La Colegiata se entiende gracias al patronato de la casa ducal de Osuna, desde su fundación hasta la actualidad. A decir de sus biógrafos, Juan Téllez Girón, retirado en la villa de Arahal, se trasladó a la localidad de Osuna tras la muerte de su hermano, convirtiéndose en el conde de Ureña en el año 1531. Rápidamente inició la construcción del templo, junto con la Capilla del Santo Sepulcro, panteón de los duques de Osuna, en el año 1545, a la vez que se hacían otras obras en iglesias y monasterios en la villa de Osuna, así como la Universidad y el Colegio Mayor con posterioridad. Ambas instituciones, Colegiata y conjunto funerario, aunque van unidas desde su creación, se gestionaban de forma independiente.

Según Antonio García de Córdoba, fue construida sobre el solar de la iglesia del Castillo, fortaleza erigida en un lugar que dominaba el pueblo, y aunque se desconoce con exactitud cuando comenzaron las obras, la bula fundacional es del año 1534 otorgando el derecho de patronazgo y de presentar el cargo de abad al conde de Ureña y sus descendientes. Sus estatutos datan de enero del año 1537 junto a las adiciones posteriores. Constan de 31 artículos basados en los de la Colegiata de Valladolid y los del Hospital de santa Cruz de Toledo, aunque también recibió influencias de la catedral de Sevilla.

Varios acontecimientos sucedidos en el siglo XIX provocan el deterioro de la institución: crisis económica, ocupación napoleónica, desamortizaciones, cambios políticos,… desapareciendo oficialmente con el concordato del año 1851. La Colegiata se conservó gracias al duque de Osuna, recogiéndose la última acta de enero de 1867.

Arquitectónicamente, es un templo de planta rectangular con tres naves y nueve capillas entre los contrafuertes a ambos lados del templo. Iniciado en estilo gótico tal como se aprecia en su cabecera, fue construido finalmente en estilo renacentista como se puede observar en sus elegantes pilastras bajo las bóvedas vaídas.

Su exterior es muy sobrio, con poca decoración que se concentra en las puertas. El acceso se realiza a través de tres puertas, La Puerta de la Cuesta está ubicada frente al monasterio de la Encarnación, formada por un arco y frontón separados por friso de metopas y triglifos apoyado en dos columnas estriadas con basamento. Sobre esta hay una cartela con la inscripción “Concebida sin mancha de pecado original”. La Puerta de la epístola es más sencilla aún, se compone de un arco de piedra que en su clave se lleva la fecha del año 1632. Finalmente, la erróneamente conocida como Puerta del Sol a los pies del templo es la más decorada en estilo renacentista plateresco. Se ja afirmado que se inspira en la Sala de los Lirios de la Signoria de Florencia, aunque su parentesco es mayor con las obras realizadas por Diego de Riaño y Martín de Gainza, aparece fechada en el año 1535. Se compone de dos columnas corintias en las que apoyan un frontón curvo en cuyo interior había una vista de Jerusalén, actualmente muy deteriorada y dos ángeles que soportan los escudos ducales, sobre un dintel adornado de grutescos. El intradós del arco aparece decorado con casetones. Dos pilastras con decoración renacentista enmarcan la puerta recibiendo sobre sus capiteles un friso con inscripciones y dos medallones con los bustos de David y santo Tomás. El conjunto lo remata un frontón triangular donde se abre un óculo custodiado por dos ángeles con escudos. La torre del templo se presenta inacabada tras un derrumbe y sucesivas transformaciones durante los siglos XIX y XX.

Adosadas al templo se encuentran varias dependencias destacando la sacristía, la sala capitular y el archivo. En la primera de ellas cubierta por un artesonado de azulejos por tabla tipo cuenca, se encuentra el Museo de Arte sacro del templo.

