Hay que remontarse al siglo XV para encontrarnos con las primeras manifestaciones de comunicación social y política ideadas para un gran público que ya demanda información. Son las relaciones que aparecen inmediatas a la invención de la imprenta y muy populares en los siglos XVI y XVII. Nacen en parte como respuesta a la necesidad de información comercial de una creciente burguesía y en parte como instrumento del poder, que se sirve del contacto con la lectura de las clases populares para influir en la formación de una opinión pública sobre la vida política y los cambios sociales de la Edad Moderna

Son unos cuadernillos que circulan por toda Europa con distintos nombres: (occasionnels en Francia, news pamphlets en Inglaterra, o neve zeittungen en Alemania…). Estas “hojas volanderas” no siempre pueden ofrecer una información de última actualidad (piénsese en la dificultad de las comunicaciones en la época, pese al desarrollo de los servicios de posta que empezaron a ser organizados por Felipe el Hermoso mediante la concesión a la familia Tassis de los correos entre España y Flandes). Pero el sistema de postas aún no permite la inmediatez y apenas la periodicidad de publicación.  Como ejemplo de forzosa demora se expone el caso del regicidio de Enrique IV en París (14 mayo 1610) que pudo ser publicado en Sevilla, por Gómez Pastrana, a finales del mes.

Por su origen las relaciones están muy vinculadas al género epistolar.  Muchas son cartas llevadas a la prensa e incluyen esta información en su título: “copia de carta…”.  Como temprano ejemplo de este nexo epistolar es obligado citar la carta de Cristóbal Colón de 1493, dirigida a Luis de Santángel quien la manda imprimir y de la que se hacen 23 ediciones entre 1493-1495.

Cátedra llama “locura informativa de los nuevos tiempos” al auge que va cobrando la epístola de relación en la segunda mitad del XV; especialmente en los diez años de la guerra de Granada, la carta de relación se llena de contenido ideológico y propagandístico. La Cancillería de los Reyes Católicos controla las cartas manuscritas que envían a sus familias los soldados, desde el campamento de Santa Fe, contando breves relatos de hechos militares y las hacen imprimir, convirtiéndolas así en documentos públicos que sirven a la historia y al relato de las Crónicas. El público lector va creciendo a lo largo del XVI hasta llegar a la eclosión de relaciones del XVII, en el que empiezan a ser preferidas las gacetas. Sin embargo, siguen editándose hasta entrado el siglo XIX

Formato y texto de las relaciones

Es un producto de poco coste formado por 2 o 4 hojas de papel de mala calidad, en tamaño de a 4º, a veces en folio y pocas en 8º. La primera página y en tipografía de mayor tamaño, presenta el título que empieza con las palabras relación, carta, aviso, nuevas…; suele ser largo y ofrece un resumen del texto.

Atendiendo a la variedad de los temas se puede asegurar que las relaciones cubren un “amplio espectro” de noticias; de una parte, las que relatan milagros, asesinatos, sucesos fantásticos de monstruos o fenómenos naturales… una subliteratura del pliego suelto vendido por ciegos, de pueblo en pueblo, a menudo en verso, dirigida a un público colectivo para el que desarrollaron estrategias en la tipografía del texto de modo que lo visual y lo oral ayudaran a la memorización. Esta estrategia se aplicaba tanto a los impresos dirigidos a las clases iletradas como en aquellos que leía la minoría culta. Como se trata de un fenómeno urbano el mismo impreso indica en el colofón, el nombre del impresor, la dirección del taller y la licencia de publicación.

Una concisa definición del género que las relaciona directamente con el concepto de periodismo sería la siguiente: “textos breves de tema histórico concreto con una intencionalidad de transmisión por medio del proceso editorial”.  Son aquellas que ofrecen el relato de coronaciones y viajes reales, de fiestas  de la corte o religiosas, de batallas jamás perdidas…porque estos son los temas de los que el poder quiere hablar aunque a su conveniencia. El objetivo es mostrar la vida de la corte como una jerarquía sin fisuras. Conscientes del poder de la imprenta en los cambios que sobre el concepto de la idea de monarquía y Estado se estaban dando en el XVII, y procurando atajarlos, en los gobiernos de Felipe III y Felipe IV se dictaron leyes tan rigurosas como las ya existentes para los libros, para el mejor control de las relaciones u otros impresos menores, Desde finales del XVI se iba conformando el hábito de la información en “serie” que respondía a dos razones: por una parte se difunde la nueva tan pronto se sabe que ha ocurrido y por otro lado se mantiene el interés lector por la evolución de lo que va aconteciendo.

