Acisclo Antonio Palomino y Velasco, más conocido como Antonio Palomino, fue un pintor y tratadista. Nació en 1655 en la población cordobesa de Bujalance. Su familia, humilde pero de posición desahogada, se trasladó a la capital en 1665. Allí Palomino comenzó a cursar estudios teológicos, que simultaneó con la afición a la práctica pictórica. Su aprendizaje en dicha labor no estuvo vinculada a ningún maestro en concreto, si bien es cierto que mantuvo un trato muy cercano con el pintor sevillano Juan de Valdés Leal, mientras este se encontraba en Córdoba.

Animado por el también pintor cordobés Juan de Alfaro, discípulo de Diego Velázquez, marchó a Madrid con apenas 22 años, con el objetivo de labrarse un provechoso porvenir dedicado a la pintura. En Madrid fue acogido en su casa por el artista Francisco Pérez Sierra, cuya sobrina, Catalina Bárbara Pérez Sierra, se convertiría en su esposa en 1680. Palomino completó durante estos primeros años madrileños su formación pictórica, estudiando geometría y óptica. Además, entabló una fructífera amistad con dos destacados pintores cortesanos: Juan Carreño de Miranda y Claudio Coello. Tan favorables relaciones, le permitieron comenzar a trabajar para la monarquía, participando en 1686 en la decoración de la Galería del Cierzo del desaparecido Alcázar de Madrid. Gracias a sus primeros trabajos en la corte, en 1688 le fue concedido el cargo honorífico de pintor real, aunque sin derecho a remuneración, que sí le concedieron años más tarde, en 1693, en virtud de su talentosa labor.

Antonio Palomino fue un artista habilidoso que destacó especialmente en la práctica de la pintura al fresco. En su formación resultó fundamental la llegada a Madrid en 1692 del pintor italiano Luca Giordano. Este consumado maestro suscitó en Palomino un creciente interés por intensificar la práctica de esta modalidad pictórica, de la cual Giordano era un consumado maestro. Gracias a su influencia, Palomino se convirtió en un destacado fresquista. Llegó a alcanzar un extraordinario dominio técnico en la composición de audaces perspectivas, apreciable en las magníficas escenografías apoteósicas, tan características de su trayectoria artística.  Entre sus obras más destacadas, debemos señalar las pinturas para el Ayuntamiento de Madrid; la bóveda de la iglesia de los Santos Juanes y la cúpula de la basílica de la Virgen de los Desamparados, ambas en Valencia; el Triunfo de la Iglesia del coro de San Esteban de Salamanca; la bóveda de la capilla del Sagrario de la cartuja de Granada; y la decoración de la capilla del Sagrario del monasterio del Paular en Madrid.

En todas estas obras y en general en toda su producción pictórica, Palomino presenta un espectacular barroquismo, a la par que un elegante colorido de tonos vaporosos. Su estilo recibió la influencia de la pintura madrileña de su tiempo, y la de los aires renovadores procedentes de Italia, que pudo conocer gracias a su amistad con Luca Giordano.

A su prolífica dedicación como pintor, unió la de sacerdote, pues al enviudar de su esposa Catalina, decidió retomar los estudios teológicos que había abandonado en su juventud, recibiendo el sacramento del orden en 1725. Murió poco tiempo después en Madrid, el 12 de agosto de 1726.

Aún habiendo considerado la habilidad de Antonio Palomino como pintor, su mayor fama se debe a su faceta de tratadista y biógrafo, con la obra El Museo pictórico y escala óptica. Se trata de un tratado sobre pintura, estructurado en tres tomos y publicado en dos volúmenes en Madrid, en 1715 el primero y en 1724 el segundo, concebido como un manual para la formación integral del pintor.

El profesor Miguel Morán señala que Palomino escribió este tratado buscando, principalmente, reivindicar la liberalidad de la pintura y su carácter científico y demostrativo; y en segundo lugar, destacar la importancia de sus artífices. Para ello, el autor dividió su obra en tres partes claramente diferenciadas: «Teórica de la pintura», «Práctica de la pintura» y «El Parnaso español pintoresco y laureado». El primer tomo, dedicado a la reflexión teórica, se centra en argumentar el carácter científico de la pintura. Palomino subraya que no es sólo una actividad práctica que se aprende en el taller, sino que es una ciencia especulativa, que exige una profunda formación intelectual por parte del pintor. Este primer libro incluye además una historia de la pintura antigua, ampliamente documentada. El segundo tomo, dedicado a la formación del pintor, incluye sencillas reglas, recetas y procedimientos, que se difundían por entonces entre los talleres. La utilidad de este compendio está ampliamente reconocida, pues ha sido empleado como manual de pintores hasta 200 años después de su publicación.

Estos dos primeros tomos fueron escritos por Palomino con la intención de poner a disposición de los pintores, especialmente a los aprendices del oficio, un manual adecuado que les capacitara para su práctica pictórica, y les ayudara a valorarla, reconociendo su dignidad. Pero sin duda fue el libro tercero el que mayor fama le reportó: El Parnaso español pintoresco y laureado, que incluye 226 biografías de escultores y pintores que habían trabajado en España. Tal y como ha destacado el profesor Bonaventura Bassegoda, a Antonio Palomino le corresponde el mérito de haber sido el primer gran biógrafo de los artistas españoles. Es un texto escrito con espíritu regeneracionista, con la intención de reconocer la importancia de la tradición pictórica española y a sus artífices. La historia del arte español está en deuda con esta obra, gracias a la riqueza de datos e historias que Palomino aportó acerca de numerosos artistas. El éxito de este tercer libro fue tal, que se publicó a los pocos años como obra independiente y resumida en inglés (1739), español (1744), y francés (1762).

El Museo pictórico es, en suma, una obra bien organizada, rigurosa y precisa, cuyo carácter sistemático permite una mayor facilidad en su manejo. No resulta original en sus planteamientos, pues no aporta grandes novedades en los contenidos, pero realmente el interés de Palomino fue ante todo, compilar de manera ordenada y sistemática cuanto pudiera aportar de utilidad para la formación integral de los pintores. Su excelente preparación intelectual de tradición escolástica, así como el conocimiento de las últimas tendencias europeas, demuestran su capacidad para abordar una obra de esta envergadura.

Autora: Carmen de Tena Ramírez

Bibliografía

BASSEGODA HUGAS, Bonaventura, “Antonio Palomino y la memoria histórica de los artistas en España”, Arte barroco e ideal clásico. Aspectos del arte cortesano de la segunda mitad del siglo XVII, Madrid, 2004, pp. 89-113.

CALVO SERRALLER, Francisco, Teoría de la pintura del siglo de Oro, Madrid, Cátedra, 1981, pp. 619-623.

GAYA NUÑO, Juan Antonio, Vida de Acisclo Antonio Palomino, Córdoba, Diputación de Córdoba, (1ª ed. 1955), 1981.

LEÓN TELLO, Francisco José y SANZ SANZ, María Mercedes Virginia, La teoría española en la pintura en el siglo XVIII: el Tratado de Palomino, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1979.

MORÁN TURINA, José Miguel, “El rigor del tratadista: Palomino y el Museo pictórico”, Anales de Historia del Arte, 6, 1996, pp. 267-314.

PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E., “Notas sobre Palomino pintor”, Archivo Español de Arte, 179, 1972, pp. 251-269.

2018-01-23T12:53:27+00:00

Título: Antonio Palomino, El Triunfo de la Iglesia Militante, de la Fe y la Vida Religiosa, (1712) pintura al fresco. Cúpula del Sagrario de la cartuja de Granada. Fuente: Wikipedia Commons