Asentado sobre un subsuelo de la Edad de Bronce, algún historiador remonta su origen al período romano construyéndose sobre un antiguo templo dedicado a Diana (hipótesis sin fundamento). Lo que sí está totalmente demostrado es que este singular edificio se erige en el lugar que ocupaba la mezquita aljama de la ciudad, adosada al primitivo muro del alcázar islámico. Tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo en 1233, el templo se reconvirtió al culto católico bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. En 1259 fue nombrada Iglesia Mayor Colegial, perdiendo dicha categoría en 1852 y pasando a ser Iglesia Mayor Parroquial. Recientemente, en 2014, fue declarada Basílica Menor, siendo la tercera con esta denominación en la Diócesis de Jaén.

Es uno de los templos que más transformaciones ha sufrido, de ahí que no exista unidad arquitectónica. Originariamente era un templo de tres naves, separadas mediante pilares y arcos apuntados, con ábside rectangular y cubierto con techumbres de madera, siguiendo el modelo de las iglesias mudéjares sevillanas. Sin embargo, desde el siglo XIV ha sufrido diversas transformaciones, ampliándose el número de naves hasta cinco (aunque de extensión desigual), y construyéndose diversas capillas funerarias. Sin duda alguna, uno de los cambios más transcendentales fue la sustitución, en el siglo XVIII, de su techumbre de madera por unas pesadas bóvedas barrocas, las cuales fueron eliminadas en la última y polémica intervención efectuada en el templo entre 1983-2011 (llevada a cabo por Isidro Ruiz Albusac y Enrique Venegas).

Originariamente el templo presentaba un coro en la zona central, con una buena sillería realizada por Juan de Reolid y Luis de Aguilar, que se cerraba del resto de la iglesia con una hermosa reja labrada por el maestro Bartolomé. Alrededor del coro se ubicaban tres altares, dedicados a la San Ramón, San Gregorio y la Sagrada Familia. Por desgracia, en la Guerra Civil desapareció casi todo el coro, conservándose en la actualidad diversos restos aunque de forma disgregada.

En relación a las capillas, mencionar que en un principio la Colegiata de Santa María tuvo unas 32 capillas en total, de las cuales se conservan la mitad. Presidiendo el templo se encuentra la Capilla Mayor, que está acompañada a ambos lados por las capillas de los Orozco y de los Sabater. Por su parte, a los pies del templo se localizan la Capilla de la Yedra, flanqueada por la Capilla Bautismal y la Capilla del Santo Entierro. Finalmente mencionar las capillas laterales: así, en la nave de la Epístola se encuentran la Capilla de los Becerra, la Capilla del Cristo Yacente, la Capilla de Santa Rita, la Capilla de la Merced (sacristía), la Capilla del Cristo de la Caída y la Capilla del Santo Cristo de Medinaceli; finalmente, en la nave del Evangelio se encuentran la Capilla de la Virgen de Guadalupe, la Capilla de la Virgen de Gracia y la Capilla de Sebastián de Magaña. Por lo general, se tratan de capillas cuadradas o rectangulares, generalmente cubiertas con bóveda de crucería, y abiertas a la iglesia mediante arcos apuntados o portadas más destacadas de estética clasicista. Gran parte de su patrimonio mueble fue destruido durante la Guerra Civil, acogiendo en la actualidad diversas imágenes devocionales (la mayoría de ellas realizadas en el siglo XX, por imagineros como Mariano Benlliure, Francisco Palma Burgos, Jacinto Higueras, Bartolomé Alvarado, etc.).

Uno de los elementos más destacados de la fábrica de Santa María es su claustro gótico, realizado a finales del siglo XV sobre el primitivo patio de abluciones de la mezquita y adosado al muro del alcázar (en el cual aún conserva una puerta a modo de arco de medio punto por donde, según la tradición, entró el rey Fernando III de Castilla). Con forma de trapecio irregular, sobresalen sus bóvedas de terceletes que apoyan sobre ménsulas de carácter erótico, así como la existencia de varias capillas funerarias, como la de la Virgen de las Nieves o de las Bolas, de los Becerra, del Cristo de los Toreros, etc.

