Natural de la villa abulense de Las Navas del Marqués, Cristóbal García de Segovia era descendiente de una familia de orígenes hidalgos provenientes de la montaña de León, El Espinar y Las Berlanas, asentados en dicha población serrana a fines del siglo XVI. Entre sus parientes más cercanos se encontraban los Ibáñez de Segovia, señores de ganado en los sexmos segovianos vecinos y que, merced a su poderío económico, servicio a la Monarquía y a una acertada política matrimonial, alcanzaron la Grandeza de España en tanto marqueses de Mondéjar y condes de Tendilla.

García de Segovia, por su parte, encaminó sus pasos hacia Sevilla poco antes de 1660, vinculándose pronto a la Carrera de Indias. En 1671 ya era reputado por capitán entre los partícipes del comercio americano. Asimismo, emparentó con ilustres familias mercantiles gracias a su desposorio con Isabel Gabriela de Ingunza y Morales, dama de orígenes vascos y andaluces, con quien tendría ocho hijos. Su vertiginoso ascenso económico y social, que permite observarle como modelo prototípico de la oligarquía hispalense del reinado de Carlos II, cristalizó gracias a la adquisición de grandes heredades de olivar y viñedos en Gelves y a la colaboración con los familiares de su esposa, los Morales. Según los análisis cuantitativos de Lutgardo García Fuentes, Cristóbal García de Segovia se consolidó como uno de los principales cosecheros y cargadores a Indias, despuntando como exportador de aceite, vino, aguardiente, vinagre y aceitunas. El despliegue de una red de correspondientes y factores provenientes de su propia familia (Juan Rodríguez García de Segovia) y del sistema mercantil criollo con quien emparentarían (Bernardo de Estrada) coadyuvaron a la conformación de estrechos lazos con los puertos de Portobelo y Veracruz, donde situó su propia producción agraria. A ello habría que sumar otra tipología de inversión de capital, esta vez como fiador de expediciones negreras hacia el reino de Angola y convoyes para Buenos Aires y diversos puertos de las Indias castellanas donde no tenía trato directo con correspondientes locales. Tras su muerte, en 1692, la compañía García de Segovia no dejó de participar en el tráfico atlántico. Su viuda e hijo segundo -y heredero, tras la muerte del primogénito- Juan Cristóbal García de Segovia mantuvieron intacta la red de contactos mercantil de don Cristóbal, que solamente se vería dañado con los envites de la guerra de Sucesión. Tras la pérdida de capitales y bienes embarcados en la flota de Indias que fuera destruida en la bahía de Rande (1702), una serie de litigios con socios y acreedores incidió negativamente en el crédito de la firma. Pese a sus lazos con el Consulado, don Juan Cristóbal habría de ceder la dirección de sus negocios cosecheros a su hijo Félix García de Segovia, a mediados de la década de 1720, lo que marcó el declive definitivo de su fortuna hacendística.

Mientras desarrollaba sus negocios ultramarinos, Cristóbal García de Segovia demostró una activa promoción de su persona y linaje en diversos planos del honor. Ya en 1671 consiguió ver reconocida su hidalguía por la justicia y vecinos de Las Navas del Marqués, pero dada la condición de behetría de dicha villa, recurrió a su empadronamiento en El Espinar para gozar dignidades del estado nobiliario (1670-1681). Progresivamente fue investido con un título de familiar del Santo Oficio y adquirió numerosas tierras, censos y préstamos en Las Navas. En 1673 los vincularía en una capellanía y obra pía focalizada en la ermita del Santísimo Cristo de Gracia, superponiéndose a una inicial fundación de sus antepasados paternos. Junto a la potenciación de su imagen nobiliaria en su patria, el favorable enlace con los Ingunza-Morales vino acompañado con la promoción del matrimonio como benefactores de instituciones eclesiásticas de gran relevancia en la vida hispalense. De esta forma, Cristóbal García de Segovia se integró en la Orden Tercera franciscana, dotó una fundación en la sacristía de la Casa Grande seráfica de Sevilla y con el prestigioso cargo de padre mayor de la Inquisición local. Los lazos familiares y económicos con Gaspar Ibáñez de Segovia, marqués de Mondéjar, le valieron la protección de este afamado cortesano e historiador, consiguiéndole un hábito de la Orden de Calatrava en 1683, que se haría efectivo cuatro años después. El cénit de su programa representativo tuvo lugar al final de su vida, cuando había alcanzado la mayordomía y la alcaldía mayor de la Hermandad de la Caridad, el cargo de síndico general de los franciscanos sevillanos y, finalmente, patrono de la sacristía de la Casa Grande de San Francisco.

Tras las desamortizaciones del siglo XIX, los García de Segovia perdieron el control sobre sus obras pías y capellanías en Sevilla y Las Navas del Marqués. Fruto de este proceso fue la venta, en sendos lienzos recortados, de los retratos de Cristóbal García de Segovia e Isabel Gabriela de Ingunza a coleccionistas británicos y estadounidenses. En 1936 desapareció otra pintura votiva con sus figuras en la población abulense. Descritas dichas obras por August L. Mayer y Fidel Pérez Mínguez, en la actualidad la pintura de don Cristóbal se conserva en la colección del Metropolitan Museum de Nueva York, mostrándole en su madurez, vestido a la española y en actitud orante. El de su esposa, reproducido por los citados historiadores novecentistas, la representa sosteniendo un libro de horas y vestida con un rico traje a la usanza cortesana.

Autor: Roberto Quirós Rosado

Bibliografía

GARCÍA FUENTES, Lutgardo, “Exportación y exportadores sevillanos a Indias, 1650-1700”, Archivo Hispalense, 183, 1977, pp. 1-39.

BERNAL, Antonio-Miguel, La financiación de la carrera de Indias (1492-1824), Sevilla, Tabapress, 1993.

QUIRÓS ROSADO, Roberto, “Nobleza, Iglesia y comercio indiano: el caso de Cristóbal García de Segovia (1633-1692)”, Hidalguía, 331, 2008, pp. 839-860; 332, 2009, pp. 43-83.

GUTIÉRREZ NÚÑEZ, Francisco Javier, “Cristóbal García de Segovia y el patronato de la Sacristía Mayor del Convento de San Francisco Casa Grande de Sevilla (1688-1692)”, en PELÁEZ DEL ROSAL, Manuel (dir. y ed.), El franciscanismo: identidad y poder. Libro homenaje al P. Enrique Chacón Cabello, ofm, Córdoba, AHEF, 2016, pp. 395-420.