“La ciudad debe ser un lugar de desperdicio, porque uno gasta tiempo y espacio en ella; no todo debe estar previsto y funcional… Las ciudades más hermosas son aquellas en las que los festivales no se planean con anticipación, pero tienen un espacio donde puedan desarrollarse.” Henri Lefebvre
“Sueño con una Europa sin monumentos. Con esto quiero decir: sin monumentos de muerte y desastre. Tal vez construcciones filosóficas: monumentos para amar, para gozar, para bromear y reír …. o bien construcciones simbólicas … y todo aquello que expresa el deseo de una civilización sin monumentos.” [1] Bogdan Bogdanovic
En 1986, Henri Lefebvre, junto con Serge Renaudie y Pierre Guilbaud, conformarían la sección francesa que competía en el concurso internacional para reestructurar Nuevo Belgrado (Novi Beograd). Lefebvre, pensador marxista heterodoxo y una de las mentes más influyentes en los estudios urbanos, criticaría duramente el proyecto de Novi Beograd en el informe dirigido a los organizadores del concurso. Una de los comentarios que más se escuchaban entre los arquitectos yugoslavos críticos con Novi Beograd es que se trataba de una aplicación fallida de los teoremas de Le Corbusier en la carta de Atenas. Sin embargo, para nuestro filósofo era todo lo contrario. El proyecto era fallido porque había sido exitoso en la aplicación de tales principios:
“Al administrar la reglamentación del funcionalismo mecánico, la zonificación no ha hecho más que preparar la muerte de la ciudad. La separación y el aislamiento de actividades normalmente vinculadas engendran una esclerosis en cada elemento y en el funcionalismo del conjunto. Poco a poco se van asentando las soledades, como granos de arena sobre el tejido urbano y restringiendo su capacidad de flexibilidad”. [2]
Novi Beograd, en opinión de Lefebvre, había seguido la estela de otros proyectos de vivienda social alrededor del mundo: funcionalismo, zonificación y desvinculación de los cascos antiguos de las ciudades. Sin embargo, para el arquitecto e historiador serbio Vladimir Kulic [3], habría que matizar lo escrito por Lefebvre en tal informe. Por un lado, la opinión del francés sobre Novi Beograd oscilaría entre la fascinación por el modelo autogestivo yugoslavo -la tercera vía al socialismo- y su implacable crítica a la planificación urbana. Habría que preguntarse si esa crítica a la planificación era más un ejercicio programático de coherencia con su teoría del antagonismo entre “el espacio concebido” y “el espacio vivido” que adolecería de cierto deductivismo. Y es que Novi Beograd estaba lejos de ser una Banlieue, a pesar de estar inspirada por los mismos principios modernistas.
La particularidad de Yugoslavia dotaba a Novi Beograd de características únicas respecto a otros proyectos de vivienda social modernistas. Lo más notorio había sido sin duda la asombrosa participación ciudadana, tanto en el diseño como en la construcción del barrio. Mientras los materiales habían sido aportados por el estado, mas del 50% de la mano de obra había sido voluntaria. Por lo que se puede hablar de un proyecto urbanístico de autoconstrucción con financiación estatal, al igual que una movilización ciudadana sin parangón. Frente a Novi Beograd, todos los experimentos contemporáneos en “urbanismo participativo” empequeñecen y se muestran como lo que son: simple demagogia. El producto mejor logrado de Novi Beograd no fueron los edificios, sino la propia ciudadanía de Novi Beograd.
Izquierda: Jasenovac Memorial Site, 1959–66, Jasenovac, Croatia. Photo- Bogdan Bogdanović. © Architekturzentrum Wien, Vienna
Derecha: Belgrado, imagen del autor
Por otro lado, la actitud de Lefebvre estaba lejos de ser descortés con los anfitriones yugoslavos y todo apunta a que la critica incisiva al proyecto habría sido favorecida por el propio alcalde de Belgrado, el arquitecto y poeta Bogdan Bogdanovic, organizador del concurso internacional de 1986. Bogdanovic compartía con Lefebvre no pocas cosas, un background surrealista, una militancia comunista heterodoxa, una formación singular, amplia, que trascendía los limites disciplinares de cada uno: la filosofía en el caso del francés, la arquitectura en el caso del yugoslavo. El arquitecto vienés Friedrich Achleitner definía así la irreverente figura de Bogdanovic:
«El investigador urbano y caminante de la ciudad, arquitecto, escultor, ornamentista y calígrafo, diseñador gráfico y ‘garabateador’, el mitólogo, etimólogo, raconteur y escritor de alto calibre, sí, el ex-jacobino, el ex-trotskista, el Gnóstico perpetuo y deísta, el político de una sola vez, a pesar de ser un individuo enormemente político a lo largo de su vida, el delincuente surrealista reincidente, el provocativo pensador lateral y filósofo, o al menos, un maestro sin doctrina, que actuó con todos sus talentos. El fenómeno de Bogdan Bogdanović es más que la suma de sus partes, y probablemente sea inaccesible en cualquier forma para un pensador puramente analítico”. [4]
Bogdanovic pasará a la historia por ser uno de los arquitectos comisionados por el mariscal Tito para realizar algunos de los célebres y misteriosos memoriales partisanos y anti-fascistas (Spomenik) distribuidos a lo largo de la geografía yugoslava y tan cercanos a la ciencia ficción [5]. El Spomenik más célebre de Bogdanovic seria el que se encuentra en Jasenovac, Croacia, conocido como la flor de concreto. Menos mediatizada, pero igual de importante, también ha sido su producción teórica y ensayística, donde destaca el concepto de “urbanicidio” y el subsidiario de este: “destrucción ritual de la ciudad” [6].
