Tras conseguir bula papal, el 19 de agosto de 1487 se erigió la diócesis malagueña, nombrando como obispo a Don Pedro Díaz de Toledo (1488-1499) que comenzó el proceso pertinente para erigir una catedral. En este primer momento debieron utilizarse como casas obispales alguna casa cercana a la Catedral, pues los Reyes Católicos tuvieron por costumbre donar unas casas al primer prelado de la diócesis en todas las ciudades que conquistaron.

El segundo obispo de Málaga, Don Diego Ramírez Villaescusa de Haro (1500-1518)  levantó el primer Palacio, situado en el mismo solar que ahora, con entrada por la Calle Molina Larios para que la puerta diese a la entrada del patio de los naranjos de la Mezquita-Catedral. Se trataba de un edificio de pequeñas dimensiones, sin adorno y con un solo balcón. A mediados del siglo XVI el Palacio fue ampliado por fray Bernardo Manrique (1541-1564), creando un patio central de aspecto mudéjar y con dos torres unidas por una galería de arcos escarzanos que es lo único que aún se conserva hoy de aquella época. Este primer Palacio se correspondería con la zona que hoy ocupa la residencia de Sacerdotes retirados. En 1558 el obispo Fray Bernardo Manrique, encargó a Diego de Vergara (1499-1583)  la construcción de un patio principal y un cuarto en la casa obispal. En 1581, aun durante el mandato de Pacheco de Córdoba, acaeció un gran terremoto que dañó el Palacio, aunque los destrozos no fueron demasiado graves.

Desgraciadamente se carecen de noticias del Palacio durante el siglo XVII, si bien lo más interesante tuvo lugar durante el siglo XVIII cuando se dio al palacio la impronta que aun hoy lo caracteriza. Cuando en 1719 se decidió continuar la Catedral, se derribaron varias dependencias del Palacio Episcopal, esto provocó la necesidad de realizar una nueva construcción. Las obras corrieron a cargo de Don José Franquís Lasso de Castilla (1756-1776)  quien dejó la construcción casi terminada. El arquitecto fue Antonio Ramos que realizó una obra que destaca por su nobleza, su grandiosidad y la proporción en sus espacios, siguiendo el estilo de su maestro granadino José de Bada. A su muerte continuó la obra Martín de Aldehuela, de quien destaca la escalera, de la que se ha dicho ser digna de un palacio genovés. Se resuelve con gran amplitud, y está cubierta por una bóveda elíptica con pintura al temple que representa  el Triunfo de la Eucaristía, precedida de una cornisa cubierta con guirnaldas y medallones que representan atributos de la pureza de la Virgen, tomados de los Libros Sapienciales, y dieciséis letras sueltas y cartelas, donde se lee la frase PAX HUIC DOMUI ET OMNIIBU HABITANTIBUS IN EA. X-12 (“Paz en esta casa y a todos los habitantes de ella”. San Mateo, X-12). Aparecen rocallas en las enjutas de los arcos que la soportan. El sector dedicado a la vida íntima, con una planta abierta en forma de U con un jardín en el centro, fue la última en edificarse. La fábrica es de ladrillos con paramentos enlucidos; en el testero principal se erguen seis columnas de mármol con una doble arquería; en la planta alta un arco escarzano mixtilíneo y en la inferior dos arcos gemelos interrumpidos en un colgante a modo de mocárabe que se completa con una doble columna en la crujía siguiente. La escalera secundaria se decora con azulejos con figuras populares, fabricados probablemente en Albarracín y subvencionados por José Molina Larios y Navarro (1776-1783) con cuarenta mil reales en 1774. Al otro lado se edificó un pabellón de cuatro plantas con una galería alta y en medio de todas las edificaciones se abre un patio dividido en tres espacios. La parte privada tenía entrada por la calle Fresca y el Salón de planta rectangular con techo plano inserto en bóveda de cuarto de cañón con lunetos, presenta decoración de veneras en los ángulos.

En cuando a la Capilla, es una nave de cajón cubierta con bóveda de medio cañón con medallones y lunetos. En cuanto a la portada, se considera un postizo, que no obstante no destruye la armonía del edificio. En la fachada quiso el obispo colocar una imagen de la Virgen de las Angustias, dado su origen granadino, copia en alabastro de la que se encuentra en el Palacio Arzobispal de Granada. En la parte trasera existe otra portada también barroca, aunque más sencilla en cuanto a la disposición de los elementos, pero con una decoración quizá más compleja iconográficamente. Se trata de un vano adintelado por con las jambas mixtilíneas, con tres amorcillos en la moldura que rodea el vano. En el friso existe un escudo central y a los lados se repite una escena mitológica, la lucha de Hércules con el León de Nemea.

Según el Catastro de Ensenada, el Palacio en torno a la mitad del siglo XVIII en la parte pública contaba con despachos para el Provisor, los notarios, el tribunal eclesiástico, el fiscal, la secretaría de testamentos, de rentas y archivo general, procuradores y Audiencia Pública; en cuanto a la vida privada, contaba con despensas, cocinas, dos patios, corrales, jardines, cocheras, entrada para el portero y en el piso alto doce estancias para el Obispo; en lo referente a la representatividad, en el piso principal había un salón, sala de recepción y veinte salas.

