De las construcciones granadinas civiles del siglo XVI, la Casa de Castril representa un ejemplo destacado del estilo plateresco con un programa iconográfico reseñable que aúna símbolos mitológicos, cristianos, valores y consignas propias del clasicismo renacentista español.

Propiedad de la familia de Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, el palacio está situado en un antiguo barrio árabe junto al Darro, donde se levantaron desde el siglo XVI las casas de gran parte de la nobleza granadina. El edificio tomó el nombre del señorío de Castril. Don Hernando de Zafra, antes de ser secretario de los Reyes Católicos lo fue de Enrique IV de Castilla y después de Juana la Loca. Tras la conquista de Granada le fue encomendado el gobierno de la ciudad junto al Conde de Tendilla y a fray Hernando de Talavera. La casa fue construida por el nieto del secretario real, quien acudió al emperador para pedirle autorización de fundar un mayorazgo con la villa de Castril y otras herencias, de acuerdo con lo acordado por su abuelo en su testamento.

En cuanto a la fecha de construcción de este núcleo abarcaría desde los primeros años del siglo XVI hasta 1539. Esta fecha se repite en dos inscripciones en la fachada; una en el remate escultórico bajo el alero y la otra en los pilares de grutescos que flanquean el balcón en el ángulo. A pesar de esto, no se puede precisar la fecha exacta de inicio de las obras porque no se han encontrado documentos concretos en relación con ello. Las dificultades de recuperar la documentación referida residen, principalmente, en la dispersión del archivo de la familia de Zafra. Parte de ella se encuentra en el convento de Santa Catalina de Zafra y otro tanto en manos privadas de diferentes familias granadinas.

Lo más destacado e importante de este palacio es el imponente programa iconográfico de su fachada. Según la mayoría de los investigadores, hay que atribuir la autoría a Sebastián de Alcántara, quien trabajó con Jacobo Florentino en la Capilla Real, pero con clara influencia del maestro Diego de Siloé.

Esta portada es una de las más interesantes del Renacimiento en Granada, por su elegante factura y el complejo programa iconográfico que despliega. Éste obedece al interés de la familia Zafra de que su gloria obedecía a privilegios adquiridos en los campos de batalla desde el origen de los tiempos. A ello se deben las representaciones de armas renacentistas, de la antigüedad clásica y medievales de la parte inferior de la portada, o las representaciones de Marte y Venus del cuerpo alto, que en la iconografía clásica cuando aparecen juntos representan la brutalidad y la guerra contra el amor y la ternura. La escena central de la portada con representación en altorrelieve del Ave Fénix, referencia a la inmortalidad en la mitología clásica y a la resurrección en la iconografía cristiana, podría simbolizar el resurgimiento de la familia Zafra al fundar el Mayorazgo en 1539 concedido por el emperador Carlos V, ya que habían perdido gran parte de su influencia en la Corte y en Granada tras la muerte del patriarca.

Frente a los materiales pobres utilizados y el desorden de su traza, sobresale la finura del modelado de sus temas en imágenes. En la fachada destaca la portada de estilo plateresco en piedra arenisca, cuyo vano de entrada está decorado con un dintel de motivos clásicos, relieves de diversas armas o triunfos en panoplias árabes y cristianas que forman una cenefa de veneras aladas que recorren el conjunto, todo él flanqueado por dos columnas estriadas de capitel corintio. Coincidiendo con el centro del dintel hay una torre esculpida, la torre de Comares, blasón que los Reyes Católicos concedieron a su secretario por su intervención en las Capitulaciones de Granada y por haber ido secretamente a la torre para que Boabdil las firmara.

Sobre este cuerpo se apoya uno intermedio entre decoradas pilastras que se divide en dos partes: la más baja, con escudos sostenidos por niños alados y, la más alta, con molduras en forma de arco de medio punto, con relieves en el tímpano entre los que destaca el ave fénix sobre la hoguera y leones con cabezas vueltas sobre el torso en las enjutas.

Sobre el significado del Ave Fénix, existen diferentes aportaciones. Según Navarrete Aguilera, éste simboliza la victoria última del caballero, como conquista de la inmortalidad. Lo cierto es que en esta época la renovación artística de Roma necesitaba de una profundización en los contenidos o mensajes espiritual y político de las imágenes y éste será muy utilizado pues recordaba al ciclo de la naturaleza que vive y se renueva constantemente para retomar su punto de partida (Génesis. 3, 19). Algunos pontífices fueron muy conscientes del nuevo mensaje que deseaban transmitir y para ello recurrieron a iconogramas que no sólo habían sido siempre fácilmente comprensibles por el pueblo, sino que evocaban los orígenes más puros del cristianismo. Esos símbolos habrían entrado a formar parte así de una nueva iconografía, monumental y compleja pero anclada sólidamente en la tradición.

