Espacios materiales
Las calles del centro de Madrid, el Retiro, un valle de Álava y una pequeña ciudad de provincias son los espacios por los que he caminado en los últimos años. He recorrido cada uno de ellos en paseos diarios durante años o meses. Hasta que me han resultado tan familiares como el salón de mi casa (miento: debo reconocer que mis primeros paseos los hice sin salir de casa, a través de los objetos que guardaba en un piso viejo en el Rastro de Madrid, a modo de “Viaje alrededor de mi habitación” de Xavier de Maistre).
Todas mis intervenciones han sido realizadas dentro de un territorio con un radio no superior a la distancia que se puede recorrer a pie desde la casa en la que vivía. No más lejos de donde llega mi cuerpo. Es la hora del paseo y salgo a hacer mi recorrido. Normalmente solo. Así, casi de forma inconsciente, interiorizo cada esquina, monumento, charco o árbol, y después de un tiempo brotan las ideas dentro de un mapa psicogeográfico.
Las pequeñas acciones dan forma a proyectos, de manera que cada territorio configura la naturaleza de sus viajes mentales. En el piso de Madrid viajaba por mi memoria biográfica; en las calles de Madrid pensaba en la naturaleza; en el parque del Retiro recordaba los valles de Álava y los Alpes; en los valles de Álava me imaginaba viviendo en un cuadro pictórico; y en una pequeña ciudad de provincias caminaba por el norte industrial y proletario del Reino Unido. Estas yuxtaposiciones dan fruto a pequeñas intervenciones que me permiten viajar sin moverme del sitio. O crear el lugar donde vivo. Una de las citas utilizada por el poeta norteamericano Gary Snyder en su libro de ensayos “The Practice of the Wild” expresa con precisión el momento en el que surgen las acciones en un territorio: “Cuando encuentras tu lugar donde estás, la práctica ocurre” (Dögen).
Camino para la lluvia (2013)
La experiencia
La Wikipedia describe tres tipos de experiencia: experiencia física, experiencia mental y experiencia virtual. Pienso en mis dos últimas experiencias hablando sobre la experiencia. La penúltima fue la experiencia de preparar y moderar una mesa redonda titulada “Montaña, experiencia y representación”. El fotógrafo protagonista de la mesa destacaba la importancia del lenguaje en la construcción de su experiencia; de hecho, aclaraba que esa era la finalidad principal de su investigación.
Importancia que me quedó todavía más clara, la de la experiencia como algo construido, pocas semanas después, en mi última experiencia escuchando otra experiencia, también montañera. Un viejo amigo me ensañaba sus fotos sobre un viaje reciente a los Andes. Mi amigo seguía fielmente las convenciones anteriores a la eclosión de las imágenes online; me enseñaba un álbum fotográfico –entrañable– con la mínima reflexión sobre el lenguaje con el que hablaba; lo importante era transmitir la experiencia turística de la forma más directa posible.
¿Y cuál es mi experiencia como artista que camina? Pues fundamentalmente mental y, por supuesto, “construida”. Mi experiencia consiste en imaginar e intervenir en los “paisajes”, rurales y urbanos, por los que camino, y posteriormente publicar imágenes de estas intervenciones en el soporte virtual de un blog ¿Y lo que más me interesa de mis paseos, aparte del movimiento físico del cuerpo? Pues la gestación y realización de esas pequeñas construcciones que surgen al pensar, meditar, percibir, recordar y, sobre todo, imaginar, mientras camino.
Por lo tanto, mis paseos son simultáneamente físicos e imaginarios. O incluso son más imaginarios que físicos. Quiero decir, cuando camino, me olvido de que estoy caminando. Y cuando no camino, imagino el recorrido que he caminado, todo lo que he visto y pensado. Y así surgen las ideas, en una especie de montaje mental: una vez interiorizado el paseo, proyecto ideas y vuelvo al paseo cotidiano para intervenir en él y documentarlo. La experiencia directa del paseo, la meramente física me dice poco: si me duele la rodilla tengo que disminuir la distancia y frecuencia de mis paseos, poco más.
El blog como camino
De esta forma, relaciono el espacio “real”, entrelazado con mi imaginación, y el espacio virtual de un blog, que en sí mismo es un recorrido vertical en la pantalla. Una especie de pergamino digital que movemos con nuestros dedos y que recorremos con nuestra mirada. Un soporte que cuenta con sus propias convenciones temporales y espaciales.
Un blog tiene su propio ritmo. La convención temporal de un blog invita, o más bien empuja, a publicar una entrada con cierta regularidad. Lo cual supone una ventaja, te ayuda a mantener el compromiso de crear (caminar); y un inconveniente, te obliga a publicar trabajos que tal vez no han madurado lo suficiente (digamos que no invita a parar en mitad del camino durante mucho tiempo).
