El origen de este interesante conjunto arquitectónico se encuentra en el siglo VIII. Abderramán I, primer emir omeya, ordenaría  en  el año 785 la construcción de un templo musulmán en sustitución de la antigua basílica visigoda de San Vicente, templo que venía utilizándose como mezquita desde mediados de dicha centuria. Hasta el siglo X el edificio sería objeto de diversas intervenciones, destacando las ampliaciones efectuadas hacia el sur por Abderramán II y Alhakén II, y hacia el este por Almanzor.

Tras la reconquista cristiana en el año 1236 la mezquita pasaría a convertirse en catedral de la ciudad. Con el fin de adaptar el edificio al culto cristiano fueron introduciéndose grandes transformaciones, concediéndose igualmente a las familias locales más destacadas espacios para la construcción de sus capillas funerarias.

La primera capilla mayor del templo estuvo ubicada en el lucernario  central erigido por Alhakén II, situándose el coro en las cinco naves contiguas en sentido oeste.  A finales del siglo XV el obispo Íñigo Manrique impulsaría la construcción de la nave del coro, delante de la capilla mayor. Conocida como capilla de Villaviciosa se trata de una nave alta y luminosa de estilo gótico, cubierta por casetones de madera sobre arcos diafragma de sección apuntada. Gracias a esta obra pudieron solventarse los problemas que impedían la celebración de la liturgia coral con amplitud y comodidad, consecuencia de la peculiar estructura de arcos y columnas de la antigua mezquita.

Otra importante intervención llevada a cabo durante la etapa bajomedieval cristiana fue la construcción de la capilla Real, sufragada en 1371 por el monarca Enrique II Trastámara. Se trata de una interesante obra de arte mudéjar resuelta en un espacio rectangular. Los alzados de la misma se decoran con zócalos alicatados y bellas yeserías, quedando finalmente coronada por una monumental bóveda de nervios angrelados y mocárabes.

La catedral surgida de estas intervenciones medievales se completó con diversas obras artísticas, destacando el Calvario de Villaviciosa o las pinturas murales de estilo sienés que decoraron la capilla mayor, conservados en los Museos Diocesano y  de Bellas Artes de la ciudad, respectivamente.

En lo que respecta al exterior, el citado Enrique II patrocinaría en 1377 la decoración mudéjar de la puerta del Perdón, acceso principal a la catedral. La ornamentación de esta puerta sería posteriormente completada durante la Edad Moderna, tratándose de un interesante ejemplo en el que se aúnan los estilos artísticos de distintas épocas.   

Mayor importancia tendrían las intervenciones llevadas a cabo en la catedral en el transcurso de la Edad Moderna. Durante el siglo XVI, momento de gran auge social y económico, se efectuaron grandes transformaciones impulsadas por varios  obispos y desarrollándose en las siguientes fases:

La primera tiene lugar en los años iniciales de la centuria, a cargo de Juan Daza. Este prelado impulsó el arreglo de algunas puertas del flanco occidental del edificio, destacando las intervenciones que se efectuaron en el llamado Postigo de Palacio.

Su sucesor, el obispo Martín Fernández de Angulo, encomendó al maestro mayor del templo, Hernán Ruiz I, la reconstrucción del patio de la antigua mezquita. Dicho espacio quedó convertido en un claustro gótico-mudéjar mediante la reiteración de un mismo módulo, consistente en tres arcos de medio punto peraltados sobre columnas musulmanas, enmarcados por alfiz y separados por machones.

Durante el mandato episcopal del obispo Alonso Manrique se efectuaron importantes transformaciones en el interior del edificio, destacando la ejecución de una serie de obras en el ángulo sureste del conjunto catedralicio. En primer lugar se procedió al acondicionamiento de la antigua capilla de Santiago para ubicar la librería capitular. De este modo, en 1517 Hernán Ruiz I añadía bóvedas de crucería a dicho espacio, si bien manteniendo la estructura de arcadas del mismo. Al año siguiente, reformaba la capilla de San Clemente con el fin de destinarla a sala capitular, cubriéndola igualmente con bóvedas de crucería. Las intervenciones del citado maestro en este enclave catedralicio se completarían en 1520, con el arreglo de las capillas de los Sosa y de los Recaudos.    

