Nacido quizás hacia 1530, se ignora el lugar de procedencia de este aventajado escultor que llegó a Granada en 1563, coincidiendo con el vacío dejado por el difunto Diego de Siloé y el nombramiento de Juan de Maeda como nuevo maestro mayor. La morfología de su obra enfatiza un interés por la corpulencia anatómica presentada al desnudo o intuida bajo ropajes de largos pliegues ondulantes. Estos rasgos añadidos a complejas composiciones, definen una producción imbuida en un fuerte espíritu manierista, habiéndose citado la posibilidad de su formación en Italia, o incluso que su apellido castellanizara el topónimo Pescara. Los primeros documentos de 1564-65 en los que aparece tasando la imaginería de Baltasar de Arce para los desaparecidos retablos de la parroquia granadina de San Cristóbal y la parroquial de Guardahortuna, revelan su reputación dentro del gremio; coincidiendo en el segundo peritaje con el mencionado arquitecto Maeda, quien pudo atraerle a la ciudad del Darro y con el que colaboró asiduamente. Quizás el primer gran proyecto en el que participó a sus órdenes fue la portada del actual museo catedralicio (h.1565), figurando en la sobrepuerta las alegorías de la Justicia y la Prudencia flanqueando simétricamente una cartela sostenida por dos putti sentados en delfines. Ambas personificaciones agachan la cabeza en línea con los hombros para adaptarse al marco, siendo este particular una constante en su obra relivaria -ya ensayada por Siloé- y que remite a la Madonna d’Alba de Rafael Sanzio (h.1513). En el ático de la portada se realza la alegoría de la Caridad; una matrona sedente y rodeada de niños jugando relacionable con la Madonna del Parto de Jacopo Sansovino (1518), versionada por su anónimo círculo en terracotas que representan a la propia Virgen con el Niño o la Caridad, llegando su eco a la portada lateral del Salvador de Úbeda esculpida por Esteban Jamete (1541-43). En el interior del museo se conserva un tondo ovalado con la Coronación de la Virgen, adscrito a Pesquera, sin renuncias a la simetría. Otro de los proyectos catedralicios que culminó este tándem de Maeda y Pesquera fue el segundo cuerpo de la portada de San Jerónimo (h.1565), cincelando el escultor el relieve pétreo del santo penitente tomando como referencia la homónima obra de Siloé, de mayor acerbo expresivo. También se le adjudica el grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño (h.1567), que retoma una iconografía bajomedieval de profundo significado teológico, aunque materializada con un lenguaje clasicista lleno de préstamos de la Madonna e sant’Anna de Andrea Sansovino (1512).

En el siguiente lustro continuó su frenética actividad en otras empresas dirigidas por Maeda, como la iglesia granadina de San Pedro y San Pablo en donde talló ocho serafines para la armadura del crucero, y en la que pudo realizar los bustos de los santos titulares de su portada lateral (1566-68). Más destacada es su labor en el retablo diseñado por Maeda para la parroquia de Santa Ana de Ogíjares (1567-68) realizando los cuatro apóstoles del sagrario, el Calvario del ático y en formato de gran relieve la Sagrada Familia y el Abrazo místico de San Joaquín y Santa Ana. Ambos relieves resaltan por su calidad técnica, donde una vez más Pesquera sigue la estela de Siloé en los ritmos nerviosos de talla, y a Rafael en la composición cuasi simétrica; añadidos a su personal y expresiva construcción de figuras cabizbajas, con el ineludible precedente iconográfico de la Sacra Famiglia Canigiani de Rafael (h.1507). La novedad se sugiere en la Sagrada Familia -hoy día en el Metropolitan de Nueva York- en la que el inestable niño lactante tiene un influjo directo de la Madonna Medici de Miguel Ángel Buonarroti (h.1534); incorporando un nuevo argumento manierista a la posible retentiva visual -y educación artística- de Pesquera en Italia. El retablo destruido de Montejícar hubiera podido contextualizar esta senda romanista; cuya adecuación al nuevo testero obligó a intervenir en el banco y ático, respondiendo a su estilo los Ángeles atlantes, los Evangelistas recostados, las alegóricas Virtudes y la Piedad del sagrario, todo ello a la maniera de Miguel Ángel. Más problemática es la atribución de parte del extinto retablo de la parroquia de Colomera atendiendo a las fotografías conservadas, destacando el altorrelieve de la Epifanía como la obra más cercana a su producción. Otro grupo escultórico análogo a la praxis pesqueriana es la Anunciación que preside la portada de la Iglesia de la Encarnación de Íllora, de audaz resolución manierista al situar al arcángel Gabriel a espaldas de la Virgen girando ésta sobre sí misma sorprendida.

Hasta 1570 Pesquera continúa en Granada alquilando una casa en la collación de San Pedro, sin embargo a finales del año siguiente se establece en Sevilla; un traslado probablemente motivado por la convulsión económica consecuente de la guerra de las Alpujarras (1568-70). No obstante, perpetuó su legado a través de Alonso Hernández, quien en 1576 termina en la Chancillería las Virtudes de los arcos de la escalera. El calado dejado por Pesquera en Andalucía Oriental se deja sentir en los anónimos relieves del retablo de la Asunción de Priego de Córdoba (1567-82), y en mayor medida, en los relieves de los pedestales que por fortuna sobreviven del desventurado retablo de Santa María de Vélez-Málaga, supuestamente ejecutado por Pedro de Moros (h.1565-80), y que indudablemente recuerdan a los del retablo de Ogíjares.