La convención espacial, la pantallita de youtube y los diferentes tamaños de las fotografías online que se pueden publicar en una entrada, te permite jugar con lo que se podría llamar un “micro-pictoricismo digital de pantalla”. En mi caso, experimentar con secuencias verticales de diferentes formatos: micro-videos, textos, imágenes únicas o secuencias verticales. Lo pictórico –dicho de una forma sintética, recortar un cuadro formando un paisaje– me interesa desde su origen en el siglo XVIII y lo asocio con la acuarela en movimiento de youtube. Así, enmarco un pequeño escenario en mitad de un camino y me muevo dentro de él, de un fragmento.
Por lo tanto, la documentación de mis acciones, o la acción de “pintar” un cuadro con los movimientos de mi cuerpo en mitad de un camino, se convierte en una representación irónica sobre lo pictórico. Que relaciono con el juego de espejos o el pensamiento reflexivo sobre el que habla Friedrich Schlegel en los orígenes del Romanticismo alemán, vinculándolo a lo fragmentario y a lo abierto (frente a lo sistemático y conclusivo).
Ideas o “lo que cada cual traiga”
De manera que en mis paseos me interesa tanto, o más, la “realidad” creada por otros artistas y poetas, que la que veo caminando. Para mí, es tan importante la experiencia física de poner un pie tras otro, como las ideas que llevo puestas; me identifico con la expresión de Francisco Giner de los Ríos cuando describe sus excursiones a la Sierra de Guadarrama: “Pues esto es el paisaje; lo que cada cual traiga”. La clave está en la relación entre lo que pienso y lo que veo; en la intertextualidad que despierta el camino.
Por ejemplo, en el paseo performativo “A walk made by lining” (2011; imagen de portada) interactúo con los “textos” de los artistas caminantes Richard Long y Hamish Fulton en las calles de Madrid. Les llevo en la cabeza (y en el cuerpo). Me convierto en lector-autor de la imagen del primero, “A line made by walking” (punto de inflexión en la creación contemporánea), y de las palabras objeto del segundo. Fulton representa sus paseos con palabras pintadas en las paredes de la galería en una especie de poesía concreta; citándole, represento mi paseo por Madrid en la pared del blog. Invierto la frase y la imagen de Long, y sigo una pequeña deriva por el centro de la ciudad que represento con las palabras de Fulton. La naturaleza de ambos autores es lo que “traigo” a la urbe de Madrid. Una deriva simultáneamente física y mental.
Así, creo el espacio en el que experimento. Pequeños escenarios en los que asocio, a través de lo fragmentario y la intertextualidad, el Romanticismo y el Conceptualismo, los dos momentos históricos del caminar que más me interesan. Mi experiencia se construye a través de las ideas del Romanticismo leídas en la contemporaneidad. Me interesa el Romanticismo por ser el momento histórico en el que se crea la subjetividad contemporánea y, en concreto, la “imaginación política” que, desde mi punto de vista, vincula a ambos movimientos artísticos. Tanto la imaginación de William Blake, que en sus poemas libera a los niños explotados por la Revolución Industrial, como las frases de artistas conceptuales como Douglas Huebler expanden las condiciones existentes del mundo “real” en el viven.
Condiciones “reales”, las del XVIII y las de algunos regímenes políticos de los sesenta, que no parecen estar muy alejadas de la realidad socioeconómica en la que nos ha tocado vivir. La misma economía de medios del conceptualismo, que permitía realizar pequeñas acciones políticas en los sesenta, es la que permite seguir creando en el régimen económico actual. A la que hay que añadir la posibilidad que ofrecen las nuevas tecnologías de crear desde una posición amateur (en el sentido de amar lo que se hace o hacer lo que se ama).
Otra de las estrategias que vinculan Romanticismo y Conceptualismo es la reducción y apertura simultanea del fragmento. En mis pequeñas acciones intento reducir grandes conceptos románticos como lo sublime o la naturaleza a una dimensión micro en un espacio intermedio: entre la materialidad del camino y las imágenes secuenciadas de un blog.
Escribir el Mont Blanc (2011)
Espacios inmateriales
Concluyendo, practico lo que plantea el crítico alemán Boris Groys: Internet ha convertido el arte conceptual en una práctica cultural masiva. En los diferentes soportes online se pueden diseñar instalaciones en las que crear relaciones espaciales y temporales (y tal vez, un simulacro de estética relacional a través de las redes sociales).
En mi experiencia del caminar no me interesa tanto la visión y la fenomenología del paseo, sino las posibilidades de apuntar, conducido por ideas, los objetos que se encuentran en el recorrido. Un paseo sin ideas es como caminar en una cinta dentro de un gimnasio, mirando a la pared (hasta en esa situación, seguramente, la memoria y la imaginación acompañarían el movimiento de mis piernas).
Si el conceptualismo acabó con la cohesión del trabajo artístico, en el sentido de dónde reside –ni en la proposición del artista, ni en su distribución, ni en su recepción (Jörg Heiser)–, mis “Hechos reales” no están ni en el camino, ni en el blog ni en vuestra lectura, sino en todos ellos.
Dot, dot, dot