El Hospital de Mujeres de Cádiz surgió como institución durante el siglo XVII debido a las incipientes necesidades médicas de la población, sobre todo femenina. En un primer momento se ubicó en la actual calle Columela, hasta que el crecimiento urbano y poblacional de la ciudad conllevó que las instalaciones resultaran insuficientes, y se planteó la construcción de una nueva sede.

La iniciativa del proyecto corrió a cargo del obispo Lorenzo Armengual de la Mota, quien tras su muerte dejó un importante legado para que pudiesen comenzar las obras. El gasto total ascendió a 1.034.977 reales y 4 maravedíes de vellón sufragados por el propio benefactor, la ciudad de Cádiz, el Estado −a través del censo real−, y distintos particulares como don Bruno Verdugo o el canónigo Alejandro Pavía y Penecina, quien a su vez se encargó de la supervisión de la construcción.

Las obras se llevaron a cabo entre julio de 1736 y el 16 de octubre de 1749, fecha en que se inaugura el nuevo Hospital; y el arquitecto designado para la ocasión fue Don Pedro Luis Gutiérrez de San Martín, más conocido como «Maestro Afanador». Si bien, es necesario tener en cuenta que el edificio ha sufrido distintas remodelaciones hasta llegar a su estado actual, como la realizada en 1909 tras el hundimiento de parte de las bóvedas de la capilla, el salón principal y la fachada, o la acometida en el año 2007 para la restauración de la capilla.

En sus casi trescientos años de historia, el Hospital ha dado acogida a miles de enfermas −especialmente durante importantes y duros acontecimientos como las epidemias del siglo XIX, la Guerra de África, el desastre del 98, o la Guerra Civil española−, y permaneció abierto hasta 1963, momento en que resulta económicamente inviable y el entonces obispo Antonio Añoveros Ataún se vio obligado a su clausura. De manera que en la actualidad funciona como sede del Obispado de Cádiz y Ceuta, y de la institución de Cáritas.

El edificio, situado en la calle Hospital de Mujeres, nº 26, se organiza espacialmente en torno a dos patios comunicados que dan acceso a la Capilla y al resto de dependencias, y entre los que se alza una imponente escalera de estilo imperial. Un conjunto arquitectónico reforzado por los elementos iconográficos realizados por el escultor Cayetano de Acosta entre 1738 y 1745, que se centran en los espacios más representativos −fachada, patio principal y escalera−, y que resultan imprescindibles para completar el sentido religioso y curativo-paliativo del edificio.

El primer elemento que llama la atención es la fachada, que funciona como espacio de representación y relación con la ciudad. Está formada por tres plantas con entreplanta y presenta una composición barroco-popular típica de la arquitectura del momento en la ciudad de Cádiz. En la planta baja encontramos tres puertas, que no se ajustan a ejes de simetría y que dan acceso a la Capilla y al propio Hospital; y en el entresuelo destacan las ventanas cruciformes, nada comunes, que aportan una gran personalidad al edificio. Por su parte, el cuerpo principal está formado por amplios vanos coronados con frontones rotos con óvalos en el centro y un largo balcón que recorre todo el espacio. Mientras que el último cuerpo se compone por pilastras jónicas y una serie de vanos rectangulares con barandillas independientes.

El acceso al Hospital se realiza a través de un zaguán enlosado en mármol blanco, con paredes crema sobre zócalo gris, pilastras jónicas de jaspe verde y un precioso artesonado de madera del mismo color. Un espacio donde destaca un pequeño retablo realizado en mármol, al parecer de época contemporánea, en el que encontramos una pintura de Nuestra Señora del Carmen, de gran veneración para los gaditanos. Asimismo, una vez se atraviesa el gran portón, aparece un lienzo de Jesús Nazareno, datado en el siglo XVII, procedente de la Capilla de Nuestra Señora del Pópulo.

El patio principal, de planta rectangular, es el órgano regulador del espacio, en una combinación entre lo genovés, lo holandés y lo andaluz, con sus característicos muros enlucidos de cal, el verdor de las plantas y la frescura de sus pavimentos de mármol. Se divide en dos cuerpos: el primero de ellos, de orden dórico, está compuesto por tres arcos de medio punto a cada lado apoyados sobre columnas de mármol blanco; mientras que el cuerpo superior está articulado por pilastras que enmarcan vanos rectangulares que terminan en frontones partidos con óculo circular en el centro. Un conjunto decorado con elementos como cabezas femeninas tocadas de laurel, mascarones barbudos, o la representación de Hércules luchando con el león de Nemea y la columna del Non Plus Ultra, estos últimos como reconocimiento a la ayuda prestada en la construcción del edificio por la ciudad de Cádiz.

