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El progreso imaginado y los paisajes del turismo

Liliana López-Levi 6 octubre, 2015

Hace cien años, el 7% de la población mundial era urbana y había dieciséis ciudades en el planeta, todas ubicadas en países desarrollados, con más de un millón de habitantes [1]. Desde entonces, hay un imaginario dominante que asocia desarrollo y urbanización. La ciudad más grande de la época era Londres, con siete millones de personas. Era, además, el símbolo por excelencia de la industrialización. En el resto del mundo, otras ciudades se fueron poco a poco sumando al modelo a través del impulso a las actividades secundarias. Entonces, el humo y las chimeneas eran el símbolo del progreso y las fábricas se convirtieron en el motor del crecimiento y la transformación urbana. De aquella época quedan algunas construcciones que fungen como marcas territoriales de un ideal ya descartado.

A lo largo del siglo XX, los discursos sobre el deterioro ambiental y la necesidad de un desarrollo sustentable cambiaron las imágenes del progreso. Ahora, el paisaje urbano de las grandes ciudades se enaltece a partir de importantes obras de ingeniería: grandes puentes, amplias vialidades y edificios cada vez más altos. En Londres, como en otras ciudades centrales, las obras arquitectónicas de autor se hicieron emblemáticas y ahora el paisaje del progreso muestra grúas de construcción por doquier.

El progreso también se representa con la tecnología, con los artefactos y las grandes estructuras metálicas. La civilización imperial plasmó su grandeza en el siglo XIX con el Big Ben y en el año 2000 celebró la llegada del nuevo milenio con el London Eye, un gran coloso a la orilla del río Támesis, que tiene sus pares en varias ciudades del mundo.

Grúas en Londres

En la segunda mitad del siglo XX, se reorientó la economía urbana y la industria fue desplazada por el comercio y los servicios. La lógica del consumo tomó un lugar central y la publicidad fue un importante medio de comunicación. Las vallas y carteles publicitarios se hicieron presentes en el paisaje urbano para dar cuenta de los modelos del éxito y del bienestar. Con ello se plasmaron los nuevos valores del progreso.

Uno de los sectores que mayor impulso ha tenido durante las últimas décadas ha sido el turismo; hoy en día considerado como una actividad que genera empleos, bienestar social y prosperidad. Las repercusiones en el paisaje urbano se materializan y se convierten en el correlativo de los imaginarios dominantes. Esta vez se configura una triada, desarrollo-urbanización-turismo, que opera de acuerdo con las reglas establecidas por la lógica del consumo.

Si bien, Francia, España y Estados Unidos ocupan los primeros lugares en números de visitantes e ingresos por el turismo, Londres se ha posicionado como una de las ciudades más visitadas del mundo. En este sentido, se ha constituido como un modelo a seguir. Muestra de su liderazgo son los autobuses turísticos que se repiten en diversas ciudades del mundo, rojos y de dos pisos, como los ingleses.

El caso de Londres nos sirve para ejemplificar la forma en que el imaginario del progreso ha derivado en una trayectoria económica que queda marcada sobre el paisaje, un paisaje que sirve de base material para el desarrollo y la transformación de la vida social. En este caso, se hace patente un camino que marcan los países poderosos, y que después imitan los que se consideran periféricos.

Hoy en día, el 54% de la población mundial vive en ciudades y se espera un crecimiento del 66% para 2050 [2]. Más de quinientas ciudades en el mundo rebasan el millón de habitantes. Algunas de las más grandes están en países periféricos como Bombay, Sao Paolo y la Ciudad de México [3]. Todas crecieron siguiendo los mismos imaginarios. En forma generalizada, se asociaba el progreso a la urbanización. Sin embargo, las grandes desigualdades y las crisis políticas, económicas y sociales nos llevan a cuestionar el camino andado y el ejemplo seguido. Si el reto, como lo manifiestan representantes de gobiernos e instituciones, es la gestión y el manejo de las ciudades, el crecimiento económico, la sustentabilidad y el bienestar social, ¿es el turismo una opción para el progreso?

Desde América Latina, la industrialización causó graves estragos ecológicos, y la sociedad de consumo hizo patentes las desigualdades, generó deudas y construyó nuevas precariedades. Ahora, ante las crisis recurrentes, los gobiernos locales, regionales y nacionales fijan sus metas en otras estrategias para resolver las carencias. En particular, aparece la nueva triada del siglo XXI: urbanización-turismo-progreso.

Los imaginarios del turismo y las prácticas asociadas a ello están transformando el paisaje urbano de diversas ciudades. Para agradar al turismo se pintan fachadas, se maquilla la imagen urbana y se reinventan las historias locales. Sin embargo, se excluye a los oriundos del lugar, y las ciudades terminan por ser juegos temáticos u objetos de simulación.

Si bien el camino andado es diverso en cada uno de los lugares analizados, las  investigaciones plasmadas en el volumen 5, número 2 de URBS cuestionan este nuevo modelo económico y dan cuenta de los espejismos del turismo, de las inequidades que produce y de las utopías que no concreta.

Londres anuncio

[1] David Harvey, Justice, nature and the geography of difference, Oxford, Blackwell Publishers, 1997.

[2] Como ejemplo, el Director del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU declaró que el “manejo de las áreas urbanas se ha convertido en uno de los retos más importantes para el desarrollo del siglo XXI” (United Nations Department of Economics and Social Affairs, World’s population increasingly urban with more than half living in urban areas, 2014).

[3] David Harvey, op. cit.

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About The Author

Liliana López-Levi

Geógrafa. Profesora-Investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco en la Ciudad de México. Trabaja temas de espacio urbano y cultura, en particular sobre imaginarios y territorios

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