Inés Muñoz nació en Andalucía, concretamente en algún lugar de la actual provincia de Sevilla, posiblemente en Bollullos de la Mitación o en Castilleja del Campo,  alrededor de 1510.  De origen campesino no sabía leer ni escribir.

Se casó en primeras nupcias con Francisco Martín de Alcántara, natural de Castilleja del Campo y hermano materno de Francisco Pizarro. Doña Inés y su esposo se unieron a la expedición de Pizarro con destino a Panamá, y posteriormente Perú, que partió de Sevilla el 26 de enero de 1530. Durante el largo y penoso trayecto en barco fallecieron las pequeñas hijas de la pareja, Ángela y Bárbola.

Tras su llegada a Panamá, Inés y su esposo se establecieron en la casa de Francisco Pizarro y le apoyaron en varias labores hasta que en 1530, Francisco Martín de Alcántara se unió a la expedición de su medio hermano, con el objetivo de iniciar la conquista de las tierras peruanas. Inés Muñoz permaneció en Panamá hasta que su esposo regresó en busca de refuerzos para la conquista. Fue entonces, que Inés le acompañó a Perú convirtiéndose en la primera española casada que entraba en dichas tierras.

El 18 de Enero de 1535, doña Inés fue una de las presentes en la fundación de la Ciudad de los Reyes- actual ciudad de Lima. Ella y su esposo participaron en el primer reparto de solares realizado pocos días después de la fundación de la ciudad adquiriendo, de este modo, el estatus de pobladores. La pareja ubicó su casa principal en una esquina contigua a la casa del Gobernador Francisco Pizarro.

Desde su llegada a Perú, doña Inés percibió la carencia de elementos básicos imprescindibles en la vida cotidiana tales como el trigo, el aceite, o los animales de crianza habituales en las tierras de Castilla. Quizás, empujada por la necesidad, o por su deseo de asegurar y mejorar su estancia en el nuevo continente, introdujo varios de estos elementos. Así, según narra el cronista Bernabé Cobo, Inés Muñoz, habría sido la primera en introducir el trigo en el Perú, alrededor del año 1535. También es considerada la responsable de la introducción de la mayor parte de las frutas españolas en el Perú y de los primeros olivos. Dichos árboles y plantas debieron estar ubicados en la denominada “Huerta Perdida” que albergaría, además de los citados olivos, higos, melones, naranjas, pepinos, duraznos y otras frutas desconocidas hasta entonces en el Perú. Estos logros han quedado atestiguados para la posteridad en una cartela que corona un retrato de doña Inés, que actualmente se encuentra en el Monasterio de la Concepción de Lima.

Tras su llegada al Perú, Francisco Martín de Alcántara fue beneficiado con varias encomiendas por parte de su medio hermano. Gracias a sus encomiendas, don Francisco Martín y a su esposa llegaron a ser una de las personas más acaudaladas y privilegiadas de la Ciudad de los Reyes. Incluso Inés Muñoz adquirió el derecho a utilizar el título de  doña, algo muy significativo ya que ponía de relieve su nuevo elevado estatus.

Doña Inés fue la encargada de la educación y cuidado de los hijos mestizos del marqués Francisco Pizarro, ya que este deseaba una educación española para sus descendientes alejada de las influencias de sus madres indígenas.  La responsabilidad  sobre sus sobrinos fue total a partir del 26 de Junio de 1541, cuando su cuñado -Francisco Pizarro-, y su esposo -Francisco Martín de Alcántara-, fueron  asesinados por la facción rival de los almagristas, en el contexto de las guerras civiles del Perú. En ese trágico momento, doña Inés tuvo el valor de recoger los cadáveres de su marido y de su cuñado y los llevó a enterrar a la iglesia sin la ayuda de ningún español “por el miedo que tenían a Diego Almagro el Mozo”. Asimismo, en un intento de proteger la vida de dos de sus sobrinos- doña Francisca  y Gonzalo Pizarro-, los escondió en un convento. Pocos días después, el 12 de Julio de 1541, doña Inés compareció junto con el pequeño Gonzalo Pizarro de apenas seis años de edad, ante el Alcalde y Concejo de la Ciudad de los Reyes en posesión del testamento cerrado y sellado de Francisco Pizarro, exigiendo su apertura y cumplimiento de sus mandas. Asimismo, como tutora temporal de sus sobrinos y viuda, exigía justicia por los crímenes acaecidos y protección para el pequeño Gonzalo, a su entender el único y legítimo heredero de Francisco Pizarro. Tras ser desestimada su petición y ante el evidente peligro que corrían permaneciendo en la Ciudad de los Reyes, doña Inés huyó con los niños con destino a Tumbes en la costa norte del Perú.  Para ello vendió las pocas joyas que había logrado rescatar tras el ataque en Lima. Una vez en Quito, pudo reunirse con el Licenciado Vaca de Castro que había llegado por encargo del Emperador Carlos V para pacificar el territorio. Tras unirse a su séquito regreso de nuevo a la Ciudad de los Reyes.

