En los siglos XVI y XVII el mundo se hizo más pequeño. La conquista de América por los castellanos y sus aliados y el desarrollo del comercio portugués, holandés e inglés en Asia, África y América abrieron las puertas a la transferencia y circulación de flora, fauna, productos comerciales, personas e ideas como nunca antes en la historia de la humanidad. Las redes que hicieron posible dicha transferencia y circulación fueron de muchos tipos, aunque destacó una de ellas: las redes de tipo comercial. Estas redes no eran redes impersonales, sino que eran verdaderas tramas de personas, normalmente miembros de una misma familia, que se extendían a lo largo de países y continentes por medio de agentes comerciales puestos al servicio de casas comerciales que se situaban en las grandes ciudades comerciales del mundo, como Sevilla, Londres, Ámsterdam, México, Lima, Goa, Macao o Nagasaki, entre otras muchas. México y Sevilla fueron algunos de los más importantes nodos comerciales de los siglos XVI y XVII, por su situación geográfica y por su situación estratégica dentro de la Monarquía Hispánica, y por ser sedes de algunas de las más importantes casas comerciales del momento. Una de las más importantes casas comerciales de principios del siglo XVII con sede en México fue la de la familia Federighi. Allí, Santi Federighi, el principal mercader de dicha familia en el virreinato de Nueva España durante la primera mitad del siglo XVII, se convirtió en uno de los mercaderes más poderosos e influyentes de las redes comerciales que conectaron el océano Pacífico y Europa a través de América.

Santi Federighi, también llamado Stefantoni Federighi en algunos documentos de la época, pertenecía a una familia sevillana de origen italiano. Su abuelo, Giovanni Federighi, gobernador de la villa toscana de San Gimignano, había emigrado a Sevilla en la segunda mitad del siglo XVI, y lo hizo, como muchos otros en ese momento, atraídos por el comercio tan extraordinario que fluía en la ciudad andaluza. La dinastía de los Federighi entroncó con otra poderosa familia de origen italiano con sede en Cádiz, los Fantoni, por medio del matrimonio entre Luigi Federighi, hijo de Giovanni, y Lucrecia Fantoni. El hijo de ambos, que es nuestro protagonista Santi Federighi, nació en Sevilla en algún momento antes de 1600. Poco después, el linaje de los Federighi-Fantoni se unió otra rica familia de comerciantes italianos, la de los Bucarelli. Gema Federighi, hermana de Santi Federighi, contrajo matrimonio con Antonio Maria Bucarelli, que fue uno de los más poderosos banqueros del eje comercial sevillano-gaditano durante la primera mitad del siglo XVII. De esta manera, la familia Federighi hizo converger genes y negocios por medio de convenientes matrimonios con otras dos poderosas familias de origen italiano, y, de esa manera, generó un tupido entramado comercial que se extendió desde América y Filipinas hasta Andalucía e Italia.

El miembro de la familia encargado de extender el negocio desde Sevilla-Cádiz hasta Nueva España fue Alexandro Federighi, tío de Santi Federighi, el cual falleció en 1613. Fue en ese momento cuando Santi, que probablemente había aprendido el oficio de los negocios en la capital novohispana al calor del hogar de su tío, se hizo cargo de la rama de la familia en el virreinato en ese momento y hasta su fallecimiento en 1643.

La riqueza y la influencia política de su familia permitió a Santi convertirse en una de las personas más poderosas del virreinato de Nueva España, tal y como denota el hecho de que llegara a ser prior del Consulado de Comerciantes de México y uno de los pocos caballeros de la Orden de Calatrava que vivían en la ciudad americana. Este hecho y la cobertura obtenida por medio de sus redes familiares y comerciales le permitieron desarrollar lucrativos negocios con plata, tejidos europeos, grana cochinilla y hasta manufacturas asiáticas como sedas y porcelanas chinas.

Las actividades comerciales de Santi Federighi constituyeron un auténtico paradigma sobre la manera en que los grandes almaceneros de México participaban en la minería de plata de Nueva España. Santi, como otros ricos mercaderes, proveyó a comerciantes de ciudades mineras, especialmente en Zacatecas y Aguascalientes, con mercaderías tales como esclavos, ruán de Castilla y lienzos europeos, así como con crédito, al tiempo que les compraba plata con el fin de financiar sus actividades comerciales regionales e internacionales.

No obstante, Federighi concentró sus actividades comerciales en la compra y redistribución de grana cochinilla, que desde el siglo XVI se había convertido en el tinte más demandado por las manufacturas textiles europeas. Sus inversiones en grana cochinilla se produjeron sobre todo en la región de Oaxaca, desde donde sus agentes comerciales distribuyeron el producto a otras ciudades del virreinato, especialmente México y Veracruz, desde donde exportaban el producto a Sevilla.

También por la vía del puerto de Veracruz, Santi Federighi, exportó a Europa productos tales como añil y cera e importó vino y telas. De la gestión del intercambio transoceánico entre las ciudades de Veracruz y Sevilla se ocuparon personalmente Santi Federighi y su cuñado, Antonio Maria Bucarelli, que vivía en Sevilla, mientras que de la distribución de los productos en América se ocupaban encomenderos y agentes comerciales de confianza de la familia.

El producto de las inversiones de Santi Federighi no sólo surcó las aguas del océano Atlántico, sino que además se dirigió hacia Asia. Por medio de los galeones de Manila, que navegaban las aguas del océano Pacífico y conectaron las ciudades de Acapulco y Manila con viajes anuales, Santi Federighi importó desde sedas y porcelanas chinas hasta algodones de manufactura filipina y mobiliario de nácar japonés. Cabe mencionar que la protagonista en este caso de la gestión de la transferencia de productos asiáticos hacia América no siempre fue el propio Federighi, sino su esposa. Teresa Setin gestionó personalmente los pedidos con las esposas de los agentes comerciales de su marido que vivían en Manila, todo lo cual nos habla de la importancia de las mujeres de las familias almaceneras mexicanas en la formación del gusto por productos asiáticos en los mercados novohispanos a mediados de la Edad Moderna.

Por último, Santi Federighi, como todos los grandes comerciantes de México en el siglo XVII, no sólo realizó inversiones en el comercio regional e internacional, sino que diversificó su capital en otros segmentos de la economía del imperio, muy notablemente la agricultura y las inversiones en propiedades inmuebles en la ciudad de México. No es de extrañar que su fallecimiento en 1643 tuviera un impacto extraordinario en la sociedad de la urbe mexicana.

Si Santi Federighi constituye una figura destacable desde el punto de vista histórico es porque su caso demuestra que las redes de la Monarquía Hispánica, cuyos nodos principales se situaban en Andalucía y en América, como las redes globales de otros imperios europeos de la época, estaban configuradas por familias verdaderamente trans-“nacionales” que movilizaban productos comerciales y capital a lo largo y ancho del mundo como no se había hecho antes en la historia de la humanidad.

Autor: José L. Gasch-Tomás

Bibliografía

GASCH-TOMÁS, José L., “Agents of globalisation: An approximation to Santi Federighi’s commercial network, c. 1620-1643”, en HERRERO SÁNCHEZ, Manuel y KAPS, Klemens (eds.), Merchants and Trade Networks in the Atlantic and the Mediterranean, 1550-1800: Connectors of Commercial Maritime Systems, London, Routledge, 2016, pp. 130-144

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NÚÑEZ ROLDÁN, Francisco, La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro, Madrid, Sílex, 2004.