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¡Somos ciudades!

François Guynot 29 marzo, 2016
«Y al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades»
«son ciudades!…»
Arthur Rimbaud, una temporada en el infierno e iluminaciones 1873-1886.

A pesar del título y la afirmación de su comienzo, en este poema lo que recorremos no es tan evidente [i]. De manera metódica, todo el léxico completa la imagen sensorial de un paisaje abrupto : «chalés … cráteres … gargantas … cimas … plataformas … precipicios … pasarelas … derrumbamientos … abismos … alturas … crestas … laderas … barrancos … cascadas … cavernas». Todas estas palabras forman el telón de fondo de las diferentes escenas donde los protagonistas alcanzan un valor simbólico. Rimbaud afirma su ambición de cambio (de vida y de mundo), el proyecto se traduce en el plano literario desde el tono de jolgorio. Para derrocar lo ordinario se multiplican los oxímoron y se suprimen los pleonasmos, se pone lo de abajo hacia arriba y viceversa. Un mundo al revés. El poema se presenta como una especie de delirio, una secuencia aleatoria de imágenes provocadas por una iluminación inicial. Analizando todas estas palabras como un marco alegórico significativo o, mejor dicho, como un contexto simbólico, éstas aparecen como un conjunto de circunstancias abstractas que se producen alrededor de un evento. El poema resulta al final extremadamente concreto, nos habla de un cuesta abajo y un desencuentro, nada mejor para ello que subir a lo más alto e ir a lo más lejos. Estas palabras dentro de lo compacto del poema son bordes que contienen un espacio por donde deambular y habitar.

Personalmente, mis delirios sobre la ciudad son muy escasos. Que yo recuerde, en lo que concierne a París, es siempre el mismo. Todas las mañanas llego apresurado y lentamente a la estación Saint Lazare con la sensación de entrar a la ciudad navegando por un río que ha erosionado durante siglos su cauce, sacando a luz altos barrancos y múltiples sillares de caliza. En el trayecto quedaron: suburbios organizados entre mis meandros, dos puentes, un liceo de estilo cubano, cuatro estaciones, un poema de Arthur Rimbaud, una autoruta, un bulevar periférico, una grabacion de Gilles Deleuze, una casa rosada, quinientos contenedores, dos cementerios, una mezquita, mis éxodos, un concurso perdido, 64 viviendas construidas, un smartphone robado y un libro de Don Paulo Mendes da Rocha, porque la ciudad es de todos!

Avanzo una primera hipótesis, como en el poema: son las palabras que organizan nuestros trayectos, este texto y finalmente la ciudad. Ellas son las que crean el contexto, nunca lo hará un discurso. Por bueno y pertinente que sea, el discurso siempre será liso e inhóspito. Porque las palabras tienen un poder de atracción y de distanciamiento mucho más fuerte. Ellas pueden tomar formas diversas, como un microtexto para crear un contexto inmediato, o, de lo contrario, como un macrotexto para dar sentido desde un contexto múltiple.

Al poema de Rimbaud se superpuso una grabacion de Gilles Deleuze. En ella se oponían dos formas, la forma/estado y la forma/ciudad [ii].

Entre los siglos XI y XIII, la ciudad era la forma dominante y los mecanismos básicos capitalistas ya eran aplicados en ella. En Europa, desde las ciudades del norte, como la liga Hanseática, a la ciudades del sur, pasando por las ciudades/feria de Champagne, formaban una red, horizontal, temporal y comercialmente continua; un sistema de acumulamiento urbano, políticamente autónomo, sin funcionarios y sin ejército, con un sistema judicial regido principalmente por cámaras de comercio [iii]. Fueron la inestabilidad, la inseguridad y las guerras que disciplinaron y verticalizaron la forma/ciudad. La forma/estado ganó la batalla gracias al ejército y a sus funcionarios, pasó a ser un aparato de captura y las principales metrópolis pasaron a ser capitales.

Desde esa época, hay una desconfianza recíproca entre el estado y la ciudad. Cada forma elabora sus propios mensajes, cada una tiene sus recursos expresivos y sus propias estrategias. La forma/estado comunica, transmite, informa, hace circular la palabra de orden que necesariamente debemos creer o comportarnos como si lo hiciéramos. Pero su recurso preferido es el discurso, como estrategia para intervenir y convencer. Puede ser científico-tecnológico, estético, retórico, educativo, histórico, pero, sobre todo, es políticamente disciplinario y de control. Es cada vez más frecuente que la forma/estado tome una postura o se disfrace de forma/ciudad, capturando su principal recurso expresivo, que es la palabra, para así formar micro o macrotextos.

