Damián de Castro es uno de los plateros cordobeses más conocidos y destacados. Su biografía es muy completa y son numerosos los historiadores que han ido aportando datos acerca de su vida y de su producción artística. En palabras de Ortiz Juárez: “Damián de Castro es el orfebre más importante de la segunda mitad del siglo XVIII español, tanto por su exquisito arte como por su fecundidad. Sus obras están repartidas no sólo por casi todas las iglesias cordobesas, sino muchas sevillanas, malagueñas y canarias, siendo también numerosísimas las que hay repartidas por toda España y algunos países extranjeros. Su influencia entre los plateros contemporáneos, especialmente los cordobeses, es tan grande y decisiva que bien puede llamarse al rococó cordobés estilo Damián de Castro”.

Nació en Córdoba el 27 de septiembre de 1716, en la calle Azonaicas nº 30. Su padre era Juan de Castro, platero, y su madre María Rafaela de Osorio. Se formará en el arte de la platería en el taller de su progenitor. Con tan sólo 13 años ganará uno de los premios de un certamen de aprendices organizado por el gremio el 12 de junio de 1729. El 16 de diciembre de 1736 aprobó el examen de ingreso en el gremio de plateros con un aderezo realizado con diamantes. En 1746 contrae matrimonio en la parroquia del Sagrario con María Rafaela García de Aguilar, hija de Bernabé García de los Reyes, otro platero. Tuvieron nueve hijos, de los cuales, Juan, el mayor, seguirá el arte de su padre y ayudará en el taller familiar.

Unos años después, en 1751, fallece su suegro y se hace cargo de su taller, así como de terminar sus obras inconclusas. En 1752 figura como uno de los plateros más acaudalados en el Catastro de Ensenada. Durante toda su vida compaginó la producción artística, con el desempeño de diferentes cargos de importancia dentro del gremio cordobés y los negocios familiares, que en un principio le fueron beneficiosos, pero que después le causaron grandes perjuicios.

En dos ocasiones viajará a Madrid. La primera de ellas hacia 1760, hasta situar a su hermano Diego como platero, y la segunda, en 1777, a causa del pleito mantenido con el gremio de Málaga para que se permitiera a los feriantes cordobeses poder comerciar en dicha ciudad. Tras lo cual fue nombrado Hermano Mayor de la corporación cordobesa, cargo que ostentará durante bastante tiempo. En esos años, será su hijo Juan el que se encargue del taller familiar y obtenga el beneficio de quedar exento del pago de los derechos a examen.  Murió el 7 de julio de 1793 en la ciudad de Sevilla, en casa de su hermano el canónigo, Pedro de Córdoba. Su cuerpo se encuentra enterrado en la capilla de los cálices de la catedral metropolitana, donde fue trasladado desde la parroquia de Santa Cruz.

Al comienzo de su carrera, sus piezas mostrarán la influencia del Barroco y especialmente de su suegro, Bernabé. Pero hacia 1760, la rocalla entra en su producción y se convertirá en la verdadera protagonista de su obra, dando lugar a formas totalmente personales que regirán con fuerza hasta su muerte y lo convertirán en un perfecto artífice del Rococó francés. Además de ser un gran orfebre, fue también un buen dibujante, prueba de ello son los perímetros que les confiere a sus obras y sus siluetas elegantes, las cuales incluso dentro de la asimetría, van a conservar su uniformidad. Creó modelos que, por sus características, son inconfundibles, como los cálices salomónicos, con los que según Cruz Valdovinos “consigue plasmar la magnífica idea del modo más afortunado”, recorridos de arriba abajo con ondulaciones, y que serán copiados posteriormente por muchos plateros coetáneos.

Aunque la mayor parte de su producción fue religiosa, se conocen algunas piezas de tipo civil, como jarros, palanganas, candeleros, vasos, platos, cajas para rape y azafates. En cuanto a la producción eclesiástica, se han catalogado más de 400 ejemplares salidos de sus gubias y es frecuente encontrar nuevas publicaciones con aportaciones desconocidas. Las tipologías trabajadas por Castro son muy numerosas y abarcan todo un gran abanico: obras de uso litúrgico, como cálices, copones, vinajeras, portapaces, candeleros, sacras, copones, atriles, jarras y fuentes; otras para diversas ceremonias litúrgicas, entre las que destacan las crismeras, las arcas eucarísticas, las custodias portátiles, los portaviáticos y los acetres; las procesionales, como cruces, navetas, incensarios, custodias procesionales o placas de estandarte; para adornar capillas sirven los candelabros, las cruces de altar, las lámparas o los sagrarios y visos de sagrario; y destinados a las figuras de culto se encuentran las coronas, medias lunas, rostrillos, resplandores y un sinfín más de tipos.

