Bartolomé de Medina nació en Sevilla, probablemente a comienzos del siglo XVI, en el seno de la familia formada por Pedro de Medina y Teresa González. Poco más se sabe de los primeros años de su vida. Se casó con la también sevillana Leonor de Morales con quien tuvo 6 hijos. En Sevilla, ciudad mercantil por excelencia en esa época, se dedicó al comercio de tejidos y pieles, gracias al cual pudo acumular un destacado capital con el que operó de financista y de agente de seguros marítimos. Se piensa que el manejo de telas para vestimenta, muchas de ellas con adornos y bordados de oro y plata, suscitó el interés de Medina por los principios de la metalurgia y lo motivó a realizar experimentos para recuperar el oro y la plata de los tejidos. En ese quehacer contó con los conocimientos de un experto alemán que le habló de la obtención de plata pura de los metales a partir de su mezcla con mercurio. Dada su fascinación por esas operaciones, decidió proseguir con ellas, a gran escala, en Nueva España.

En 1553 partió hacia el puerto de Veracruz, desde donde se trasladó a la ciudad de México en la cual tenía conocidos como Jerónimo de Gaona y Miguel de Zuazo. Durante su estancia en esa ciudad, entró en contacto con diversas personas interesadas en el beneficio de los metales y se alojó en casa de Hernando de Rivadeneyra quien tenía un hermano en la ciudad minera de Pachuca. A mediados de 1554, Medina se trasladó a ese real de minas acompañado de Juan de Plasencia, un minero de Taxco. Allí le proporcionaron una hacienda para poder practicar las técnicas metalúrgicas, a la que llamó Nuestra Señora de la Purísima Concepción, mientras que los gastos de sus actividades los cubrió de su propio peculio. Los resultados se hicieron esperar, de modo que pasaron muchos meses hasta que pudo reproducir a gran escala lo que ya había realizado en pequeñas dimensiones. En ese tiempo de experimentos y pruebas, su vida en Pachuca no debió ser fácil, así lo hace pensar la acusación de blasfemia que se presentó contra él ante la Inquisición.

A finales de 1555 sus ensayos dieron resultados, logrando plata pura por amalgamación. El método puesto en práctica por Medina consistía en mezclar el mineral, previamente molido y esparcido en depósitos rectangulares poco profundos, con agua, sal y azogue o mercurio en cantidades apropiadas. Así se formaba una masa de lama o torta de 20 a 30 cm de espesor, que era removida, con hombres o con ganado equino, para que la sal y el azogue se disolviese y mezclase perfectamente con el mineral. Esa actividad se conoce como repasar la torta. La duración de este método dependía de diversos factores, como la calidad del mineral, la geografía, la temperatura ambiental o el espesor de la torta. Luego se procedía al lavado de la torta para separar el azogue de la plata y finalmente se calentaba la masa para destilar el azogue contenido en la mezcla. El método de Medina permitió procesar minerales de baja ley, mayoritarios en las minas de la América española, contribuyendo, de forma decisiva, al gran desarrollo del sector minero americano. La aplicación del método de Medina en el virreinato del Perú, a partir de 1571, es una de las razones que explican el extraordinario incremento de la producción minera en Potosí. En este sentido, se puede decir que la aplicación de la amalgamación a escala industrial fue la innovación técnica más destacada y con mayor repercusión de esa época. Cabe señalar que este procedimiento pervivió, con leves modificaciones, hasta principios del siglo XX.

En honor a su inventor, el proceso de amalgamación se denominó método de Medina, aunque es más conocido como método o beneficio de patio, por efectuarse en los patios de las haciendas. En 1556 el virrey Luis de Velasco otorgó a Bartolomé de Medina una merced por la que durante seis años las personas que usaran su método debían abonarle una determinada cuantía. Al siguiente año la merced se amplió a ocho años. La simplicidad del procedimiento facilitó su extensión por el virreinato novohispano, no obstante el cobro de derechos sólo abarcó a los centros mineros próximos a la ciudad de México. Medina no estuvo exento de dificultades a la hora de cobrar esos derechos pues los propietarios de haciendas de beneficio se mostraron renuentes al pago de las cantidades requeridas. Probablemente, esas dificultades están detrás de su solicitud a la Corona de una pensión fija como compensación por los beneficios obtenidos por la Real Hacienda a raíz de la aplicación del método de amalgamación. En 1563, mientras esperaba respuesta, viajó a España con una carta del virrey dirigida al monarca, donde señalaba los méritos de Bartolomé de Medina. Sin embargo, esa carta, así como el resto de las pertenencias de Medina, se perdieron al naufragar la embarcación en la que viajaba. Por fortuna, logró sobrevivir al suceso y en Sevilla, después de muchos años, pudo reunirse de nuevo con su familia. Aprovechó su estancia en la península para insistir al monarca sobre su solicitud de una pensión anual. Ante la falta de respuesta y sin muchos recursos en la ciudad hispalense, en 1565 Medina decidió regresar a Pachuca acompañado de su familia.

Por entonces el plazo fijado en la merced concedida por el virrey Velasco, para cobrar derechos a los mineros que usaban su método, había expirado y sus ganancias procedían de las actividades metalúrgicas desarrolladas en su hacienda. Medina beneficiaba en ella el mineral extraído por algunos propietarios de minas, con quienes firmó contratos no muy rentables. Las cortas ganancias y las deudas por la compra de azogue y otros insumos empleados en su hacienda de beneficio y por el crédito solicitado para correr con los gastos del viaje de regreso a Nueva España, lo llevaron a una situación económica peliaguda. Ésta mejoró algunos años después; hacia 1570 sus ingresos se incrementaron y pudo saldar algunas deudas y proporcionar dotes a sus hijas.

En la etapa final de su vida, volvió a solicitar a la Corona una pensión para él y sus hijos. En esa ocasión, realizó su petición junto a su yerno Antonio de la Cadena y obtuvo una renta de dos mil pesos. Al momento de su muerte, sus circunstancias económicas no eran críticas, pero tampoco eran proporcionadas a la relevancia y a los ingresos que el empleo del beneficio de patio reportó tanto a la Corona como a los propietarios de minas argentíferas en América.

Autora: Isabel María Povea Moreno

Bibliografía

CASTILLO MARTOS, Manuel, Bartolomé de Medina y el siglo XVI. Un sevillano lleva la revolución tecnológica a América, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, 2001.

CASTILLO MARTOS, Manuel y LANG, Mervyn Francis, Metales preciosos: unión de dos mundos. Tecnología, comercio y política de la minería y metalurgia Iberoamericana, Sevilla-Bogotá, Muñoz Moya y Montraveta editores, 1995.

MURO, Luis, “Bartolomé de Medina, introductor del beneficio de patio en Nueva España”, en Historia Mexicana, 13/4, 1964, pp. 517-531.