Los impresores se establecieron en las ciudades más importantes: Barcelona, Valencia, Zaragoza… Sevilla, puerto de Indias, fue en el XVI la válvula de entrada y salida del comercio europeo, incluido el de las noticias con América, y parece haber constancia de la existencia de una imprenta ya desde los años 1470-74.

También se desarrolló la actividad tipográfica en otras ciudades andaluzas.  Se cree que el padre Hernando de Talavera llevó una imprenta a Granada en 1496; hay certeza de la fundada en 1533 por los hijos de Elio Antonio de Nebrija. La cercanía a los lugares de los hechos facilitaba la publicación de la noticia lo que explica que de aquí salieran relaciones sobre la Rebelión de las Alpujarras, (1568-1571), que fueron copiadas e imprimidas en otras ciudades. Se conservan dos relaciones de Hugo Mena publicadas en 1570 en Granada, de la que existen versiones –con fecha posterior- en Pamplona y Barcelona. Otros impresores importantes de la ciudad fueron Baltasar de Bolívar, Miguel de Lorenzana, con pliegos sobre bodas reales, las exequias de Felipe IV y de batallas y pactos con  el Turco y el Mediterráneo, tema que por estar a su orilla sin duda preocupaba. La Iglesia favoreció las impresiones de textos sobre dogma y controversias religiosas, abandonando así las de tema político más aceptado por los lectores de una gran urbe que reúne gente de diversas procedencias e intereses.

Tampoco Córdoba, a la que Pedro Ruiz (2001) llama ciudad levítica, vivió un clima apropiado. En 1556 se establece la imprenta en Córdoba. Pero, su actividad impresora consiste en libros, pequeños folletos sobre actos litúrgicos, o romances de héroes literarios. Salvador de Cea († 1660?) es el miembro más destacado de una dinastía de impresores cordobesa. Aunque trabajó al dictado de la Iglesia también publicó algunas relaciones de sucesos sobre las guerras de Europa, una sobre la batalla contra los ingleses en Cádiz, de las inundaciones de  Sevilla…Pero esta actividad representa un porcentaje muy bajo del total de su obra. No significa esto que fuera pobre la actividad de las imprentas cordobesas, pero en lo tocante a relaciones es probable que la proximidad a Sevilla, el fácil transporte y el bajo precio de los pliegos no estimulara a su redacción.

Juan Réné es el fundador de la primera imprenta de Málaga (1599), negocio que continuó su hijo Antonio. Fueron principalmente impresores y mercaderes de libros, pero también editaron algunas relaciones. Citamos Relacion verdadera, cómo fue jurado el Principe don Felipe Quarto deste nombre, hijo de los Reyes don Felipe, y doña Margarita de Austria nuestros señores. Málaga por Juan René, 1608. Hubo otros relacioneros en la ciudad que dieron noticias, escasas, de los acontecimientos, limitándose a la descripción de alguna boda real, a la presa de barcos en el Mediterráneo o a alguna batalla en Europa…Destacamos los nombres de Pedro Castera, Mateo López Hidalgo, Félix de las Casas y Juan Serrano de Vargas quien llegó a Málaga después de haber tenido taller en Madrid, Sevilla, Osuna, Granada y que declaraba de sí mismo ejercer el divino oficio de impresor de libros.

El negocio de las noticias en Sevilla es superior al de las otras ciudades andaluzas. No sólo por su comunicación con las ciudades europeas, sino también por la eclosión de noticias que produjo el estallido de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Los Tercios se nutrían en gran parte de levas en Castilla y Andalucía, por lo tanto, las noticias de la guerra importaban, y mucho, a familias con hombres en el ejército. La difusión de estas noticias estaba absolutamente controlada por la autoridad hasta el punto de que surge la figura del informador oficial: un impresor que goza del favor político –al que corresponde con toda lealtad- y que tiene el monopolio de publicar las noticias que el poder se arriesga a dar. Tal es el caso de Juan Gómez de Blas (1633-1667) quien recibe el título de Impresor Mayor de la Ciudad en 1657, nombramiento que heredó su hijo, también impresor, y que estuvo en manos de la familia hasta entrado el XVIII.

Larga sería la lista de impresores que se instalaron en Sevilla, ya desde el último tercio del XV como abundante es el repertorio de investigadores que en el siglo XX se han dedicado a rescatar su obra. Proponemos algunos nombres de entre los muchos posibles (Juan de Cabrera, Simón y Fajardo, Ramos Bejarano, Fco. de Lyra, Juan Serrano de Vargas, Clemente Hidalgo…) y remitimos al lector curioso a algunos catálogos indispensables.

Autora: Pilar González Fandos

Bibliografía

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