Es este pintor uno de los mejores representantes del Manierismo imperante en la ciudad de Sevilla en el último tercio del siglo XVI junto a Mateo Pérez de Alesio y Vasco Pereira.

No está clara la fecha de su nacimiento, aunque parece probable que este se produjo en torno a 1564. Del mismo modo, se desconoce dónde tuvo lugar, habiéndose apuntado Ronda como la opción más plausible por la antigua historiografía. No obstante, en el preámbulo del testamento del pintor, publicado por Palomero Páramo, Vázquez se reconoce como “natural de Sevilla”, lo que acredita su origen hispalense. De este modo, se formaría en el contexto artístico de la capital en la segunda mitad del siglo XVI, señalando Pacheco que su aprendizaje estuvo marcado por la pintura de sargas, la cual cultivó en su juventud. En el año 1588 contrae matrimonio con Inés de Mendoza, con la que tendrá cuatro hijos.

El estilo de Alonso Vázquez destaca por un dibujo rotundo y preciso y por un colorido arbitrario y en cierto sentido artificioso. En él las figuras se alargan, alejándose de las proporciones clásicas y mostrándose mucho más cercanas a la pintura del siglo XVII.

El Arzobispado y las órdenes religiosas estuvieron entre su principal clientela, destacándose sus trabajos para los jesuitas de Marchena o las pinturas para el convento de la Merced Calzada con Pacheco. También se conoce la intervención junto al suegro de Velázquez, Vasco Pereira y Juan de Salcedo en la decoración pictórica del túmulo funerario realizado en honor del Felipe II en 1598. Menos conocida es su labor como pintor-policromador, sobre la que recientemente se ha investigado, arrojando algo de luz sobre la misma.

Con la temática religiosa, tónica dominante de su pintura, alcanza un meritorio reconocimiento en Sevilla y su provincia. Por este motivo, es bastante sorprendente que marche a México en 1603, dejando inacabado un retablo para el Hospital de San Hermenegildo. Como parte del séquito de Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, nombrado en ese año Virrey de Nueva España, pasa a este continente, donde fallece en 1607. A ese país llega siendo un artista consolidado, por lo que influenciará en los pintores autóctonos de manera notoria, siendo numerosas las obras que realizó, muchas de ellas en paradero desconocido y pendientes de nuevos estudios que permitan conocer más sobre esta etapa final de su vida.

Entre su producción más destacadas se encuentra la Sagrada Cena, realizada en 1588. Este lienzo, hoy día expuesto en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, procede de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de la misma ciudad. Esta obra, cuya autoría no está documentada, fue atribuida tradicionalmente al también manierista Pablo de Céspedes. Su composición revela el uso de estampas flamencas y concretamente el estudio de un grabado de Cornelis Cort con el tema de la Última Cena sobre una pintura de Livio Agresti da Forli en el oratorio del Gonfalone de Roma, como señala Cómez Ramos.

La esencia del pintor aparece manifiesta con claridad en la calidad de los detalles de bodegón, así como en la gestualidad y expresiones de los apóstoles, siendo esta una de las características propia de la artificiosidad del Manierismo. La aptitud como bodegonista de Vázquez se puede apreciar, además, en diferentes obras, aunque destaca sobremanera el de la desaparecida pintura de El rico Epulón y el pobre Lázaro.

La maestría con la que el artista trabaja las naturalezas muertas, los objetos o los tejidos no pasó desapercibida para sus contemporáneos. Al tratar Pacheco en El Arte de la Pintura sobre la variedad de colorados, dice “Yo he hecho con este color algunos terciopelos bien imitados; pero todos quedan atrás con los de mi compañero Alonso Vásquez, que ninguno le igualó en esta parte”.

Otra de sus creaciones más destacada es el tríptico de San Martín, La Resurrección y San Cristóbal, fechado en 1590 y que se encuentra en la Iglesia de Santa Ana en Triana. De nuevo esta obra pone de manifiesto el uso de estampas, pertenecientes en este caso a Durero y a Marten de Vos. De las tres tablas, solo la Resurrección está firmada y fechada, aunque por similitudes de estilo, le fueron atribuidas las otras dos, entendiéndose además, que todas formaban parte de un mismo retablo pictórico.

Muy interesante es La Virgen del Pozo Santo, obra que el Deán López Cepero donó a la Catedral hispalense, donde se sigue custodiando. Muy probablemente, esta pintura sea la Virgen del Valle que Vázquez contrató en 1597 con Beatriz Pérez para la iglesia del convento de Santa María de Jesús en Sevilla. La imagen narra el milagro que obra María al salvar a un niño que había caído a un pozo.

Lo cierto es que tanto por la calidad de su trabajo, no carente de alguna limitación compositiva y de colorido, como por su proyección mexicana, los estudios en torno a este pintor han ido aumentando en los últimos años y se prevé que lo hagan aún más.

Autora: Carmen Rodríguez Serrano

Bibliografía

CÓMEZ RAMOS, Rafael, “Alonso Vázquez, la Última Cena de la Catedral de Texcoco o la anatomía de la rutina”, en Laboratorio de Arte, Sevilla, número 28, 2016, pp. 113-123.

NAVARRETE PRIETO, Benito, “Precisiones y adiciones al catálogo de Alonso Vázquez y Francisco Pacheco”, en Archivo hispalense: Revista histórica, literaria y artística, Diputación Provincial de Sevilla, número 238, 1995, pp. 149-162.

PACHECO, Francisco, Arte de la Pintura, 1649. Edición, introducción y notas de Bonaventura Bassegoda i Hugas. Cátedra, Madrid, 1990.

SERRERA CONTRERAS, Juan Miguel, Alonso Vázquez en México, Pinacoteca Virreinal de San Diego-INBA, México, 1991.

VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique, Historia de la pintura sevillana: siglos XIII al XX, Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1986.