El monasterio de la Victoria de Málaga ostenta la singularidad de ser la casa matriz de la orden de los Mínimos en España. Los cronistas nos informan que San Francisco de Paula, su fundador, estaba especialmente preocupado por la guerra contra los turcos, y probablemente consideró que la ocupación musulmana de la península ibérica era otra vertiente del mismo problema. Los religiosos que envió en 1492 obtuvieron de los Reyes Católicos permiso para fundar en España y, al año siguiente, la cesión de una ermita dedicada a la virgen de la Victoria.

En 1495 los Repartimientos otorgaron a los frailes mínimos tierras alrededor de la ermita y otras con las que sustentar el nuevo monasterio, formalizándose la cesión mediante escritura firmada en 1496. La iglesia fue consagrada en 1518 mientras continuaban las obras de construcción del convento, financiadas con el arrendamiento de tres tejares ubicados dentro de sus tierras, limosnas y la venta de capillas a familias destacadas de la ciudad. El claustro, con doble galería de arcos sobre columnas de mármol, se terminó en 1607. En 1619 integraban esta comunidad 70 religiosos.

En 1675 un incendio destruyó el camarín de la virgen y parte de su ajuar, afectando gravemente a su arquitectura. Para resarcirse de este golpe económico los religiosos obtuvieron permiso para limosnar en América durante cuatro años. Pero José Francisco Guerrero Chavarino había obtenido el título de conde de Buenavista en 1689,  y deseoso de dotarse de un enterramiento digno acorde con su prestigio, eligió la iglesia de la Victoria, donde ya estaban adjudicadas todas las capillas, incluida la del altar mayor. Por ello se ofreció a reconstruir el camarín ubicando su enterramiento en el trasaltar. Sin embargo, un informe de los alarifes públicos aconsejó demoler la iglesia  y volver a construirla de nuevo, por lo que en 1693 fue demolida. Del primitivo templo únicamente se ha conservado el retablo principal –con escenas sobre la vida de San Francisco de Paula-, que fue readaptado colocándose de nuevo presidiendo el presbiterio de la nueva iglesia.

El proceso constructivo culminó hacia mediados del año 1700 (ya fallecido el conde), devolviéndose la imagen de la Virgen al camarín en el transcurso de un solemne pontifical. Las obras tuvieron un costo de 60.000 ducados, que en su mayor parte fue asumido por el conde de Buenavista, correspondiendo a la comunidad apenas la décima parte. Además del pórtico, la espadaña y la sacristía con sus cajoneras, el conde construyó un cementerio para la comunidad, la cripta para su familia y el camarín-torre sobrepuesto al primero. Respecto a la autoría de la construcción, únicamente conocemos la realización de las yeserías entre 1694 y 1695 por parte del arquitecto y escultor Felipe de Unzurrunzaga, coincidiendo su estilo con las de la capilla del Pilar de la parroquia de Santiago que si están documentadas .

Aunque el monasterio fue desamortizado en 1836 y adaptado a hospital militar, la iglesia mantuvo su culto y fue convertida en parroquia. El templo ha recibido desde entonces varias restauraciones, de las que las de 1942 y 1971 han atendido especialmente al camarín.

De este edificio religioso el elemento más relevante es el conjunto integrado por la cripta de los condes, la sacristía, la escalera de acceso al camarín, y éste último, pues además de constituir un todo unitario englobado en un camarín-torre mediante una superposición vertical de espacios, el mensaje moral que transmiten su iconografía y la configuración arquitectónica no puede interpretarse de forma aislada. Desde el punto de vista arquitectónico, su emplazamiento adosado a la cabecera de la iglesia constituye una fórmula original y novedosa en el panorama de la arquitectura barroca.

La cripta, situada por debajo del nivel de la iglesia, es un espacio cuadrado subdividido en cuadro módulos con bóvedas de arista sobre cuatro soportes columnarios centrales. Dispone de una única entrada de luz indirecta desde el jardín que mantendría este lugar sumido permanentemente en la penumbra. Además de los sepulcros de los dos condes, todas las paredes aparecen recubiertas de estucos de temática fúnebre, representando alegorías y jeroglíficos en torno a la muerte y lo efímero de la vida terrenal. Las características de este lugar, donde el blanco descarnado y explícito de los esqueletos y muertos-vivos contrasta abiertamente sobre el fondo negro, lo convierten en un espacio apropiado para la meditación.

