablamento coronado tabernáculo que representa a la Anunciación, iconografía que se repetía en el retablo interior hoy mutilado y del que sólo queda el jarrón de azucenas.

La capilla presenta planta rectangular, su interior se divide en tres tramos, cubiertos por cúpulas rebajadas sobre pechinas y bóveda de medio cañón. Éstas están decoradas con estuco. La capilla posee un profundo mensaje catequético desde su acceso, cuya finalidad es señalar la buena muerte como puerta de acceso al cielo.

En su interior encontramos capillas-hornacinas destinadas a sepulcros, bajo cuyos arcos sólidos sobresalen los fastuosos relieves de la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Magos, con rico simbolismo en el intradós relacionado con la Encarnación redentora de Cristo, motivos que también hallamos en las ruinas de San Francisco y que sirven para completar el mencionado discurso de la buena muerte católica.

Autor: María Francisca Moral Jimeno

Bibliografía

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CRUZ CRUZ, Juan, La catedral de Baeza y su entorno monumental, Pamplona, Eurograf, 1998.

MOLINA HIPÓLITO, José, Baeza histórica y monumental, Córdoba, Caja de Ahorros, 1982.

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MORAL JIMENO, María (coord), Baeza. Arte y patrimonio, Baeza, Ayuntamiento de Baeza y Diputación Provincial de Jaén, 2010.