Uno
El 12 de mayo de 2011, la denominada primavera estudiantil chilena comenzó con una manifestación que convocó a unas 20 000 personas en Santiago. Hasta noviembre de ese mismo año cada demostración pública lograría reunir un promedio de 150 000 manifestantes que reivindicaban un Estado verdaderamente protagonista en materia educativa, que entendiera la educación como un derecho social y un pilar para el desarrollo. A pesar de la apuesta a favor del desgaste del movimiento estudiantil, en ese mismo mes el gobierno obtuvo en las mediciones públicas la más alta reprobación de su gestión, y, presionado por el clamor estudiantil, se vio obligado a realizar un segundo cambio de gabinete que incluía al máximo responsable de la cartera de educación, lo que no impidió que en agosto la suma de los movilizados se empinase al millón de personas.
Las movilizaciones de los estudiantes chilenos de 2011 se produjeron en el contexto de una ola de protestas globales. Aunque se trata de un movimiento organizado que responde a una idiosincrasia histórica específica, comparte con el movimiento mundial el uso de nuevas tecnologías, la apropiación de los espacios públicos y una indisimulada preocupación por la democracia y la igualdad. Se trató además de un movimiento que desplegó formas flexibles de organización y movilización, como el caso que nos ocupa en este texto, el flash mob Genkidama por la educación. Los estudiantes crean una narración basada en la famosa serie Manga Dragon Ball Z para replantear el conflicto entre el gobierno y el movimiento, ampliando con ello la participación de otras identidades políticamente menos definidas. En este caso, la performance (flash mob) se comporta como un evento comunicativo en el que la narrativa persigue elaborar un sentido de comunidad que se apropia de las principales calles de Santiago de Chile, como una práctica espacial que desafía el orden social y recrea una victoria simbólica de los estudiantes sobre el sistema político…
Dos
En la búsqueda de una creatividad que fomente nuevos repertorios de protesta capaces de reflejar la diversidad del movimiento estudiantil y sus prácticas culturales, los flash mobs se han convertido en una forma popular de demostración. Las referencias a la cultura pop suele ser una práctica recurrente en este tipo de intervenciones. El 23 de junio 3.000 estudiantes de las Universidades de Chile, de Santiago y Metropolitana recreaban un flash mob por la educación pública, disfrazados de zombies y bailando en la Plaza de la Ciudadanía al ritmo del ´Thriller´ de Michael Jackson. La convocatoria fue realizada por un estudiante de administración pública, en Facebook, el 13 de junio, ensayada en dos horarios diferentes en la Universidad de Chile y apoyada en videos con la coreografía, que también fueron publicados en Facebook y Youtube con el fin de incentivar la participación. Obviamente que no era el primer flash mob que recurría a la música de Michael Jackson, lo que hacía diferente esta performance del ‘Thriller’ era que la intención de los organizadores no se dirigía a homenajear al artista sino a apoyar los reclamos de los estudiantes chilenos. En definitiva, un ejemplo más de la enorme influencia de la cultura pop en esta forma de movilización, enraizada en un cosplay entre héroes y villanos.
El 13 de julio un nuevo flash mob, Gagazo para la educación, tuvo lugar en la Plaza de Armas de Santiago. La convocatoria estuvo a cargo de la Comisión artística Cultural de la Universidad de Santiago de Chile. La expresión Gagazo es un neologismo que mezcla Gaga + el sufijo – azo, que se suele emplear como terminación de alguna palabra que expresa una acción violenta o súbita. Consistió en una actuación en la que Lady Gaga y ‘Judas’ bailaron acompañados por 500 estudiantes. Como en el caso de ‘Thriller’, la elegida es una cantante de pop icónica que pertenece al global imaginario juvenil de la música popular contemporánea.
Tres
El 19 de julio de 2011, 3000 estudiantes participaron en el flash mob ‘GenkiDama por la educación‘ en Santiago de Chile. Durante la performance, inspirada en los personajes de Dragon Ball Z, la identificación de los aficionados con los personajes de Manga es transcendida, añadiendo una dimensión política que permite una reformulación del conflicto entre el gobierno y los estudiantes: los estudiantes se apropian del GenkiDama como una forma simbólica de ataque, basado en el consumo de energía colectiva para derrotar al enemigo, lo que constituye toda una metáfora para replantear su conflicto con el gobierno…
El uso del GenkiDama representa un valor intertextual que es capaz de ofrecer a los participantes un fuerte sentido de identificación. El GenkiDama es un guerrero que sostiene un corazón puro en su mano del que emana una energía que, con la ayuda de las esencias del universo y de otras personas, se concentra en una gran esfera circular que vuelve al guerrero cada vez más poderoso. La esfera simboliza la unidad de la gente honesta, que presta su energía para derrotar a los malvados. En otras palabras, la esfera, que circula a través de las manos de los participantes, representa un momento de unidad para un propósito común. En el desempeño de la multitud, la esfera de la energía estuvo representada por una bola gigante diseñada por los estudiantes de la escuela de arquitectura de la Universidad de Chile, construida con tubos de vinilo y bolsas de plástico. La bola gigante recorrió algunas de las calles más emblemáticas del centro histórico de Santiago sostenida por las miles de manos de los estudiantes movilizados.
