Juan Pérez de Pineda nació en la villa de Montilla a principios del siglo XVI. No sabemos nada sobre sus primeros años de vida y su formación. El primer dato relevante que se encuentra sobre él es cuando en 1520 tomó las órdenes y entró al servicio de Carlos V como clérigo, pero también como embajador. Con esta doble tarea desempeñó el cargo de secretario del embajador que la Monarquía Hispánica tenía en la Santa Sede, así como el priorato de la iglesia de Osma en 1526. Juan Pérez vivió en primera persona el saqueo de Roma de 1527, durante el que fue promotor de que el papa Clemente VII enviara al secretario de Estado, Alfonso de Valdés, una carta en la que prohibía bajo amenaza de excomunión que se persiguiera a Erasmo y que se juzgaran heterodoxos sus escritos. Medida que contribuyó a que hasta principios de la década de 1530 el ambiente humanista de algunas universidades como la de Alcalá de Henares o el Colegio de Santa María de Jesús de Sevilla no fuera cercenado y perseguido sistemáticamente.

Entre 1527 y su llegada a Sevilla se doctoró probablemente en alguna universidad italiana que desconocemos. En la ciudad hispalense ejerció el cargo de director del Colegio de la Doctrina de los Niños y entró en contacto con los erasmistas y los círculos heterodoxos sevillanos. Sin embargo, poco después de la toma de posesión del nuevo arzobispo e inquisidor general Fernando de Valdés y Salas, Juan Pérez huyó de la ciudad y se refugió en París, donde el teólogo Juan Morillo lo acogió en su casa. Poco sabemos de su actividad en París, pero probablemente en esta ciudad comenzó a traducir al castellano el Nuevo Testamento, una de sus empresas más ambiciosas, que consiguió imprimir en Venecia durante el año 1556. “El Testamento nuevo de Nuestro Señor y Salvador Iesu Christo. Nueva y fielmente traduzido del original Griego en romance castellano” fue terminado durante la estancia de Juan Pérez en Ginebra, donde recaló posiblemente a mediados de 1555. La obra estaba dedicada a Cristo y contenía un escrito exhortador dirigido a Felipe II para que durante su reinado defendiera y propagara la fe cristiana. Desde Ginebra también publicó un catecismo en castellano, una edición del comentario a los Romanos de Juan de Valdés, una edición de la primera Carta a los Corintios de Juan de Valdés y una traducción de los Salmos al castellano. Todos estos libros fueron llevados por Julián Hernández a Sevilla en 1557.

Debido a su compromiso y su reconocida valía entre los calvinistas de Ginebra, Juan Pérez fue destinado en 1558 a Frankfurt donde desempeñó algún cargo importante en la comunidad calvinista de esa ciudad durante casi dos años. En 1559 fue convencido para regresar a Ginebra, donde estaban llegando muchos heterodoxos españoles que necesitaban un guía espiritual. Durante estos años desarrolló una labor de traducción y publicación de textos muy notable que buscaba completar con una traducción íntegra de la Biblia para cuya publicación había comenzado un fondo común en la ciudad de Frankfurt.

A partir del edicto de libertad de culto francés en enero de 1562 fue reclamado como ministro en la comunidad de Blois. Los márgenes de libertad que este edicto proporcionó fueron acotados un año después por la firma del Tratado de Amboise, por lo que la vida de Pérez de Pineda en la comunidad francesa no tardó en complicarse. En 1565 fue reclamado como capellán por la duquesa de Ferrara, Reneé de Francia, junto a Antonio del Corro, donde sería bien atendido y protegido contra las persecuciones y prohibiciones reales hacia los numerosos grupos calvinistas que habían florecido desde mediados de siglo.

A finales de 1566, Juan Pérez de Pineda dejó Montargis para supervisar la impresión de algunos de sus libros en París, aunque siguió estrechamente vinculado tanto con la duquesa como con Antonio del Corro. Juan Pérez era para entonces un anciano y poco después, en octubre de 1568, sería el mismo Corro el que certificaría su muerte y se haría cargo de sus últimas voluntades.

La vida, así como la obra y el reconocimiento que alcanzó Juan Pérez de Pineda, sobre todo en el ámbito protestante europeo, lo convierte en una de las figuras fundamentales no solo de la religiosidad heterodoxa sevillana, sino del calvinismo suizo, alemán y francés.

Autora: Natalia Avilés Isorna

Bibliografía

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