En un tercer cuerpo, correspondiente al piso principal, se abre un balcón central con postigos de cuarterones decorado con pilastras, fajas de veneras y, en cada extremo, adornos rematados por medallones con cabezas esculpidas de los propietarios de la casa; finalmente, éste se remata con un friso decorado con ángeles y grifos. En torno al vano la decoración es de conchas y en el exterior dos geniecillos sustentan una cartela sin inscripción y sobre ella dos medallones con busto de guerrero y dama clásica. Coronando la fachada se presenta un friso con figuras de monstruos y una figura humana en el centro con una cartela donde se lee la fecha de 1539 y como remate una cornisa de canes de hojas de acanto.

A la derecha, otro balcón de esquina, con pilastras y columna central ostenta encima el lema esperándola del cielo, y lo culmina un frontón semicircular con un tímpano escultórico y banda decorativa. El vano está tapiado y recubierto con un trompe l’ooeil que imita batientes de madera tallada según el esquema de los otros balcones en el mismo friso. Algunas interpretaciones consideran que, en origen, el balcón estuvo abierto y que tenía una reja y no una baranda como la actual. El hecho de que el balcón esté cegado ha dado lugar a interpretaciones de espíritu romántico. La inscripción parece expresar el deseo de alcanzar la vida celestial, y está enmarcada en el contexto tratado en el tímpano: dos personajes que sostienen sendas teas encendidas, la coraza vacía del héroe, y este conjunto rodeado por la doble envoltura del frontón, en la que se contiene una banda de máscaras enlazadas que repiten una a una el mismo gesto de dolor. Para Carmen Navarrete, todo ello, junto al resto de personajes de la fachada, desde la franja de los escudos hacia arriba, muestra una trágica expresión que corroboraría la idea de monumento funerario al tiempo que conmemorativo y emblema de lo cristiano.

Corona la portada una amplia cornisa que indica además en relieve la fecha de 1539. Se completa la fachada por la izquierda, a la altura del entresuelo, circundando de faja con el repetido tema de las veneras esculpidas.

Las veneras aladas simbolizan el agua y la diosa Venus, como la fuerza procreadora de la naturaleza o símbolo místico de la prosperidad; para el cristiano son aladas como símbolo del alma y su destino hacia el más allá. Los trofeos militares son panoplias de armas heredadas del uso romano en los arcos de triunfo. Se retoman en la decoración Palazzo Spinola de Génova, desde donde se irradia el modelo, influyendo en los grutescos de la Calahorra, obra importada directamente desde esa ciudad. Las panoplias aluden al héroe y al enemigo derrotado, tema que se retomará en los putti quemando armas del palacio de Carlos V.

La casa está formada por un zaguán con escalera y ventanales de clara tradición renacentista, desde el que se accede hasta el patio central con salas abiertas a las galerías baja y alta, y un jardín posterior. El zaguán tiene escalinata con pasamanos de piedra de tipo ojival, análogo al de la escalera principal que está cubierta por un artesonado morisco de buena traza, pero muy restaurado, y forman el patio galerías abiertas, sostenidas por arcos de medio punto apoyados en columnas de mármol. El resultado actual es la suma de una reparcelación en varios conjuntos; uno de ellos, el más monumental corresponde a la casa señorial de Castril que desde 1923 es propiedad estatal, albergando primero el museo de Bellas Artes, y desde 1941 el Museo Arqueológico Provincial.

Algunos de los elementos constructivos más destacados han perdurado a pesar de las profundas transformaciones llevadas a cabo para instalar en ella el museo, quedando hoy en día la escalera del zaguán, las galerías y algunos artesonados que decoran el techo de las salas que responden a elaborados diseños mudéjares. La estructura del edificio se vio afectada por una ampliación en 1920, cuando se construyó un pabellón de nueva planta en el jardín. En los años sucesivos, además de otras intervenciones que intentaron solventar daños estructurales, se efectuó una reforma que dividió en dos plantas el inmueble anterior, instalando en una el almacén y en otra la biblioteca, al tiempo que se hizo un replanteamiento de la exposición permanente, del que han resultado las siete salas actuales.

Autor: Agustín Martínez Peláez

Bibliografía

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