A inicios del siglo XIX fue necesario realizar un tercer núcleo para ampliar el seminario que se emplazaba entonces en el palacio. En 1862 recibió la visita de Isabel II, engalanándose para ello. El 19 de mayo de 1931  el Palacio sufrió un grave incendio que provocó la destrucción de gran parte del Palacio y sobre todo de la colección artística. En 1934 ni siquiera se había llevado a cabo aún el desescombro del Palacio. Las obras de reparación se efectuaron en 1942 y fueron proyectadas por el arquitecto Don Enrique Atienza, arquitecto Conservador de la Catedral. Las obras siguieron las líneas generales que existían antes del incendio, distribuyendo el conjunto en tres partes: la residencia del obispo, la casa sacerdotal y las oficinas, cada una con ingresos diferencias por calles distintas. Existía además una zona para vivienda de los familiares del prelado.

El Palacio volvió a ser restaurado en varias ocasiones a lo largo del siglo XX. En 1970 había sido incoado, pero la diócesis se manifestaba incapaz de hacer frente a todas las obras de consolidación que necesitaba dada su antigüedad. En 1975 se tramitó una ayuda para reparación de techumbres. En 1986 y 1991 se vuelven a realizar reparaciones y en 1992 se instaló la Casa Sacerdotal en parte del edificio  y se llevó a cabo la adecuación de una zona como sala de exposiciones adjudicada a la Junta de Andalucía. En 2007 el Palacio Episcopal de Málaga fue sede de la muestra Andalucía Barroca, acogiendo la exposición “Fiesta y simulacro”.

En la actualidad, el Palacio Episcopal de Málaga es un conjunto de cuatro edificios situado entre las calles Salinas, Fresca, Santa María, Molina Lario y la Plaza del Obispo. Fue incoado como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento por primera vez en 1979, volvió a ser incoado en 1991 y en 1992, estado en el que permanece actualmente. Recientemente ha sido nuevamente restaurado, habiéndose inaugurado a finales de 2014. El Palacio Episcopal, además de continuar con sus funciones y tener una parte dedicada a residencia de sacerdotes jubilados, ha optado por musealizar la parte principal siendo visitable a través de ArsMálaga.

En cuanto a las artes plásticas que albergó el Palacio, el desconocimiento es mucho mayor dada la dificultad de estudiar estas colecciones por la falta de documentación y el movimiento y destrucción de las obras. El documento que proporciona información fehaciente sobre qué había en el Palacio, es la Relación de objetos, ropas, libros etc. que había en el Palacio episcopal, perteneciente de fondo de expolios. Años 1839-1946, conservado en el Archivo de la Catedral, pero no son piezas propias del Palacio, si bien podemos afirmar que eran obras de carácter religioso colocadas en las estancias principales. A día de hoy, existen en el Palacio un crucificado de madera; dos pinturas firmadas por Gregorius Sanz en 1794 en Murcia; un San Jerónimo de autor desconocido y de estilo barroco; una talla en madera policromada de Santa Ana y la Virgen, anónima del siglo XVIII; una Dolorosa anónima del siglo XVIII y algunos muebles sobredorados de estilo dieciochesco. El resto de obras se encuentran en el almacén.

El Palacio Episcopal de Málaga, como es habitual, por ser un centro de poder terrenal y divino y situarse en la plaza principal de la ciudad además de ocupar toda una manzana, ha estado presente en acontecimientos y celebraciones como telón de fondo o como protagonista a lo largo de todos sus siglos de historia, además de haber sido objetivo de revueltas. Ha sido también objeto de representación para grabadores y fotógrafos y aparece en libros de viaje. Demuestra el notable valor y representatividad del Palacio, el hecho de que sirviese de modelo para el Pabellón de Málaga de la Exposición Iberoamericana celebrada en 1929 en Sevilla. Obra del arquitecto malagueño Fernando Guerrero Strachan (1879-1930), se basó en concreto en el patio del Palacio para su diseño. El Palacio Episcopal de Málaga ha sido también escenario del rodaje de la película El puente de San Luis Rey (Mary McGuckian, 2004), basada en la novela homónima de Thornton Wilder. El Palacio aparece simulando estar en Perú, en concreto pasa por ser la residencia de la Marquesa de Montemayor. En el film pueden verse escenas delante de la fachada principal, pero también la entrada, el patio y la escalera monumental. Para el rodaje se adaptaron algunas estructuras, por ejemplo en la fachada se colocaron dos balcones de madera en la primera planta que tapan las auténticas ventanas. El Palacio Episcopal de Lima, que nada se parece al malagueño, sí que tiene estos balcones de madera, muy cerrados, a ambos lados de la fachada principal. Además el Palacio apareció en un anuncio publicitario de un coche.

En la actualidad, siendo Málaga una ciudad que apuesta fervientemente por la cultura, el Palacio Episcopal ha decidido sumarse convirtiéndose en un centro de exposiciones y monumento visitable dentro de los circuitos turísticos, lo que a nuestro entender demuestra el empeño por continuar presente en la vida de los malagueños y de los visitantes que acuden a la ciudad.

Autora: Laura Luque Rodrigo

Bibliografía

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