Respecto al exterior del templo, entre los siglos XIII-XVI la iglesia presentaba un aspecto de fortaleza, estando rodeada por los muros del alcázar y contando con una pequeña torre campanario. Tras la configuración urbanística de la Plaza Vázquez de Molina, a finales del siglo XVI se procedió a la renovación del exterior del templo, labrándose sus actuales portadas en tiempos del Obispo Sancho Dávila, complementándose con la disposición de diez pilastras corintias de orden gigante sobre basamento y rematándose con un entablamento decorado con pináculos. A finales del siglo XIX, ante la ruina de la torre campanario, se decide transformar esta fachada y se incluyen las actuales espadañas de diseño clasicista, construidas por Felipe Vara; igualmente, se incorporarían las dos ventanas ciegas  de la fachada de estilo neogótico, que rompen la unidad formal del conjunto. Igualmente, en esta época se construye la casa parroquial, a instancias del prior Alejandro Monteagudo, reutilizando para ello una antigua portada plateresca con balaustres y rosetas (ubicada a la izquierda de la fachada principal).

Respecto a la portada principal, ubicada frente al Palacio Vázquez de Molina, ésta sigue esquema de arco triunfal con tres cuerpos: el primero muestra un arco de medio punto flanqueado por columnas corintias pareadas y relieves de ángeles portando símbolos de la Pasión en las enjutas; entre las columnas aparecen dos hornacinas con las imágenes de San Pedro y San Pablo. El segundo cuerpo descansa sobre un basamento dividido en tres partes: en la parte central aparece el escudo del obispo Dávila acompañado por la Fortaleza y la Esperanza, y en los lados aparecen las esculturas del Moisés e Isaías sobre pedestales; sobre esto se ubica el gran relieve de la Adoración de los Pastores, realizado por Luis de Zayas (inspirándose en grabados del pintor italiano Zuccaro). Finalmente, el tercer cuerpo presenta un gran frontón recto partido, en cuyo tímpano se ubica una hornacina entre pilastras jónicas con la imagen de la Virgen rodeada de ángeles y de dos jarrones de azucenas, rematándose con un medallón con la figura de Dios Padre.

La portada lateral o de la Consolada continúa con el esquema de arco triunfal, si bien presenta mayor desarrollo vertical: el primer cuerpo presenta arco de medio punto, complementado con las imágenes de la Fe y la Caridad en las enjutas, así como los relieves de San Juan Bautista y San Sebastián dispuestas en las hornacinas laterales. Por su parte, el segundo cuerpo presenta la imagen de la Virgen con el Niño en una hornacina, complementada con los escudos heráldicos del Obispo Dávila. Se remata la portada con un frontón curvo partido, que acoge un Niño de Pasión.

Autor: José Manuel Almansa Moreno

Bibliografía

ALMAGRO GARCÍA, Antonio, Santa María de los Reales Alcázares, Úbeda, El Olivo, 2003.

ALMANSA MORENO, José Manuel, Guía completa de Úbeda y Baeza, Úbeda, El Olivo, 2005.

ALMANSA MORENO, José Manuel, Urbanismo y arquitectura en Úbeda (1808-1931), Úbeda, Asociación Cultural “Alfredo Cazabán”, 2011.

GILA MEDINA, Lázaro, Arquitectura religiosa de la Baja Edad Media en Baeza y Úbeda, Granada, Universidad de Granada, 1994.

RUIZ PRIETO, Miguel, Historia de Úbeda (1906), Granada, Universidad, 1999, edición facsímil, a cargo de Adela Tarifa Fernández.

Guía artística de Jaén y su provincia, Sevilla, Fundación Lara, 2005.