El ascenso de los varios tramos de escalera nos permite apreciar cómo se intensifica el nivel lumínico, a la vez que la iconografía cambia sustancialmente, representándose a santos presidido por Dios Padre desde la bóveda de la caja de la escalera y a San Francisco de Paula en el frontal de la misma, arrodillado en la escena de rechazo del sacerdocio, como modelo de alcanzar la santidad mediante la humildad.

La escalera nos conduce hasta el camarín, de planta octogonal y desarrollo vertical dentro de una elevada torre, cuyo significado culmina y completa el mensaje iniciado en la cripta. Las yeserías, de carácter jugoso y carnoso, recubren la totalidad de la superficie dejándose llevar por un horror vacui, pero a su vez la luz tangencial que penetra por las ventanas con vidrieras abiertas en el tambor multiplica los efectos lumínicos de claroscuro a la vez que resalta la policromía. Las hojarascas enmarcan espejos, pero también acompañan aves, flores y elementos provenientes de la letanía lauretana interpretados como alabanzas a la Virgen, que desde su vistosa peana con baldaquino de madera dorada, preside este espacio a la vez que resulta visible desde la iglesia.

La configuración y el programa iconográfico de este camarín se atribuyen al prior del monasterio, fray Alonso de Berlanga, quien ha dado amplias muestras de erudición y conocimiento de la literatura piadosa de la época, en la cual se habría inspirado. En torno a este lugar han surgido diversas interpretaciones que pueden coexistir, pues ninguna de ellas anula a las otras. Juan Temboury  relaciona este lugar con los ejercicios ignacianos, que hallarían en la cripta un espacio adecuado para la “composición de lugar” y la penitencia por el pecado. El tránsito desde la cripta al camarín supondría la redención de la muerte mediante la intercesión de la Virgen, de forma que el recorrido físico equivale a su vez a un recorrido espiritual cuyas etapas serían el arrepentimiento, la consecución del perdón y la redención.

Por su parte Santiago Sebastián identifica los tres espacios (cripta, escalera y camarín) con las tres edades de la vida espiritual del hombre: la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva. Rosario Camacho enriquece estas interpretaciones enfatizando el carácter simbólico de la torre como elemento ascensional hacia el cielo, la de la propia forma octogonal del camarín, figura geométrica intermedia entre el cuadrado (símbolo terrenal) y el círculo (símbolo sagrado), o el carácter de eje cósmico que asumen las columnas situadas en el centro de la cripta y de la sacristía, o la interpretación de esta obra como una meditación en la línea de las danzas de la muerte, incorporadas a Europa por los franciscanos, en cuyas raíces bebió San Francisco de Paula, pero también presente en los cuadros de las vanitas barrocas, como los de Valdés Leal.

Autor: Francisco José Rodríguez Marín

Bibliografía

CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario, Málaga barroca. Arquitectura religiosa de los siglos XVII y XVIII, UMA, 1980

CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario, “El convento de los Mínimos de Málaga, Santuario de la Victoria. El mecenazgo de los Condes de Buenavista: Obra y símbolo”, en CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario (ed.), Specvlvm sine Macvla. Santa María de la Victoria, espejo histórico de la ciudad de Málaga, Málaga, Ayuntamiento de Málaga, 2008.

RODRÍGUEZ MARÍN, Francisco José, Málaga conventual. Estudio artístico, urbanístico e histórico de los conventos malagueños, Málaga, Arguval, 2000

RODRÍGUEZ MARÍN, Francisco J., “El convento de frailes mínimos de la Victoria: historia y arte”, Isla de Arriarán, 4, Málaga, 1994

TEMBOURY ÁLVAREZ, Juan, “Notas sobre la virgen de la Victoria y su santuario”, Informes Histórico-artísticos vol. I, Málaga, Caja de Ahorros Provincial, 1966