Además del significado estático dado a los lugares a través de la planificación urbana, el significado histórico y colectivo debe tomarse muy en consideración. Los flash mobs dan nuevos significados a los espacios y en muchas ocasiones transgredan los lugares y los significados históricos. Luisa Martín Rojo (2012) sostiene que los espacios urbanos y los mensajes de protesta interactúan en la producción de significados, usando el ejemplo de Madrid y la importancia histórica de sus edificios emblemáticos, algo que muy bien podríamos extrapolar al caso de Santiago de Chile. Además de la apropiación del espacio por el imaginario de Dragon Ball Z, los estudiantes utilizan el itinerario como una lucha por un territorio en disputa (Elizabeth Jelin y Victoria Langland 2003). Los estudiantes escenifican la memoria de la dictadura no sólo a través de cantos y de otros símbolos que rememoran las protestas de los años 80, sino también mediante la apropiación de lugares históricos; lugares donde se asientan los actuales poderes del Estado.
El punto de encuentro, la Plaza de Armas, no sólo alberga el edificio actual del Municipio de Santiago. La ciudad fue fundada aquí durante el período colonial, y se estableció el primer gobierno republicano en uno de los edificios adyacentes a la actual sede del poder local. Las personas que asistieron a la manifestación como consecuencia de la convocatoria hecha a través de las redes sociales, experimentan ser parte de un grupo que lucha por sus derechos. La bola de energía continúa su viaje hacia la Catedral de Santiago, girado a la izquierda a la calle Bandera, justo en la esquina de donde se reunió el primer Congreso Nacional y a una cuadra de la sede del actual Poder Judicial. Los participantes se consideran una parte emocional de esta unidad política cuando caminan por las calles con el objetivo de mover la esfera alrededor, pasando por todas las manos y tratando de llegar juntos a su destino en Plaza de la Moneda. Cuando la bola de energía del GenkiDama finalmente llega a su destino final, el Palacio de la Moneda, la unidad de los manifestantes contra el poder está articulada por dos signos: la bola de energía se sitúa en medio de una enorme bandera chilena, combinando inesperadamente dos símbolos que representan la nación unida y la potencia de la unidad en el universo de Manga. Es una combinación irónica e irreverente de un símbolo popular e institucional de la comunidad nacional, la bandera, con el símbolo de la comunidad otaku, la pelota. El primero es reconocible para todos los chilenos, pero el segundo solamente es fácilmente identificable por los fans de la serie….
Como una forma de demostración, los flash mobs son característicos de una nueva forma de movilización de característica descentralizada, espontánea y discontinua, muy diferente a los movimientos sociales tradicionales. Mediante el uso de flash mobs los estudiantes se abren hacia nuevas formas de acción política. También hacia otras maneras de entender las identidades políticas. En el caso del GenkiDama para la educación, mediante las referencias simbólicas a un marco generacional, los estudiantes crean una subjetividad que no es política en sí misma (la metáfora de la comunidad otaku) sino que se convierte en política por la apropiación del imaginario Manga; los jóvenes inventa una nueva forma creativa de hablar de la política que no se limita a los estudiantes más militantes. Como “ventiladores”, los estudiantes crean un “meta” texto (Henry Jenkins, 1992) mediante la participación y la producción de significados sociales y políticos alternativos. En términos de George Lakoff (2006) los estudiantes evitan el uso de la estructura dominante (y sus evocaciones) y en cambio replantan la cuestión mediante la creación de una nueva narrativa que asigna nuevos roles y funciones de los actores sociales. Los estudiantes que no pueden reconocerse en el discurso del gobierno pueden hacerlo en las referencias generacionales que evoca el GenkiDama para educación. El GenkiDama por la educación supo aprovechar el potencial trasgresor de la una subcultura al desafiar el discurso del gobierno desde una perspectiva inusual. La identificación de los participantes en su doble dimensión, como estudiantes y como fans, es un ejemplo de convergencia cultural que crea una nueva forma híbrida de activismo político. Acá el uso de los espacios adopta la función política de cuestionar el poder y ofrecer una plataforma para la presentación de las demandas de los estudiantes. Pero también una oportunidad para reconocerse en un imaginario y un momento de alegría al compartir un nosotros…
Referencias
Jelin, Elizabeth, y Langland, Victoria (2003). Monumentos, memoriales y marcas territoriales. Madrid: Siglo XXI.
Jenkins, Henry (1992). Textual poachers: Television fans & participatory culture. Nueva York: Routledge.
Lakoff, George (2006). Thinking points: Communicating our American values and vision. Nueva York: Farrar, Straus & Giroux.
Martín Rojo, Luisa (2012). Paisajes lingüísticos de indignación. Prácticas comunicativas para tomar las plazas. En Anuari del Conflicto Social (pp. 275-301). Barcelona: Universitat de Barcelona.