La fundación de una cofradía de negros en Sevilla a fines del siglo XIV es un buen testimonio de la importancia que la población esclava de este color tenía ya por entonces en la ciudad. A lo largo del siglo XV, y al menos varias décadas antes del Tratado de Alcáçovas de 1479, la actividad de los navegantes y mercaderes andaluces en la costa atlántica africana, llegando incluso hasta Guinea, continuó nutriendo a la ciudad de Sevilla de esclavos negros. De esta forma, la esclavitud negra fue desplazando durante el siglo XV a otra anterior, ligada básicamente al mundo mediterráneo y cuya especificidad queda delatada por el nombre que recibía en la ciudad de Sevilla la alcabala que gravaba la compraventa de esclavos, “la renta de moros y tártaros”, cuya existencia es conocida desde 1399, aunque con toda seguridad es anterior. El notable desarrollo de la trata portuguesa, especialmente después de 1479, convirtió a Sevilla y a la Andalucía occidental y del Guadalquivir en zona importadora de los esclavos negros traídos por aquellos por mar y tierra, de forma que hacia el comienzo del siglo XVI la esclavitud negra era claramente predominante, si bien la figura del esclavo musulmán, principalmente berberisco aunque también producto de la conquista del reino de Granada (1482-1492), no era tampoco desdeñable cuantitativamente. También estuvieron presentes en Sevilla esclavos procedentes de las islas Canarias, cuya conquista finalizó en los últimos años del siglo XV, y de las Indias descubiertas a partir de 1492, aunque en una proporción mínima en relación a los anteriores. Hacia 1535, el cronista hispalense Luis de Peraza se hacía eco de la diversidad de los esclavos traídos a Sevilla, a sus prácticas culturales y a algunas zonas de la ciudad relacionadas con ellos:

“El barrio del Atambor a Santa Cruz, se llama porque allí iban a tañer los negros con su atambor los domingos. El barrio de Don Pedro, a la Puerta Bihoar, se dice por otro nombre de los Canarios, la causa es por que cuando se ganaron las Islas Canarias, y fueron traídos dellas muchos canarios a Sevilla, fuéles mandado que posasen alli”.

“Hay moros esclavos de todas las partes de África cristianos e infieles. Hay infinita multitud de negros y negras de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los quales nos servimos en Sevilla, y son traídos por la vía de Portugal”.

Las Leyes Nuevas de 1542 que declararon la libertad del indio americano, fueron acabando, en ocasiones por la vía judicial y con el paso de algunos años, con las situaciones de esclavitud sufridas por los indios americanos empleados en Sevilla. Todavía las campañas norteafricanas del siglo XVI, como la conquista de Orán en 1509 o la de Túnez en 1535, o las cabalgadas realizadas sobre territorios berberiscos desde las Canarias o desde los propios presidios norteafricanos, siguieron nutriendo los mercados de esclavos de Sevilla y de Andalucía durante los siglos XVI y XVII, si bien la esclavitud negra fue siempre la mayoritaria. El resultado fue la creación de una notable población esclava, que en 1565 ascendía a 6.327 personas en la ciudad, y a 44.670 en el conjunto del arzobispado de Sevilla, lo que significa aproximadamente el 7% y el 10%  respectivamente del total de la población de cada uno de esos ámbitos. A ello hay que sumar el desarrollo de una población mestiza, mulata, apreciable al menos desde principios del Quinientos, y de un creciente número de libertos (negros, mulatos, berberiscos, etcétera), grupos normalmente en una relación de proximidad (física y social) con la población esclava en sentido estricto, de la que procedían. El crecimiento del número de mulatos a lo largo de los siglos XVI y XVII que delatan todas las fuentes documentales prueba la importancia del fenómeno de mestizaje biológico habido en Sevilla en esta época histórica.

A esta población esclava todavía hay que sumar el impacto de la guerra de Granada de 1569-1570, que significó la llegada a la ciudad de Sevilla de más de 2.000 moriscos del reino de Granada esclavizados. La mayoría femenina entre estos moriscos esclavos (dos terceras partes aproximadamente) contribuyó a equilibrar la relación numérica entre sexos en el conjunto de los esclavos de la ciudad. Aunque existen indicios de un progresivo declive de la población esclava en la ciudad en las últimas décadas del siglo XVI y primeras del XVII, no fue hasta 1640, al estallar la guerra de Portugal y cortarse las vías atlánticas de abastecimiento de esclavos, y 1649, con la epidemia de peste que mató a la mitad de los habitantes de Sevilla, cuando el número de esclavos descendió drásticamente. Con una ciudad en crisis, cada vez más pobre y alejada de la riqueza del comercio americano, el mercado esclavista que la había alimentado durante más de dos siglos se hundió, y en el primer tercio del siglo XVIII se constata, finalmente, la extinción de la esclavitud en Sevilla, salvando casos aislados que siempre existieron incluso hasta el siglo XIX.

En Sevilla, el esclavo fue empleado en un amplísimo espectro de ocupaciones laborales en relación con la ingente demanda de mano obra: el trabajo en el campo y las huertas, en la construcción, en los talleres artesanales y en algunas instalaciones industriales (como las almonas del jabón), en el servicio doméstico, etcétera. Algunos casos, por servir en talleres de artistas reputados, han pasado a la posteridad, pero la historia del trabajo esclavo en Sevilla está todavía por escribir. El uso compulsivo del trabajo esclavo está íntimamente relacionado con el proceso de aculturación y socialización de una parte de la población esclava, entre la que  hemos de distinguir a aquellos ya nacidos en la Península Ibérica o descendientes de ellos, de aquellos otros (los bozales) que siguieron siendo traídos desde África. El aprendizaje de la lengua (que los convertía en ladinos) y de los códigos culturales, de los trabajos a desempeñar, de oficios especializados en algunos casos, de la religión cristiana, así como la acción de las dinámicas de mestizajes y de los diversos espacios de sociabilidad en que se movían cotidianamente, coadyuvaban a la socialización de la población esclavizada. En este sentido, también tuvieron relieve la acción catequética, desarrollada especialmente por la Compañía de Jesús, y la existencia de una cofradía de negros y otra de mulatos.

Autores: Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

Bibliografía

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