Sin embargo, la obra de mayor envergadura impulsada por el prelado Manrique fue la construcción de la nueva capilla Mayor y del nuevo coro, en el centro geométrico de la catedral. El proyecto fue encomendado también al primero de los Hernán Ruiz, quien diseñó una capilla de planta rectangular con tres naves, siendo la central más alta y ancha que las laterales. El espacio se completó con un crucero inscrito, precedido por una nave transversal a los pies y otra igual en la cabecera. La nave central muestra en su arranque arcos formeros, ligeramente apuntados y enmarcados por alfiz. Las naves laterales se cubren con bóvedas de nervaduras y se articulan mediante grupos de tres arcos de la antigua mezquita, que fueron desmontados y adaptados a la nueva obra.    

La construcción del crucero prosigue durante el mandato episcopal de fray Juan Álvarez de Toledo, período en el que llega la huella renacentista a la obra de la capilla Mayor y el coro. Así se aprecia en el gran entablamento plateresco que corona las arcadas del crucero y en la fachada interior de la cabecera, tras el altar mayor, obras realizadas igualmente por Hernán Ruiz I. En el exterior del edificio también se dejó sentir el plateresco con la reforma en 1533 de la puerta de las Palmas, la principal del patio.

Las obras de la capilla Mayor y del coro reciben un nuevo impulso durante el episcopado de don Leopoldo de Austria, coincidiendo con los años centrales del siglo XVI. En 1545 Hernán Ruiz I es sustituido por su hijo   Hernán Ruiz II en el cargo de maestro mayor del templo, acometiendo las obras del alzado de la cabecera y de los brazos del crucero. En los alzados de estos últimos realiza una interesante interpretación del renacimiento derivado de Diego de Siloé.

Durante el tercer cuarto de la centuria las obras siguen su curso bajo la dirección de joven Hernán Ruiz. Coincidiendo con el episcopado de Cristóbal de Rojas realiza la bóveda de la cabecera de la capilla mayor, decorada con lacerías góticas y un programa iconográfico mariano. Más acorde con el estilo de su padre, en la misma rinde un tributo a las enseñanzas que de él recibiera.

La intervención de Hernán Ruiz II en la catedral de Córdoba es muy amplia, destacando junto con las obras del crucero, la construcción de puerta de Santa Catalina en el flanco oriental del edificio. Tratándose de uno de los accesos más importantes al conjunto arquitectónico fue concebida con un esquema triunfal.

Tras la muerte de Hernán Ruiz II en 1569 las obras del crucero quedaron paralizadas durante treinta años, si bien se siguió trabajando en otros espacios del edificio con la intervención de su hijo, el maestro Hernán Ruiz III. En 1571 el cabildo catedralicio convino ubicar la capilla del Sagrario Nuevo en el espacio de la librería capitular. Hernán Ruiz III realizó la portada de la misma en una línea que recuerda el estilo de su padre. La capilla fue decorada en 1583 con una serie de pinturas realizadas por el pintor italiano Cesar Arbasia, quien siguió un programa iconográfico dictado por el cronista Ambrosio de Morales. Influidas por el espíritu religioso de Trento, las pinturas del Sagrario se hallan presididas por la Última Cena y muestran una iconografía triunfal de los mártires cordobeses.

Hernán Ruiz III intervino también con un diseño manierista en el cuerpo de campanas de la torre campanario, abriendo en cada uno de sus frentes tres vanos: el central de medio punto y los laterales adintelados y coronados por óculos ovales. No obstante, las obras quedarían inconclusas efectuando el remate de la torre Juan Sequero, ya a principios del siglo XVII. Posteriormente, a mediados de esta centuria, Gaspar de la Peña forraría la parte vista del antiguo alminar.  

Las obras del crucero no se reanudarían hasta los últimos años del siglo XVI, bajo el mandato del prelado don Francisco Reinoso y Baeza, afanado en cubrir el espacio que había quedado en alberca. La cubierta sería construida en ladrillo bajo la dirección del maestro mayor de la ciudad Juan de Ochoa. Se trata de una bóveda de cañón rebajado con lunetos y decorada con yeserías que muestran un interesante programa iconográfico. Dicha ornamentación corrió a cargo de Francisco Gutiérrez Garrido siguiendo los diseños atribuidos a Pablo de Céspedes. La cúpula oval del crucero fue alzada también bajo la dirección de Juan de Ochoa. Este maestro realizaría igualmente el testero de los pies del coro y la fachada del trascoro, obra esta última de estética manierista presidida por la efigie de San Pedro Pontífice. El pórtico del antecoro muestra por su parte una gran sobriedad derivada del estilo herreriano, habiendo sido diseñado por Diego de Praves, maestro mayor de la catedral de Valladolid.     

