Para Robert Smithson, los museos eran prisiones culturales donde imponer límites a las obras de arte, justo lo contrario de su idea de site, que se caracterizaba por su falta de límites. Así, este representante del Land Art reclamó la práctica de un arte fuera de las paredes de instituciones y galerías. “La obra de arte no se expone en un lugar: el lugar mismo es la obra de arte”, sentenció Michael Heizer. Bajo estas premisas, obra y contexto son indisociables y carecen de identidad propia por separado.
Colectivo DV (Diana Coanda y Víctor Velasco) ha concebido con Tránsitos un proyecto site-specific, realizado expresamente para el exterior del Centro Niemeyer de Avilés. Se trata de una creación ad-hoc para un fin determinado, y el site o entorno en el que se ubica no constituye un mero marco expositivo, sino que forma parte indisoluble de la obra. Si Tránsitos se extrajese de este lugar perdería la totalidad o una parte importante de su significado puesto que interrelaciona de forma plena con la ubicación para la cual ha sido diseñado.
En el texto One place after another: Notes on site-specificity, publicado en el año 1995 en la revista October, Miwon Kwon reflexionó sobre el concepto site-specificity, el cual, nacido en el seno del arte minimal, “pasó de entender el lugar como una serie de límites físicos a comprenderlo como una acumulación de parámetros discursivos de tipo histórico, social y cultural”.
El site-specific interacciona con su contexto. Tránsitos dialoga con el territorio, la arquitectura y el paisaje buscando la reflexión perceptiva del espectador y explorando su relación con la topografía del entorno local.
Rosalind Krauss, en su ensayo La escultura en el campo expandido (1979), teorizó sobre la idea y la práctica del site-specific. Las site-constructions podían clasificarse en marked sites, si provenían de su relación con el paisaje; o bien en axiomatic structures, si surgían de su interrelación con la arquitectura. Partiendo de las reflexiones de Krauss, el proyecto de Colectivo DV cubre ambas facetas pues, a través de una secuencia de puertas, la instalación interactúa tanto con la arquitectura de Oscar Niemeyer como con el paisaje avilesino. Siete de ellas se emplazan en la zona superior de la pérgola que une el auditorio con la cúpula del Centro Niemeyer. La octava se ubica en el acceso al centro desde el puente de San Sebastián estableciendo una relación directa con el viandante que puede tocarla y rodearla. Por último, la novena puerta se localiza en la ría, de tal manera que quedará parcialmente oculta con la subida de la marea.
Tránsitos deviene en una práctica artística especulativa orientada a la creación de relaciones dentro de un contexto inmediato más que a una creación objetual. Es un desafío conceptual de espíritu experiencial y anticomercial por lo que tiene de desobjetualizado. El foco de atención se traslada del objeto al sujeto/espectador y a su percepción cuestionando la entidad de la obra de arte pues, al final, sólo se conservará documentación de la misma, ya sean textos, dibujos, fotografías o vídeos.
La intervención está planteada como temporal, asumiendo el valor de la transitoriedad y de lo efímero. Esta noción se complementa con la estética antitética que preside todas las creaciones de Colectivo DV: ella/él, línea curva/línea recta, calidez/rudeza, lo liviano/lo pesado…, sumándose ahora el binomio site/non site.
Las puertas que conforman Tránsitos han sido modificadas en su tamaño original y descontextualizadas de su emplazamiento y usos habituales pasando del non site al site defendido por Smithson. La puerta es, además, un elemento dual que sirve para entrar o para salir, personificado en la mitología romana bajo la figura de Jano, el dios bifronte. Una puerta cerrada impide el paso, mientras que una puerta abierta es una invitación a franquearla. Aquí, su función como elemento de acceso de un espacio a otro se subvierte simbólicamente actuando como pasaje para la evasión y la reflexión estética del espectador que completa, así, el sentido último de la obra.
El juego de las puertas y sus encuadres demanda la interacción lúdica de un público que participe en la obra transitando por los puntos de vista preferentes señalados en el suelo a tal efecto y pasando a formar parte de la puesta en escena de la instalación. Esta práctica espacial y su consciencia provocan relaciones recíprocas de diferentes tipos entre el espectador y la obra, la obra y el espacio, y el espacio y el espectador.
El objetivo es generar otro discurso en torno al edificio y su contexto. Cuestionar y transgredir la lectura hegemónica de la mirada contemporánea que en nada se detiene motivada por la aceleración de los tiempos hipermodernos.
Cada puerta enmarca un paisaje o un elemento arquitectónico objeto de diaria inatención. Cada puerta es una invitación a percibir detenidamente el entorno natural e industrial. Una incitación a analizar un territorio antropizado que es reflejo de la idiosincrasia de la ciudad, espejo de significados y connotaciones histórico-sociales, así como poseedor de una dimensión estética concreta. Se persigue, por tanto, generar una visión contemplativa, no consumidora: reflexionar el espacio, pensar el territorio, leer el paisaje.
Más allá de una arquitectura icónica, motor de desarrollo económico-cultural y polo de atracción de turismo, el Centro Niemeyer se convierte en el proyecto de Colectivo DV en un observatorio del paisaje. Un paisaje entendido, como señala el catedrático de urbanismo Joaquín Sabaté, “en su más amplio sentido, natural y cultural; un paisaje no como el resultado final de una cultura, sino como realidad en evolución continua; paisaje y territorio no como mero soporte, sino como factor básico de cualquier transformación. En este sentido, los paisajes culturales están llamados a jugar un papel relevante, porque constituyen la expresión de la memoria y la identidad de una región”.
Las puertas de Tránsitos enmarcan el código genético de Avilés. Su paisaje estético y cultural es desvelado a través de una compleja instalación de cuidada escenografía que invita al espectador a mirar, a viajar hacia su entorno inmediato. En el ensayo Un arte contextual, el crítico de arte Paul Ardenne señaló cómo determinadas intervenciones especialmente vinculadas a un contexto concreto surgen de una pulsión participativa y agorética del artista por trasladar el centro de interés al espacio público, al site. El objetivo es suscitar una atención aguda, que el arte funcione como vector para orientar la mirada provocando una comprensión más acertada del entorno con la idea de habitarlo mejor.
Diana Coanda (Resita, Rumanía, 1974) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Timisora. Ha realizado exposiciones tanto colectivas como individuales en su país natal, en Moldavia, Yugoslavia, Portugal, Irlanda, España y multitud de ubicaciones en Asturias. Ha obtenido diversos premios como los del Certamen Nacional de Arte de Luarca o el Premio Caja Madrid.
Víctor Velasco (Avilés, España, 1986) es técnico superior en Amueblamiento por la Escuela de Artes de Oviedo. Ha participado en diversos concursos de interiorismo. Ha coordinado varios festivales de música, cine, arte y moda y expuesto en varias ciudades de Asturias. El grueso de su carrera artística se incrementa con la unión como Colectivo DV.
La obra conjunta de este Colectivo pasa por exposiciones en Madrid y Asturias en localizaciones como Avilés, Gijón, Oviedo o Luarca. Cabe destacar entre su andadura la participación en la III Muestra de Artistas Independientes de Asturias. LABoral Centro de Arte y Creación Industrial; Sección oficial IVAHM 15. Festival Internacional de Videoarte de Madrid New Media Festival; Proyecto Ocho visiones, de LABoral Centro de Arte; Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias; IN Jornadas de Diseño de Interiores. Escuela de Arte de Oviedo; Premio Nacional de Arte, CNAL 2016