Hoy, desde Stepienybarno, nos adentraremos en una visión panorámica del mundo de la enseñanza. Para ello, en esta colaboración con blogURBS quisiéramos aventurarnos hacía una visión un tanto arriesgada de la jugada; intentaremos analizar nuevas formas de enseñanza que parecen más que necesarias para los tiempos que corren. A su vez, el próximo jueves día 27, desde La Ciudad Viva, continuaremos la presente reflexión. Esperamos que la entrada sea de vuestro interés.
Después de los anteriores post, en la citada plataforma de La Ciudad Viva, sobre la importancia de la cohesión social y la figura del facilitador (aquí y aquí), ha llegado el momento de traer a primer plano un nuevo término que aparece directamente ligado a la Nueva Era Digital que nos toca vivir, el concepto de espectactor. Eduard Punset nos recuerda en uno de sus artículos para XL semanal:
“La educación es, a mucha distancia de las demás actividades, la que menos está respondiendo a las exigencias de las sociedades modernas. Tenemos un sistema educativo instalado en la Prehistoria. Intuimos ahora que la reforma educativa de los próximos 50 años a nivel mundial se caracterizará por una reforma radical de la profesión de maestro. Lejos de ser una profesión liviana, la de maestro será una carrera con un contenido más profesional y complejo que cualquier otra.” [1]
Pensamos que estas palabras de Punset no son para nada exageradas y creemos que el futuro de la enseñanza no puede pasar por pequeñas reformas, ni parches al actual sistema educativo. Hoy, nos queremos centrar en la aportación al mundo educativo de Internet y las redes sociales. Por un lado, en solo diez años el conocimiento se ha convertido en algo que está al alcance de todos y, por otro lado, en los últimos tiempos la sociedad cada vez demanda con más insistencia procesos abiertos y participativos.
Es evidente que en un campo como la arquitectura y urbanismo la transmisión de conocimientos no se puede hacer únicamente desde la red, pues en ella solo está parte de este saber. Además, tanto una como otra necesitan que el aprendiz patee mucho y toque en vivo y en directo las paredes de muchos edificios. Aun así, lo que sí parece lógico es combinar las enseñanzas universitarias “más tradicionales” con la labor de enseñar al alumno a gestionar este basto conocimiento digital. Ver cómo el alumno se puede enfrentar a él y poder, con el tiempo, ir distinguiendo el grano de la paja, es una tarea que debe asumir quien está encima de la tarima.
Sobre estas nuevas posibilidades nos parecen especialmente lucidas las palabras del arquitecto argentino Rafael Iglesia:
“Se podría decir que la recta es el camino más corto entre dos puntos. Hoy Internet es el signo más claro de lo mucho que han cambiado estas dimensiones. También cambian las metáforas con las que entendemos nuestro mundo, la recta pierde significado, ya que estamos entrando en laberintos. Y en ellos, dos puntos vecinos pueden estar muy cerca o muy lejos. Internet es un laberinto, no ahorra distancias como lo hace la recta, las ignora.” [2]
A su vez, entendemos que tiene que haber una comunicación fluida y participativa entre todos los miembros de la pirámide educativa. Hasta ahora las jerarquías han sido muy claras y la figura del maestro se daba por hecha. No había discusión alguna, y uno tenía el conocimiento (o se suponía que lo tenía) mientras el resto debía esperar a que se le trasmitiese. Así, nos encontramos a alumnos que hacen lo que dice el catedrático de turno, y salen proyectos igualitos unos a otros. No hay voluntad ni conciencia en lo que se aprende; es un sistema sumiso y el alumno es un recipiente que hay que rellenar, en vez de una llama que encender. Curiosamente, en demasiadas ocasiones, lo que en una cátedra es un cinco pelado, en otra puede ser sobresaliente y viceversa. Pero eso sí… el capo del taller es el que tiene la razón y no hay más que hablar. En terrenos de urbanismo, quizás el tema no sea tan delirante; pero, lo que sí ha habido es una desconexión total con la realidad. El urbanismo enseñado en las escuelas, que podía estar mejor o peor, se convertía, fuera de las aulas, en la mayoría de los casos, en un sí señor a todo lo que alcaldes e inmobiliarios iban organizando (más en función de intereses de unos pocos que de toda la ciudadanía). En fin, un sistema que no deja de ser más bien dudoso, a pesar del reconocimiento que ha tenido fuera de nuestras fronteras.
En contraposición a estas costumbres del siglo pasado, sería bueno rescatar las palabras de Juan Freire, quién comenta:
“Se deberá trabajar con la idea de conocimiento abierto, activo y estar cerca de la sociedad. Hay que cambiar los programas de estudio, las asignaturas. Este término constriñe el aprendizaje. La clase magistral sirve muy poco.” Si esta revolución se pone en marcha, desaparecerá la figura del alumno como un auténtico espectador de su profesor. Este “público” hasta ahora no tenía ni posibilidades ni ganas de cambiar esta enseñanza, donde el saber, como decimos, se transmite en una sola dirección.
Eso sí, para conseguirlo hay que dar un papel prioritario a las Nuevas Tecnologías, evidentemente, entendidas como un medio, una herramienta, y no como un fin. Siguiendo esta idea, Luis Cacho afirma,
“(…) Las nuevas tecnologías tienen un papel importante y además inevitable. Brindan muchas oportunidades para aprender más y mejor que antes. Por primera vez en la historia, el conocimiento está disponible universalmente a través de la tecnología, y cualquier persona, independientemente de la oferta presencial, puede adquirir el conocimiento o contactar con las personas que lo poseen. Hay una mayor autonomía en el aprendizaje. El viejo término del autoaprendizaje necesita ser recuperado y dignificado, porque es la verdadera esencia del aprendizaje. Lo natural no es que a uno le enseñen, lo natural es que uno aprenda.” [3]
Ha llegado la hora de que el conocimiento vaya de arriba abajo y de abajo arriba. De esta forma, mientras el profesor se transmuta en un facilitador, que propone procesos en vez de proyectos, el espectador-alumno se convertirá en un “ESPECTACTOR”; es decir que, el estudiante tendrá un mayor protagonismo en esta relación profesor–alumno y, en consecuencia, en las riendas de su propia formación. Es un ejercicio de responsabilidad por ambas partes.
Así que, si os parece bien, terminamos la reflexión con esta cita de Paulo Freire (el post de los Freires!!): «la Educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo»
Esperamos que el post haya sido de vuestro agrado y cualquier comentario al respecto de lo aquí expuesto será bienvenido. A su vez, os animamos a estar atentos a la segunda parte que publicaremos el jueves en La Ciudad Viva.
Texto: Agnieszka Stepien + Lorenzo Barnó _ Stepienybarno.
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Referencias
[1] Eduardo Punset. La crisis de fondo está en la educación
[2] Rafael Iglesia. CONTRAutopistas (informáticas).
[3] Entrevista a Luis Cacho en diarionavarra.es
* Imagen de portada extraída http://naukas.com/2012/04/13/el-misterio-de-las-neuronas/
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