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Representaciones sociales del futuro en el arte

María Elena Figueroa Díaz 2 marzo, 2017

[…] En el mundo moderno reciente, desde finales del siglo XIX, y más ahora, el futuro es tema y problema. En la medida en que moderno es lo opuesto a lo tradicional, al pasado, a lo antiguo, el presente se instaura con poder, pero deja gradualmente de tener como referente al pasado, y comienza a mirar hacia el futuro. El futuro es actualmente objeto social: hay discusión, conflicto, circulación de información, argumentos, metas, planes, proyectos en torno al futuro. Y al ser objeto social, es objeto de representación social. Puede haber varias representaciones sociales del futuro, dependiendo del grupo social en cuestión. Los medios pueden difundir y fortalecer una representación hegemónica; o ésta puede irse transformando según los cambios culturales, científicos, sociales, económicos y políticos que emerjan. Veamos un ejemplo de cómo se ha representado el futuro en los medios y en las industrias culturales. La representación social de la ciudad como deteriorada y decadente está muy extendida desde hace algunas décadas. El cine reciente es muestra de ello. Desde Blade Runner, han surgido muchas películas, comerciales (piénsese en Batman y su ciudad Gótica) y de culto, que ofrecen imágenes desoladoras de un futuro próximo, imágenes apocalípticas de desastres futuros que trascienden las ciudades e incluyen a todo el planeta (Un día después, de Roland Emmerich, o la infantil Wall-e, de Pixar, son claras muestras). Tiempos modernos ha quedado atrás. Aun cuando estas historias filmadas traten sobre el exterminio del mundo, la unidad, imagen central y escenario de la catástrofe, es siempre la ciudad: espacio urbano e industrial que inevitablemente se destruye.

Guardians of the galaxy published concepts, © Olivier Pron

Estas expresiones (representaciones sociales) conviven con una oleada de literatura juvenil y cine dedicado a mundos irreales, fantásticos, llenos de magia, de misterios iniciáticos, que claramente buscan ofrecer sentidos de vida fuera de la vida normal y corriente. Parecería que, en estos dos casos, ante el futuro hay dos opciones: enfrentar el inevitable desastre que viene, o evadirse y no pensar sino en un mundo fantástico, que suele ser atemporal. Impresionantes producciones cinematográficas con maestría mezclan estéticas antiguas y futuristas de manera sofisticada y lograda (ejemplos, entre muchos, de ello son Matrix, de Larry y And Wachowsky, Alicia en el país de las maravillas, de Tim Burton, y en general, todas las películas de super hérores con su buena dosis retro). Como si en el futuro pudiéramos llegar a un no-tiempo, en donde coexisten todos los tiempos posibles. El futuro no sólo es objeto de representación, sino que es condensador de representaciones sociales: mundo, naturaleza, ser humano, vida, presente, pasado, están en juego cuando pensamos en el futuro. Éste tiene que ver con la anticipación y con la imaginación. Como no es aún, su componente imaginario, potencial, es enorme. Por eso las esperanzas, los miedos, las ilusiones, las dudas, y la agudización o exageración de lo que se entrevé es tan fuerte cuando se aborda el futuro. En la actualidad, parecería que hay diversas maneras de asumir el futuro. Una de ellas es el rechazo a pensar el futuro, sobre todo si circula a nuestro derredor el miedo a la catástrofe, a través de discursos amarillistas que aterran. De esta actitud se puede derivar un estar aquí y ahora, sin asumir ninguna acción a futuro; también puede derivarse de un hedonismo de la inmediatez: vivir el presente sin importar las consecuencias Otra manera de asumir el futuro es similar, pero más constructiva: la apuesta por el presente. Trabajar hoy para construir un mañana, sin que esté puesta la atención en ese tiempo que aún no existe. Vivir hoy, con responsabilidad y bienestar. Puede implicar negar la utopía, que no permite vivir el presente y trabajar por él; negar la utopía para tratar de hacerla real en la medida de lo posible.

Megacity – Dredd, Pete Travis, 2012.

También puede darse, aunque con mayor dificultad, una actitud de entero optimismo ante el futuro: pensar que las cosas van a mejorar, y trabajar (o no) para ello. Finalmente, se puede asumir el discurso del miedo, sobre todo en los escenarios ambientales, políticos y económicos, y asumir el futuro temido con fatalismo y resignación. Ese temor de lo que viene (y que ya está) puede paralizar, o bien impeler a la acción. Sin lugar a dudas, la crisis hace pensar el futuro. Desde que se tomó, hace algunas décadas, conciencia del peligro en que está el planeta, la visión del futuro se ha modificado casi por completo. A partir de los setenta del siglo XX, surge una conciencia de la vulnerabilidad del mundo, de la incapacidad de éste por generar ad infinitum recursos y contener los desechos que producimos. El modelo económico del capitalismo postindustrial da lugar a severas contradicciones que afectan tanto el ambiente como las capas más vulnerables de la población. Se apela a la destrucción de los ecosistemas, de vastos territorios cuyos paisajes se han alterado por completo; sin embargo, son las ciudades las primeras y más afectadas, pues en ellas se acumula la mayor parte de la población, y sus diseños impiden que la sustentabilidad sea una realidad. La crisis civilizatoria, expresada con mayor intensidad en la crisis medioambiental, ha generado en los últimos tiempos una visión pesimista, catastrofista y negativa del futuro. Recordemos que la definición de sustentabilidad que presenta el Informe Brundtland, Nuestro futuro común, en 1987, incluye e implica el futuro, en la medida en que define el desarrollo sustentable como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. […]

Leer el texto completo en URBS 2(2)

Goshmar

Imagen de portada: Terminator Salvation, Joseph McGinty Nichol, 2009

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About The Author

María Elena Figueroa Díaz

Mexicana. Doctora en ciencias polí­ticas y sociales por la UNAM, con estudios previos en filosofía y desarrollo humano, Profesora en la Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja en proyectos de investigación sobre gestión cultural en la Secretarí­a de Cultura, así­ como en temas vinculados al desarrollo humano y las representaciones sociales del futuro.

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