En la capital hispalense, Pesquera disfruta del patrocinio de las dos principales corporaciones de la ciudad, los cabildos metropolitano y consistorial, síntoma de su buena posición social. La documentación relativa a la fábrica de la catedral lo sitúa inicialmente trabajando en la Capilla Real, para la que labra una “virgen” identificada con alguna de las dos santas mártires, Justa y Rufina (1571). Tras quedar satisfecho el cabildo, se decide incorporar a Pesquera en la nómina de escultores, cobrando un salario de 12000 maravedís y 3 cahíces de trigo, al que se suma medio ducado como jornal; una remuneración que le ofrecía estabilidad al escultor, que recibió el consecuente encargo de la otra clasicista mártir (1572). Meses más tarde Asensio de Maeda, hijo de Juan de Maeda, lo convoca en Granada para la tasación del retablo de Colomera que había terminado en un convulsivo pleito entre sus artífices, regresando nuevamente a Sevilla. Desde 1573, Pesquera se ve inmerso en una fructífera serie de proyectos urbanísticos promovidos por el Asistente de la ciudad y Conde de Barajas Francisco Zapata, formando equipo con el artillero Bartolomé Morel y el ya aludido arquitecto Asensio de Maeda. La desaparecida fuente de Feria (1573-74) adosada a la torre parroquial de Omnium Sanctorum, constituyó el punto de partida de estos trabajos asociados a la nueva red de abastecimiento de agua, cuyo diseño dibujó y modeló Pesquera fundiendo sus leones en bronce Morel. El mismo dúo, haría una similar tarea bajo trazas de Maeda para la desaparecida fuente de Baco (1574) alineada en la Alameda; y la fuente de Mercurio (1576) de la plaza de San Francisco. Esta última, reproducida en 1717 tras su destrucción cinco años antes, conserva la iconografía de Mercurio Argifontes; una versión moralizante en su advocación de dios prudente, idónea para presidir el centro administrativo y judicial de la ciudad. Asimismo, Pesquera labró en piedra los retratos heroizados de Carlos I y Felipe II como Hércules y Julio César (1574), los míticos fundadores de la ciudad, que regentan sobre triunfos la Alameda. En ambas se realza aún más su voluntad clasicista, con el inevitable trasunto del egregio Hércules Farnesio, hallado en Roma en 1546 y grabado por Girolamo Porro (1570) o el César tomado del relieve de Trajano coronado por la Victoria del Arco de Constantino y grabado por Marcantonio Raimondi (h.1520); debiendo consultar las dos estampas en el álbum Speculum Romanae Magnificentiae de Antonio Lafreri (h.1573).

El prestigio del escultor que se encontraba en la cima de su carrera, llamó la atención de otros mecenas. Tal es el caso del II Duque de Alcalá, Fernando Enríquez de Ribera, quien le encarga en 1575 los retratos orantes en mármol de su cuñada Juana de Zúñiga y de la difunta Catalina Cortés, viuda e hija respectivamente de Hernán Cortés, hoy día en el Monasterio de la Cartuja. De igual modo el Teniente de Alcaide Juan Antonio del Alcázar concierta con Pesquera la fuente de Mercurio del Real Alcázar, entregando paulatinamente los modelos en barro que fundió Morel de los 4 leones esquineros (1575); la urna, la deidad y las 18 bolas que cercan el estanque (1576); los 4 putti y otros ornatos de la urna (1577). El elegante dios de los mercaderes sobre el amplio mar del estanque, se asociaba a las pinturas murales del alegórico Río Betis y al dios Neptuno; aludiendo a la prosperidad de la región fruto de la agricultura y el comercio marítimo. Paralelamente Pesquera no abandonó su empleo en la catedral, residiendo en el Colegio de San Miguel mientras cincelaba el gran programa ideado por el canónigo humanista Francisco Pacheco para el Antecabildo (1577-80), que concienciaría al capítulo en la toma de buenas decisiones a través de escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, y las alegorías de las Virtudes. Sin constancia exacta de lo que realizó, parecen suyos los relieves de Salomón y David del vestíbulo; y en el Antecabildo los miguelangelescos Evangelistas de las puertas, la Ofrenda de Noé del testero norte y los relieves del testero occidental de La torre de Babel, La ramera de Babilonia, Los prodigios de Moisés y Aarón ante el faraón, La condena de Amán y El paso del mar Rojo. Algunas de estas historias se inspiran en grabados de Federico Zuccaro (c.1540-1609) como La torre de Babel, Los prodigios de Moisés o La calumnia de Apeles. Algo más segura es su intervención en las Virtudes, aunque la única que se puede desgranar por un pago de 1577 sea la Templanza. Las ocho están realizadas con eminente sentido antiguo, casi rescatadas de un pasado romano, basándose con seguridad la Prudencia en la romana Ceres de la colección del I Duque de Alcalá, Per Afán Enríquez de Ribera, traída a la Casa de Pilatos entre 1568-71 desde Nápoles; una colección arqueológica a la que según las crónicas acudían los escultores para su estudio, como lo hacían en Florencia en tiempos de Lorenzo el Magnífico al Giardino di San Marco.

En Mayo de 1580 Pesquera desaparece de la fábrica de la catedral, sin terminar el ciclo del Antecabildo ni cumpliendo un contrato del mismo año con el vecino de Niebla Cristóbal Rodríguez Orihuela, por el que acuerda realizar un Resucitado en madera. Se ignoran los motivos por los que marcha de Sevilla, reapareciendo en México en 1582, tallando una Virgen y San Juan para el Convento de Santo Domingo. Murió en torno a 1587 como atestigua el platero Julio de Torres al entregar a la catedral novohispana su custodia, según “traza y montea que dibujó Diego de Pesquera, difunto”.

Autor: Ricardo García Jurado

Bibliografía

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