Dentro de la misma Colegiata se encuentra uno de los conjuntos más característicos del renacimiento sevillano, la Capilla del Santo Sepulcro, lugar de enterramiento de los condes de Ureña y duques de Osuna. Adosado a la Colegiata y bajo el altar mayor, se compone de capilla y enterramiento. La capilla quedaba incorporada a la de san Andrés de Roma por bula del sumo pontífice Paulo III. Se accede a través de un patio de doble claustro de columnas y arcos escarzanos con intradós decorados con casetones circulares y cabezas de ángeles  en las roscas. Sobre éste un friso con inscripciones alusivas a la muerte y a la vida después de la muerte. El claustro también se decora con motivos de grutescos y candelieri y pinturas murales casi desaparecidas con la Santa Cena como motivo central. La pequeña capilla tiene tres naves y coro situado al modo hispano. Está decorada con yeserías de grutescos y bóvedas con casetones circulares policromados. A ella abre la capilla de la Virgen de la Granada, también de estilo renacentista. La sacristía también es de reducidas dimensiones.

Respecto al patrimonio mueble de la Colegiata destaca el retablo mayor, gran máquina barroca de madera dorada y policromada realizada durante el siglo XVIII. Consta de planta cóncava con un alzado dividido en banco, dos cuerpos, tres calles y un ático. Tanto la escultura de la calle principal como la pintura de las laterales forman un retablo iniciado por Francisco María de Ceiba y Pedro García de Acuña, y transformado con posterioridad con motivo de la remodelación de la nueva capilla mayor. El tallista Juan Guerra se comprometió a concluirlo en el año 1761, dorándose nueve años más tarde.

En la capilla de la cabecera del lado del evangelio se encuentra el retablo del Sagrario, obra en madera que aglutina tres retablos de distintas fechas. El central es obra del pintor Juan de Zamora del año 1532 formado de dos cuerpos y tres calles narrando distintas escenas de la vida de Cristo: Transfiguración, Ascensión, Cena, Juicio Final y Resurrección. Intervienen varios artistas como Antonio de Tejada, Cristóbal de Mayorga, Antón Sánchez de Guadalupe y Sebastián Alejo Fernández.

Situado en un altar dentro de la capilla de la Inmaculada se da culto al Crucificado de Juan de Mesa, realizado tras un encargo del canónigo Ontiveros en el año 1623, con bastantes semejanzas con el Crucificado de la Buena Muerte de la hermandad de los Estudiantes de Sevilla, aunque de menores dimensiones.

También dentro del patrimonio mueble es destacable la colección de cuadros realizados por José de Ribera entre los años 1617 y 1618, que formaron parte del antiguo retablo mayor del templo y que actualmente están situados en el museo del inmueble. Las escenas recogidas son: la Expiración de Cristo, San Jerónimo y el Ángel del Juicio, el Martirio de San Sebastián, el Martirio de San Bartolomé y las Lágrimas de San Pedro.

Entre los bienes muebles de la capilla del Santo Sepulcro cabe destacar el retablo mayor con un grupo escultórico con el Entierro de Cristo atribuido a Roque Balduque, otro relieve de san Jerónimo penitente en la nave de la epístola, y una hornacina con la Virgen de Trápani, junto a la Virgen de la Granada situada en su capilla. Entre las pinturas se destacan la Alegoría de la Inmaculada, obra de Hernando de Sturmio y fechada en el año 1555, así como una representación del Calvario de mediados del siglo XVI.

Buena parte del patrimonio mobiliar del templo lo constituyen los ornamentos sagrados conservados. De ellos cabe destacar la cruz gótica conocida como cruz de Ribadeo, aludiendo al artífice vallisoletano Pedro de Ribadeo, el ostensorio gótico-renacentista con punzón de Nuremberg o el juego de altar manierista realizado en bronce y mármol rojo compuesto de cruz de altar, candeleros, portapaz, vinajeras, donación de la primera duquesa en el año 1612, entre otros.

Autor: Manuel Antonio Ramos Suárez.

Bibliografía

RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLE, Manuel, La Colegiata de Osuna, Sevilla, Diputación, 1985, 2ª ed. 2012.

BANDA Y VARGAS, Antonio de la, La Colegiata de Osuna, Sevilla, Caja san Fernando de Sevilla, 1995.

SANZ SERRANO, María Jesús, Catálogo de orfebrería de la Colegiata de Osuna, Sevilla, Caja de Ahorros Provincial San Fernando, 1979.

Revista Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, varios números.