El origen del marquesado se encuentra en el apoyo de Pedro González de Mendoza, cardenal y arzobispo de Toledo, y los miembros de su poderosa familia a la futura reina Isabel de Castilla en las luchas políticas y militares por conseguir el trono. Ello permitió al cardenal gozar de una gran preeminencia en la Corte castellana y obtener importantes beneficios para sí y para sus descendientes. La Corona necesitaba la colaboración de la aristocracia y ésta de un poder real efectivo que la sacase de la profunda crisis que comenzaba a sufrir. Uno de los ejemplos más significativos de este entendimiento fueron los favores otorgados por los reyes al cardenal Mendoza. En marzo de 1490, mediante un privilegio, le concedieron en señorío las alquerías musulmanas de La Calahorra, Ferreira, Aldeire y Dólar, en el término de la ciudad de Guadix. Al mes siguiente se añadieron los lugares de Jéres, Lanteira, Alquife y Alcázar. Este traspaso era una forma de pagarle con creces el préstamo de 22 millones de maravedís que el cardenal había hecho a los monarcas castellanos para la guerra de Granada, concretamente para los gastos del sitio de Baza. El hijo mayor del cardenal, Rodrigo Mendoza, previamente reconocido y legitimado, consiguió también la cesión por la Corona del monopolio de la explotación del algarbe de hierro de todo el territorio de La Calahorra, especialmente de las menas de Alquife y de la herrería de Jéres. El señorío se completó con la fundación de un mayorazgo por el cardenal en 1490, su traspaso a Rodrigo y la concesión a éste en 1492 del título de marqués del Cenete por la reina en pago por los servicios prestados en la guerra de Granada y como gratitud hacia su padre. Aduciendo los mismos motivos los Reyes Católicos vendieron poco después Huéneja a Rodrigo.

Desde este momento, y hasta el final del régimen señorial en el siglo XIX, el Cenete granadino tuvo una extensión de casi medio millar de kilómetros cuadrados. El territorio marquesal incluía las villas granadinas de La Calahorra, Ferreira, Aldeire, Dólar, Jéres, Lanteira, Alquife y Alcázar. Se completaba con las posesiones que ya tenía Pedro González en la actual provincia de Guadalajara (el castillo de Jadraque y los sexmos adyacentes) y en el reino de Valencia (las baronías de Alberique, Alcoçer, Alasquer y la villa de Ayora). También formaron parte del señorío algunos bienes en la ciudad de Guadix y la finca de Darabenaz, comprada en 1511 al conde de Tendilla, en Granada.

Rodrigo de Mendoza, el primer marqués, vivió hasta 1523 y diseñó una política fiscal propia en todos sus territorios, especialmente en los granadinos, con el objetivo de procurar incrementar progresivamente sus rentas a costa de la mayoría morisca. Para ello se apoyó en las élites conversas y firmó capitulaciones permisivas con las costumbres moriscas a cambio de una tributación diferente a la de los cristianos viejos y más opresiva que la de éstos. Al mismo tiempo se apropió de todos los diezmos de sus villas y lugares granadinos e integró los bienes habices de las mezquitas en su mayorazgo.

Cuando murió Rodrigo su hija y heredera, Mencía de Mendoza (1508-1554), era una joven con rentas suficientemente saneadas como para ser observada por toda la nobleza castellana como posible enlace. Precisamente por el gran poder territorial que atesoraba y por los elevados ingresos que entraban regularmente en su hacienda (unos cuatro millones de maravedís anuales), Carlos V decidió casarla con Enrique III de Nassau, conde de Nassau, un noble flamenco que se había mantenido en el séquito del Emperador desde su juventud y había llegado con él a tierras castellanas. La boda, celebrada en 1524, supuso la práctica entrega de las decisiones sobre la gestión del marquesado al conde de Nassau, la absorción por éste de una buena parte de las rentas, así como la concesión graciosa por el Emperador de una renta anual vitalicia para ambos esposos de cinco millones de maravedíes.

Los marqueses residieron en Valencia y Breda hasta que murió Nassau en 1538. Posteriormente Mencía se estableció en Valencia y casó en 1540 con Fernando de Aragón, del que enviudó en 1550. La gestión de Mencía de Mendoza en sus señoríos estuvo presidida por varios pilares fundamentales: su control de la mayoría morisca o cristianovieja a través de sus oligarquías respectivas, la firma de convenios con los vasallos con objeto de asegurar la progresiva mejora de las rentas y evitar la pérdida de poder adquisitivo de sus ingresos, el control de las autoridades religiosas del obispado de Guadix, con objeto de mantener el cobro de todos los impuestos eclesiásticos. Todo ello completado con la creación y el mantenimiento de una fuerte red clientelar que se extendía por los territorios de todos sus estados. En esta política fueron figuras fundamentales el tesorero general del marquesado, Francisco de Recalde; los mayordomos de los señoríos, como la familia Barzana en el Cenete granadino; y los gobernadores de los territorios, como Francisco de Molina o Gerónimo Pérez de Arnal.

Al morir Mencía sin descendencia el título marquesal recayó en su hermana María de Mendoza, quien casó con Diego Hurtado de Mendoza, V duque de Saldaña. Su hijo Iñigo López de Mendoza integrará los condados de Saldaña y del Cid y los marquesados del Cenete y de Argüeso con el ducado del Infantado. Desde ese momento el marquesado del Cenete se fusionó con los demás títulos de la casa del Infantado. Así, el patrimonio del Cenete granadino y de los condados castellanos y baronías valencianas fue, como tantos otros señoríos, la base de una política extractiva de rentas desarrollada por quienes únicamente veían en sus territorios una forma de mantener su elevado nivel de vida. Una situación paralela a la de numerosas casas nobiliarias españolas desde las últimas décadas del siglo XVI hasta que la revolución liberal acabase con el Antiguo Régimen.

Autor: Julián Pablo Díaz López

Bibliografía

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