En el transcurso de los siglos XVII y XVIII se llevaron a cabo importantes intervenciones en el conjunto arquitectónico. En 1616 se culminaban las obras de la capilla de San Pablo -colindante con la capilla Real-, decorada con numerosos relieves que se inspiran en el programa ornamental de la  citada bóveda del coro. Durante los primeros años de la centuria se reforman también las capillas del testero norte. Asimismo, el interior del templo se enriquece con algunas obras marmóreas. Tal es el caso del retablo mayor, diseñado en 1618 por el jesuita Alonso Matías. Las pinturas originales del mismo fueron sustituidas en 1713 por las actuales, obras de Acisclo Antonio Palomino. Ya en la segunda mitad de la centuria el maestro Melchor de Aguirre labraría igualmente en mármoles la capilla de la Concepción, situada en el flanco occidental del templo. Presidida por una imagen de la Inmaculada Concepción de Pedro de Mena, dicha capilla fue dotada por el obispo fray Alonso de Medina Salizanes, reservando su espacio para enterramiento propio.   

A caballo entre los siglos XVII y XVIII se erige la capilla del Cardenal Salazar, en el flanco meridional del edificio. Dedicada a Santa Teresa fue concebida como sacristía mayor del templo, destinándose igualmente a capilla funeraria de fray Pedro de Salazar, prelado que encargó la obra al maestro Francisco Hurtado Izquierdo. Se trata de un luminoso espacio octogonal enriquecido con yeserías, labor ornamental que corrió a cargo de  Teodosio Sánchez de Rueda, colaborador de Hurtado Izquierdo. La capilla se halla presidida por una talla de Santa Teresa, obra de José de Mora. Al taller de este imaginero granadino pertenecen las restantes imágenes de santos. En la ornamentación de la capilla destacan también los lienzos de temática hagiográfica vinculada a Córdoba, pinturas realizadas por Acisclo Antonio Palomino.  En un lateral de la capilla se ubica el sepulcro del cardenal y justo en el centro se alza la custodia que el obispo Martín Fernández de Angulo encargara en 1514 al maestro Enrique de Arfe.  

A mediados del siglo XVIII se completaría el espacio del coro catedralicio con la sillería que realizara el maestro Pedro Duque Cornejo. La magnífica talla de la misma fue realizada en madera de caoba, presentando un  programa iconográfico encabezado por la Ascensión, que se eleva sobre la silla episcopal, flanqueada por la Magdalena y Santa Teresa, y rematada por la efigie de San Rafael.

Las tendencias academicistas del Setecientos dejaron su huella en algunas obras. Tal es el caso de los púlpitos, realizados por el francés Miguel Verdiguier con la colaboración del maestro local Alonso Gómez de Sandoval, y de la capilla de Santa Inés. Ubicada esta última en el flanco meridional del edificio, contó también con la intervención del citado maestro francés.

Autora: Yolanda Victoria Olmedo Sánchez

Bibliografía

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NIETO CUMPLIDO, Manuel, La Catedral de Córdoba, Córdoba, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Córdoba, Obra Social y Cultural, 1998. (reedición en 2007).

NIETO CUMPLIDO, Manuel y RECIO MATEO, Luís, La Mezquita-Catedral de Córdoba: Patrimonio de la Humanidad, Granada, Edilux, 2005.

SALCEDO HIERRO, Miguel, La Mezquita, Catedral de Córdoba: templo universal, cumbre de arte, vivero de historias y leyendas, Córdoba, CajaSur, Obra Social y Cultural, 2000.

VILLAR MOVELLÁN, Alberto (Dir.), Guía artística de la provincia de Córdoba,  Córdoba, Universidad de Córdoba, 1995, pp. 17-53.  

VILLAR MOVELLÁN, Alberto, La Catedral de Córdoba, Sevilla, Caja San Fernando, 2002.