Dicho espacio también contiene un maravilloso conjunto de azulejos mezclados con ladrillos y placas de mármol. Entre ellos, en la zona inferior del espacio, destaca la presencia de un Vía Crucis realizado en 1749 con azulejos sevillanos, con escenas basadas en grabados italianos y flamencos del siglo XVII, y cuya organización responde a una disposición premeditada según la cual, aquellos que lo realicen recorrerán las mismas distancias que Cristo durante el calvario. Del mismo modo que, en el claustro alto o segundo cuerpo del patio, encontramos otro Vía Crucis, aunque esta vez de menores proporciones y características más populares. Por su parte, el segundo patio, que sigue una composición similar al principal, aunque mucho más sencillo y de menores proporciones, presenta un único azulejo, con las mismas características que los anteriores y con la representación de una Dolorosa.

La escalera, fuente de inspiración para construcciones posteriores, sirve como elemento de comunicación y ascensión, aludiendo simbólicamente a la subida al cielo de las enfermas tratadas en el recinto. Formalmente es de caja rectangular, se divide en seis tramos con descansillos centrales y está rematada por una cúpula elíptica sobre pechinas, donde la luz se filtra por ocho óculos circulares, un conjunto de celosías y un estrecho tambor.

Y por último, otro elemento fundamental del Hospital de Mujeres de Cádiz lo encontramos en su Capilla, consagrada a la Virgen del Carmen. Una construcción de planta de salón dividida en tres naves por columnas dóricas de mármol, donde destacan el coro, concebido a modo de tribuna, y las bóvedas, todas decoradas en yeso por el escultor Cayetano de Acosta. Con excepción del tramo central de la bóveda que presenta un tema carmelitano realizado por Felipe Abarzurza y Julio Moisés tras la reconstrucción de parte de la cubierta llevada a cabo en el siglo XX.

En la Capilla mayor destaca un magnífico retablo de un solo cuerpo flaqueado por columnas dóricas y coronado por frontón curvo. Una obra posterior a la construcción de la propia iglesia, pues presenta traza neoclásica y fue realizado en el siglo XIX por Torcuato Benjumeda, y que contiene como imagen principal una talla de Nuestra Señora del Carmen, probablemente la Imagen devotísima que se colocó tras la inauguración del Hospital. Del mismo modo que, el interior del edificio consta de cinco capillas colaterales: Capilla del Nacimiento, Capilla de la Inmaculada, Capilla de San Cayetano, Capilla de San Francisco de Asís y Capilla de Nuestra Señora de las Angustias.

Desde un punto de vista histórico-artístico, una de las grandes obras maestras que encontramos en este espacio es el lienzo de El Greco, «La visión de San Francisco con el compañero de espalda» (1601), perteneciente a la colección privada del Obispo Armengual de la Mota, y que al heredar su sobrino Bruno Verdugo, fue donada al Hospital junto con otros objetos, que llegaron a Cádiz en 1747. Al mismo tiempo que encontramos pinturas de Domingo Martínez, como una Dolorosa realizada en 1717 para el retablo del muro lateral de la epístola, o las obras: «Cristo discutiendo con los fariseos en el templo», «Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna», o «Cristo curando al paralítico en la piscina probática». Por otro lado, como símbolo de las relaciones con América, se encuentra un lienzo de la Virgen de Guadalupe, realizado por Antonio de Torres en 1717. Y atribuido a Meneses Osorio, un lienzo de Nuestra Señora del Carmen, en el que destaca la escena representada en la zona inferior, donde aparecen la sala de las enfermas atendida por dos beatas, dos caballeros en la puerta y la figura del administrador y capellán del Hospitalito, que funciona como punto de fuga de la composición. De tal manera que, junto con la decoración arquitectónica, se conforma un programa iconográfico que podría relacionarse con la función curativa de los cuerpos y las almas desarrollada en el mismo Hospital.

Autora: Zara Ruiz Romero

Bibliografía

AGUAYO COBO, Antonio; BAROS CANEDA, José Ramón. «Arquitectura e imagen en el Hospital de Mujeres de Cádiz», en PENADOS HERREROS, A. (coord.), I Congreso Internacional «El patrimonio cultural y natural como motor de desarrollo: investigación e innovación», Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía, 2010, pp. 1063-1084.

ALONSO de la SIERRA, Lorenzo; ALONSO de la SIERRA, Juan; POMAR RODIL, Pablo; MARISCAL, Miguel Ángel, Guía Artística de Cádiz y su provincia, Tomo I: Cádiz y Jerez, Diputación de Cádiz, Fundación José Manuel Lara, 2005.

ANTÓN SOLÉ, Pablo, El hospital de mujeres de Cádiz, Caja San Fernando de Sevilla y Jerez, D.L., 1998.

GOENECHEA ALCALÁ-ZAMORA, Luis, «El Hospital de Mujeres de Cádiz», Medicina & Historia: Revista de estudios históricos de las ciencias médicas, nº 24, 1988, pp. 1-16.