Después del asesinato de su esposo doña Inés Muñoz heredó sus encomiendas, no sin trabas, ya que debió adoptar medidas legales cuando, fue desposeída de algunas de ellas por Vaca de Castro. En una de sus encomiendas en el Valle del Mantaro, (actual región de Junín), doña Inés Muñoz estableció en 1545 el que se cree primer obraje del Perú conocido como “La Sapallanga”. El Cronista Bernabé Cobo narra como doña Inés “hizo el primer obraje de lanas de Castilla en su repartimiento y encomienda de Indios del Valle de Jauja, dando traza como las lanas que hasta ahora se perdían se aprovechasen”.

Alrededor de 1545, doña Inés contrajo segundas nupcias con don Antonio de Ribera, conocido miembro del Cabildo y Caballero de la Orden de Santiago. Ribera, hombre muy destacado y reconocido en su época, fue Procurador General de los Encomenderos e incluso llegó a ser alcalde de la Ciudad de los Reyes en dos ocasiones. Asimismo, ocupó el cargo de curador de doña Francisca Pizarro  desde 1547 a 1553.

Don Antonio Ribera y doña Inés tuvieron un hijo llamado Antonio de Ribera “el Mozo”. Tras el fallecimiento de su padre, le sucedió en sus encomiendas, pero dilapidó gran parte de la fortuna de sus progenitores. Don Antonio de Ribera el Mozo contrajo matrimonio en dos ocasiones y falleció tempranamente y sin descendencia tras una larga enfermedad.

Tras la pérdida de su único hijo legítimo, su madre, tomó la decisión de fundar un Monasterio en advocación a Nuestra Señora de la Concepción, con el objetivo de servir a Dios y de ayudar a “muchas hijas de Conquistadores pobres que hay en esta ciudad gran suma dellas e padecen grandes riesgos e necesidades”.

El  2 de Julio de 1573, a la edad de 80 años aproximadamente, se presentó ante el Arzobispo Fray Jerónimo de Loayza, expresándole su deseo de instituir un Monasterio “en el que ella misma se había de encerrar”. El 15 de Septiembre de 1573, ante el Escribano Francisco de la Vega, se realizó la escritura del documento fundacional.

El Monasterio de la Concepción fue dotado de un numeroso patrimonio compuesto por las casas que la fundadora tenía en la plaza principal, la denominada “Huerta perdida” y varias propiedades en las afueras de la Ciudad de los Reyes. Además Doña Inés al realizar la dotación reservó la renta del obraje de “La Sapallanga” para el mantenimiento del Monasterio.

Según algunos historiadores, doña Inés falleció en 1594, aunque otros afirman que fue en 1599. También es controversial la edad que tenía en esos momentos ya que la cartela anteriormente mencionada señala que contaba con la elevada edad de 105 años, sin embargo, cálculos recientes muestran que contaba con unos 85 años, una edad igualmente avanzada para la esperanza media de vida de la época. En la actualidad no se conserva su sepulcro debido a las sucesivas alteraciones que ha sufrido el monasterio original.

Doña Inés Muñoz, al igual otras mujeres de su época, emigró, con gran valor, a un nuevo y desconocido mundo en busca de oportunidades para una mejor vida. Su aventura indiana le permitió pasar de ser una humilde campesina sevillana a una de las personas más privilegiadas y reconocidas de la Lima colonial del siglo XVI. No solo fue una de las primeras mujeres españolas que participó de la conquista y colonización del Virreinato del Perú, sino que además tuvo un destacado rol en la esfera social, económica y religiosa del Virreinato. Gracias a sus  encomiendas consiguió acumular un importante patrimonio que, en gran parte, fue utilizado para la fundación y dotación de uno de los monasterios más importantes de la Ciudad de los Reyes, el cual, todavía en pie, continúa atestiguando su importante legado.

Autora: Liliana Pérez

Bibliografía

COBO, Bernabé, Historia de la Fundación de Lima, Biblioteca de Autores Españoles, Obras del Padre Bernabé Cobo de la Compañía de Jesús II, Estudio Preeliminar y Edición del P. Francisco Mateos.

PEREZ MIGUEL, Liliana Encomenderas en Perú en el Siglo XVI. El caso de Doña Inés Muñoz como pobladora, encomendera, fundadora y abadesa en la conquista e inicios del virreinato, Tesis doctoral, Universidad de Burgos, 2014.

ROSTWOROWSKI, María, Doña Francisca Pizarro, una Ilustre Mestiza. 1534-1598, 3ª ed, Lima, IEP, 2003.

VARGAS UGARTE, Rubén, Un monasterio Limeño, Lima, Sanmarti, 1960.

2018-02-01T13:41:15+00:00

Título: Retrato de doña Inés Muñoz de Ribera como abadesa del Monasterio de la Concepción de la Ciudad de los Reyes. Realizado aproximadamente en 1599, por el pintor Mateo Pérez de Aleccio. Fuente: AHMCL [...]