A lo largo de su vida, Damián de Castro utilizará diferentes punzones, que han sido muy bien estudiados e identificados. En el año 1758 había conseguido la aprobación como marcador y contraste interino para sustituir a Bartolomé Sánchez Taramas, que estaba enfermo en aquel momento. Pero no sólo estampará su sello como contraste hacia mediados de siglo, sino que lo hará en más ocasiones y será muy frecuente encontrarlo en sus propias obras. Muchas han sido las teorías que han intentado explicar esta situación extraordinaria, inclinándose por la tesis aún no documentada de algún tipo de privilegio obtenido por el artífice a lo largo de su vida, que le permitió esta actuación.

Entre su clientela se encuentran importantes personajes nobiliarios y de alta jerarquía eclesiástica. De especial relevancia va a ser don Francisco Javier Delgado y Venegas, cuya carrera eclesiástica lo mantuvo en Córdoba como canónigo magistral entre 1744 y 1761. Posteriormente fue obispo de Canarias, Sigüenza y arzobispo de Sevilla. Don Francisco lo nombrará platero de la catedral cordobesa, cargo que ostentará hasta su muerte y le encargará importantes obras destinadas a las diferentes diócesis por las que pasó el prelado. Destacan el arca eucarística de la Catedral de Córdoba, la custodia procesional de La Orotava (Tenerife), la cruz procesional de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria o la custodia procesional de Sigüenza, entre otras muchas. Para la catedral cordobesa elaborará entre otras la figura de la imagen de Nuestra Señora y la de San Rafael, unas crismeras y las repisas de plata de la custodia de Enrique de Arfe.

Nobles como el III marqués de Cortes de Graena, don Antonio Pérez de Barradas, o el XII duque de Medinaceli, don Pedro Alcántara Fernández de Córdoba, le harán importantes encargos. Para el primero realizará un conjunto abundante de piezas que se conservan en algunas iglesias de la localidad de Écija como, así como para el joyero personal de la marquesa y la vajilla familiar. Don Pedro, por su parte, se ocupará de dotar y renovar los ajuares eclesiásticos de las villas que componían su señorío. Montilla, Priego de Córdoba, Montalbán de Córdoba, Puente Genil, Aguilar de la Frontera o Monturque figuran entre las receptoras de dichas piezas, fácilmente identificables por las inscripciones y los escudos nobiliarios en ellas estampados por el platero.

Pero no sólo la nobleza o el estamento eclesiástico fueron sus clientes. Son numerosas las parroquias y los conventos que poseen en sus tesoros obras punzonadas por Castro: Almodóvar del Río, Bujalance, Cabra, Fernán Núñez, Palma del Río y un largo etcétera, que se completa con lugares tan alejados como Zamora, Burgo de Osma, Segovia, Toledo, Cuenca o México.

Autora: María del Amor Rodríguez Miranda

Bibliografía

MORENO CUADRO, F. y NIETO CUMPLIDO, M.; Eucharistica cordubensis. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1993.

MORENO CUADRO, F.; Platería cordobesa. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Córdoba, Obra Social y Cultural, Córdoba, 2006.

VALVERDE MADRID, J.; “El platero Damián de Castro”. Boletín de la Real Academia de Córdoba, nº 85, pp. 31-125. 1985

CRUZ VALDOVINOS, J. M.; “Damián de Castro y la platería cordobesa de la segunda mitad del siglo XVIII”. Sánchez-Lafuente Gemar, R. (Coord.). El Fulgor de la plata. Ed. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, 2007, pp. 105-123.

CRUZ VALDOVINOS, J. M.; “Seis obras inéditas y algunas cuestiones pendientes sobre el platero cordobés don Damián de Castro”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XLVIII, 1982, pp. 327-350.