Un ejemplo concreto de microtexto. Recientemente, la alcaldesa de la ciudad de París, Anne Hidalgo, lanzó una convocatoriaa dirigida a todos los profesionales, el tema era «reinventar» la ciudad [iv]. Veintitrés sitios estaban disponibles para que se expresaran los talentos y se desarrollaran proyectos de excepción. «París tiene que reinventarse en cada momento», «tomen ustedes estos lugares, innoven, rodéense de artistas, y hagan propuestas!», ordenó la alcaldesa. El director del urbanismo, Jean-Louis Missika advirtió a los futuros concursantes que «la innovación va más allá del gesto arquitectónico».

La convocatoria fue un «triunfo», 815 equipos de todo el mundo trabajaron en él, 372 entregaron el trabajo y 75 fueron admitidos al oral. Al final, 22 ganadores y un proyecto retirado. Este resultado fue anunciado por la alcaldesa vía twitter, 22 microtextos limitados a 140 caracteres, como se debe. Ya no hacen falta los discursos y los múltiples escollos que ellos producen [v]. Estos microtextos tienen como fin crear entre sí el espacio necesario para que todo el mundo vea y crea que se trata de volver a inventar la capital. El resultado también fue anunciado en toda la prensa tradicional, entre aplausos y exuberantes imágenes. Le Monde llego a dedicar un prometedor título «Paris, de  ciudad/museo a ciudad/futuro». Pasada la euforia, vinieron las primeras críticas, la principal vino del orden nacional de arquitectos. Su presidente, Catherine Jacquot, con mucho valor denunció, entre otras cosas, «la substitución de una política urbana y de arquitectura por una política de comunicación» [vi].

Volviendo a lo que decía Deleuze, la comunicación es la transmisión y la propagación de una información. Pero, ¿qué se quiso informar en este ejemplo? Objetivamente, un conjunto de consignas claras que se suponen creíbles. Ahí mi problema, creerlas o hacer como si lo fueran.

En su momento, bajé las bases del concurso y, durante su lectura, me hice la  siguiente pregunta: ¿soy capaz de innovar, me es posible hacer un gesto arquitectónico de esa envergadura, reinventar París está a mi alcance? De lo que sí estaba muy seguro era de que la palabra reinventar no correspondía a la convocatoria, de que pensar la transformación urbana (por otro lado, muy necesaria en París) no podía pasar por veintitrés parcelas (que la alcaldía quería vender), ni tampoco por jugar a la ciencia-ficción.

Desde el 14 de marzo se ha lanzado otra convocatoria a proyectos, 42 sitios principalmente agrupados en tres ciudades, Paris – Rouen – Le Havre. El formato y el eslogan son los mismos, el objetivo es reinventar, pero esta vez es un río, nada menos que el Sena [vii].

Me sigo haciendo hoy las mismas preguntas, termino buscando en el diccionario de la Real Academia Española la definición de la palabra «reinventar», el resultado me sorprende: «la palabra reinventar no está en el Diccionario». La palabra está compuesta por el prefijo re- (que significa «repetición») y por el verbo  inventar, la definición sería `volver a inventar´. Pero inventar es un acto ambiguo, hay en él una dualidad muy interesante, se puede hallar, descubrir o hasta encontrar. Pero también es fingir hechos falsos o levantar embustes. Una cosa es segura, reinventarse no se decreta.

Por la noche, vuelvo a mi suburbio; la gran ciudad con sus luces, sus ruidos y sus palabras me siguen hasta muy lejos por los caminos. Por ellos voy pensando en el poema de Arthur Rimbaud y en la forma/ciudad. En ambos casos, la palabra solo es un acto de resistencia.


[i] iluminaciones, poema ciudades, estrofa II.

[ii] 20-11-1979, curso sobre la nomadología, Gilles Deleuze sobre «la ciudad, el templo, el palacio».

[iii] Fernand Braudel, Civilizacion material, economía y capitalismo, S. XV-XVIII. Madrid, Alianza, 1984.

[iv] http://www.reinventer.paris/

[v] http://www.liberation.fr/france/2016/02/03/architecture-les-22-projets-retenus-pour-reinventer-paris_1430748

[vi] http://www.lecourrierdelarchitecte.com/article_7286

[vii] http://www.reinventerlaseine.fr/

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About The Author

François Guynot

François Guynot de Boismenu comienza sus estudios de cronofotografía en Argentina y luego Uruguay. Arquitecto por la ENSA de París Belleville. Profesor de la ENSA de París La Villette y, desde 2013, en la ENSA de Normandia, Rouen. Experto en mudanzas e interesado en temas de poesía, geometría, voyeurismo, simulacros, exploradores, tejidos, rotondas, umbrales, teatro, meteorología, telarañas, ciudades y muchas otras cosas por venir. Desde 2012 escribe en la revista engawa (http://engawa.es/) múltiples ficciones arquitectónicas, como una tentativa de abarcar, agotar e inventariar la totalidad de su laberinto.

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