En el lenguaje postestructuralista, un pliegue es la formación que se produce cuando un elemento de la serie se estratifica sobre el anterior sin suplantarlo ni borrarlo. Un pliegue es una formación híbrida compuesta por los dos momentos que han sido plegados, junto con la espacio imaginario donde se confunden sin llegar a fundirse. Un pliegue es una metáfora para desarrollar la difícil idea de que nada de lo que haya sido dicho desaparece por completo, sino que permanece oculto en un lugar posterior de la serie, y sigue siendo en el modo de la ausencia que nos acompaña. Es imposible el olvido, y toda innovación carga con la mochila vacía del recuerdo de lo que fue, allí de donde venimos sin haber terminado de marcharnos.
En la teoría urbana, sirve como aproximación la idea del palimpsesto, que es el modo en que los distintos retazos históricos de la ciudad asoman aquí y allá, en los huecos desapercibidos que las sucesivas capas históricas muestran descuidadamente sin pretensión. Una pared, una calle, un solar, una práctica situada donde las capas conviven en un presente en el que se unen imposibles los tiempos y las maneras. La memoria no es algo que uno recuerde, sino los pedazos de historia que continúan presentándose ante nosotros para hablarnos de la mezcla sutil entre lo que es y lo que fue que continúa siendo. Entre los colegas, un pliegue es un intersticio, un vacío urbano, allí donde nadie mira porque no hay nada que mirar y, sin embargo, todo está a la vista; donde nadie hace nada porque no hay nada que hacer y, sin embargo, todo puede ser hecho; los espacios radicalmente indeterminados, la indefinición en la que están abiertas todas las posibilidades porque no hay nada que esperar, que es el modo en el podemos esperarlo todo y seguir en la aventura de construir ciudades donde empezar a vivir siempre de nuevo, nómadas camino de ninguna parte, en la pura existencia del camino que se dice y se basta por completo a sí mismo para ser vivido. Los espacios de la libertad y la belleza desinteresada.
Como en una figura suprematista, la superposición de capas de color en una tela sin fondo genera la ilusión de un volumen vacío que las separa. Esta distancia en la que visibilizamos la invisibilidad intermedia es el espacio de la indefinición absoluta, literalmente una nada que se hace presente, una imposibilidad física venida al ser en el modo metafísico de la vinculación simbólica, la distancia y la diferencia. El espacio entrepliegues, el pliegue puro, se convierte así en el lugar sin nombre que escapa absolutamente de todas las formaciones históricas y epistémicas, de todas las legalidades, sistemas normativos, dispositivos y subjetividades, el espacio puro de lo anárquico, lo que no puede ser gobernado porque, ante los ojos atentos de la cultura o la ley, es literalmente una nada que no puede ser vista. El pliegue es nuestra metáfora de la utopía, del lugar imposible fuera de todo lugar, no-lugar absoluto que, sin embargo, nos sitúa o emplaza en un terreno (in)seguro desde el que construir un pequeño mundo nuevo al margen de toda atadura, de toda previsión, de las miradas vigilantes del sistema que somos todos.
Lo que nos ofrece el urbanismo y la arquitectura del simulacro, como todos sabemos, es la reconstrucción falaz de la historia, la actualización en falso de un pedazo de tiempo limpio del polvo de la historia para disfrute del turista o del residente, cuando el residente se convierte en turista de su propia ciudad. Muchos critican y muchos defienden estas actuaciones con argumentos bien conocidos. Lo que no tantos aprecian es que el híbrido histórico de la renovación no es ni lo uno ni lo otro, sino que abre un espacio simbólico sin sentido, sin nombre, que puede ser recorrido para inventar en él nuestra forma de ser hacia ninguna parte. El problema de la libertad no se juega en el parlamento, ni en la ley, ni en los entresijos de la falsa interioridad psíquica o sistémica, sino en los espacios imposibles y anárquicos de la diferencia, entre los pliegues, donde nadie puede encontrarnos, ni siquiera nosotros mismos.
URBS saluda la iniciativa EntrePliegues4, y se suma convencida ofreciendo nuestros medios editoriales para publicar los trabajos que resulten del próximo Seminario Internacional que estos días preparan Isabel Rodríguez Chumillas y nuestras demás compañeras vinculadas al Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid. En breve, los días 7 y 8 de marzo, estaremos con ellas para ayudar en el debate y la organización del Seminario EntrePliegues4. Compartimos aquí una primera reseña de la reunión. Seguiremos informando del proceso de trabajo. Las personas interesadas encontrarán los detalles en http://entrepliegues.blogspot.com.es, o dirigiéndose al correo entrepliegues@gmail.com
Nosotros seguiremos entre tanto por aquí.
Imagen de portada: Gordon Matta-Clark, Split house, 1973.