Para Bogdanovic, la extremada violencia contra las ciudades yugoslavas por parte de las enfrentadas fuerzas nacionalistas de las nacientes repúblicas trascendía el ámbito de lo bélico, para entrar en un terreno antropológico de sacrificio de carácter ritual, expiatorio. La desintegración de Yugoslavia se había producido como emergencia de un espíritu reaccionario, eminentemente rural y profundamente anti-urbano. Los distintos nacionalismos no solo querían destruir la ciudad, sino minar el carácter cosmopolita, abierto y tolerante del internacionalismo socialista del Estado federal yugoslavo. Se trataba de un auténtico “odio a lo urbano”.
Urbanicida, así es como Bogdanovic le habría llamado al carnicero Milosevic, tras el ataque Serbio a Sarajevo. Después de varias amenazas de muerte recibidas desde los sectores nacionalistas serbios, el alcalde-arquitecto partiría al exilio, primero a París, después a Viena, y hasta su muerte prosiguió con las criticas a la deriva nacionalista de la étnicamente fragmentada Yugoslavia. Común a todos los nacionalismos de la ex-Yugoslavia estaría este espíritu anti-urbano, conservador, suspirante por formas tradicionales de autoridad como el regreso de la monarquía, fetichistas de la historia y terriblemente xenófobos. Algunos amigos yugoslavos tienen una opinión en el mismo sentido: “un día bajaron de los pueblos, fuertemente armados… y los que antes no eran nadie en la ciudad, ahora lo son todo”.
Sin embargo, habría que tomar en cuenta las voces criticas hacia Bogdanovic, y la acusación que se le hace de maniqueo en la simplificación que hace de la guerra de Yugoslavia como una lucha entre lo rural contra lo urbano, que reproduce estereotipos [7]. Sin embargo, no dejan de ser llamativamente visionarias las tesis de Bogdanovic contempladas a la luz de los acontecimientos actuales. Y es que el auge reciente de los nacionalismos coincidentemente proviene de entornos rurales. Esto es patente tanto en la Francia de Le Pen, como en los Estados Unidos de Trump, el Brexit, y hasta en el separatismo catalán. Se trata de un cliché, pero….
La situación en el Belgrado actual no dista mucho de la de 1999, año de los absurdos e imperialistas bombardeos de la OTAN sobre la ciudad. Y una de las cosas que más llama la atención es la desidia con la que las autoridades serbias se han abocado a resolver el estado ruinoso de la ciudad. Por el contrario, emblemáticos edificios bombardeados se elevan o, hasta hace muy poco, se elevaban monstruosos, despanzurrados y en estado ruinoso, como es el caso del Ministerio de Defensa Yugoslavo, cubierto con mantas con eslóganes nacionalistas, así como toda una serie de edificios bombardeados y sin reconstruir a lo largo de la Avenida Kneza Milosa.
En algunos casos, como el ex-Ministerio del Interior Yugoslavo (MUP SR Jugoslavije), en el último año se han decidido a derruirlo para construir un centro comercial. Sin embargo, es patente que las ruinas han sido usadas de forma demagógica por las diversas administraciones serbias para victimizarse. Independientemente del horror real, que les precede, en la actualidad el horror es retórico, espectacular. La ciudad en su conjunto parece ser un enorme monumento a la ruina, a la desgracia y al sufrimiento. En los viajes que he realizado a Belgrado, mucha gente sigue preguntándose, ¿y por qué nadie los arregla?
Para ser desentrañado el misterio de las ruinas, quizás sea más útil el psicoanálisis que el propio urbanismo. Y es que en Belgrado, el nacionalismo parece gozar con las ruinas. En el victimismo de mostrar obscenamente la ciudad despanzurrada, parecen reactivarse y retornar las tendencias urbanicidas reprimidas de un gobierno nacionalista y anti-urbano. Las ruinas urbanas serían, mitad monumento, mitad trofeo. Satisfacción gore de una mirada que goza con la destrucción del enemigo: el cosmopolitismo yugoslavo de la antigua metrópoli socialista.
En los últimos años parece deslizarse bajo las ruinas de Belgrado una nueva capa de urbanismo neoliberal que tiene como fastuoso ejemplo la construcción de un skyline urbano a orillas del río, a mayor gloria de la especulación y el pelotazo inmobiliario. Hablamos del proyecto conocido como Belgrade Waterfront, y concebido con capital de los Emiratos Árabes. El cual, aún en ciernes, ya ha desatado las criticas ciudadanas acusándolo de elitista, opaco, anti-popular y emblema de la corrupción estatal. Se trata de una nueva etapa en la avanzada del “urbanismo contra lo urbano”, como llama Manuel Delgado al urbanismo neoliberal, a propósito de Lefebvre, por cierto [8]. De concretarse, Belgrado se encontraría ante la espada y la pared de dos tendencias anti-urbanas, la nacionalista-reaccionaria por un lado, y la capitalista por el otro. Dos formas de entender la ciudad no como un espacio para los que la habitan, sino como un territorio del cual sacar beneficio político y/o económico.
[1] Bogdan Bogdanovic Interviewed by A. Mirlesse. “Rencontré européenne no.7”. Paris: February 2008. http://www.institutdelors.eu/wp-content/uploads/2018/01/etud82-fe-rencontres-europeennes_0.pdf
Traducción propia, en el original: “I dream of a Europe without monuments. By that I mean: without monuments of death and disaster. Perhaps philosophical constructions: monuments to love, to joy, to jokes and laughter… or else symbolic constructions… and everything that expresses the desire for a civilisation without monuments”.
[2] LEFEBVRE, H. (1986). Introduction, in: Sabine Bitter & Helmut Weber (edit.) “Autogestion or Henri Lefebvre in New Belgrade”. Berlin: Sternberg press. 2018.
Traducción propia, en el original: “In administrating a reglamentation of mechanical functionalism, zoning has done nothing more than to prepare the death of the city. The separation and isolation of normally linked activities engenders a sclerosis of each element, and the functionalism of the whole. Little by little solitudes settle, like grains of sand in the urban tissue and restrict its felixibility”
[3] Yugoslavia In-Between. An Interview with Vladimir Kulic. Recentering Periphery: Imagined and Built Landscapes. 2015. http://www.recentering-periphery.org/yugoslavia-in-between
[4] Bogdan Bogdanovic: the doomed architecht. Catalogue from the exhibition: “Bogdan Bogdanovic. Memorie and Utopie in Tito-Jugoslawien”. Architekturzentrum Wien. 2009.
Traducción propia, en el original: “The urban researcher and town walker, architect, sculptor, ornamentist and calligrapher, the graphic designer and ‘scribbler’, the mythologist, etymologist, raconteur and writer of high calibre, yes, the ex- Jacobin, ex-Trotskyist, perpetual Gnostic and deist, the one-time politician, although an enormously political individual throughout his life, the surrealist repeat offender, provocative lateral thinker and philosopher, and not least the great teacher without a doctrine, who performed with all of his talents. The phenomenon of Bogdan Bogdanović is more than the sum of its parts, and probably inaccessible in any form to a purely analytical thinker.»
[5] Concrete clickbait: next time you share a spomenik photo, think about what it means. The Calvert Journal. 29 November 2016. https://www.calvertjournal.com/articles/show/7269/spomenik-yugoslav-monument-owen-hatherley
[6] BOGDANOVIC, B. (1993) ‘Murder of the City’, The New York Review of Books, 40:10.
BOGDANOVIC, B. (1994) ‘The City and Death’, in Labon, Joanna (ed.) Storm 6: Out of Yugoslavia, London: Storm/Carcanet, pp. 37–74.
[7] COWARD, M. (2009). Urbicide: The politics of urban destruction, London:Routledge, pp. 37.
[8] DELGADO, M. (2018). El urbanismo contra lo urbano. La ciudad y la vida urbana en Henri Lefebvre. En: RevistArquis. Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. 13 (Vol. 7), N. 1. Enero-Junio 2018.
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