El Palacio arzobispal de Sevilla se emplaza junto a la Catedral, la Giralda y el Real Alcázar. Las casas primitivas que donó Fernando III para albergar las casas obispales que contaban con bodega, cocina, establo y huerta, tendría dos plantas y escasos vanos. Paulatinamente se fueron añadiendo fincas linderas, hasta que en el siglo XVI se realizaron importantes reformas, especialmente durante el episcopado de don Diego de Deza y Tavera (1505-23). La unificación de las casas se produjo durante el obispado de don Rodrigo de Castro (1582-1600). De esta fase prácticamente no quedan restos. La transformación de las casas en palacio la realizó el arquitecto Vermondo Resta durante el episcopado de don Rodrigo Castro.

La transformación más importante del Palacio se produjo en el siglo XVII bajo el patrocinio de varios obispos; se organizaron las dependencias en torno a dos patios principales y se construyó la escalera monumental, renovada por el arquitecto Fray Manuel Ramos a final de siglo. En el segundo patio, al que se accede por una puerta tallada en 1666, se conserva una fuente rematada por la escultura de Hércules y el león de Nemea de 1647 y que es una alegoría de Jesucristo. Existió un tercer patio que servía de apeadero. La planta tiene carácter rectangular, aunque es irregular y cuenta con dos plantas; la fachada tiende a la horizontalidad y separa ambas plantas mediante un entablamento corrido; cuenta con balcones en la planta superior en línea con las ventanas de la planta inferior, decoradas con molduras. Existe además un zócalo de piedra blanca que contrastan con los ladrillos del resto del lienzo murario.

También los prelados dieciochescos realizaron reformas en el Palacio, así entre 1703 y 1705 Lorenzo Fernández de Iglesias construyó la portada principal y se revistió la escalera de un solo tiro y tres tramos con pinturas de Juan Espinal, de carácter arquitectónico que a modo de trampantojo dan una gran profundidad al espacio; además en el centro se encuentra el escudo del arzobispo D. Antonio Paino. Las pinturas de las pechinas y de los espacios semicirculares son del siglo XX. La fachada principal cuenta con una magnífica portada-retablo, profusamente decorada, realizada en piedra y ladrillo, siendo el primer edificio del barroco sevillano que utiliza esta técnica mixta de piedra y ladrillo y la consiguiente bicromía. Destaca el salón principal, con el techo dividido en sesenta recuadros con episodios del Antiguo Testamento, emblemas y escudos con un discurso moralizante sobre las virtudes de los obispos de Sevilla, se desconocen sus autores, pero fueron realizadas en 1604 durante el episcopado de Niño de Guevara; el oratorio, proyectado por el arquitecto Pedro Sánchez Falconete con yeserías en las bóvedas atribuidas a Pedro de Borja; la capilla, con un retablo mayor y cuatro laterales de Francisco de Acosta (1781) que cuentan con esculturas como la Inmaculada de Cayetano de Costa (1776) y el salón del trono, construido hacia 1755.

Durante los siglos XIX y XX se realizaron menos reformas, pero el Palacio también sufrió algunas modificaciones. Sirvió de Comandancia General durante la ocupación francesa y de residencia de los Duques de Montpensier a su llegada a la ciudad durante una semana mientras se habilitaba un espacio en los Reales Alcázares. En 1810 acogió al mariscal Soult hasta que en 1816 el arzobispo Mon y Velarde recuperó el palacio. En 1970 el arquitecto Rafael Manzano Martos restauró los salones altos de las crujías principales. Entre 1990 y 1991 fue Jorge Peña Martín quien intervino en el palacio para disgregar la parte Norte del edificio que se convirtió en hotel. En 1993 volvió a ser intervenido por Gonzalo Díaz Recasens en un proceso de restauración de fachadas y portadas principales y cubiertas.

El patrimonio artístico que alberga el Palacio se dispone sobre todo en la parte alta del edificio. En el salón principal existen doce lienzos con el Apostolado, cercanos al pintor Llanos Valdés, en torno a 1660; dieciséis pinturas de tema bíblico de Juan de Zamora (1647); diez pinturas sobre la Pasión, atribuidas a Juan de Espinal; cuatro obras del taller de Zurbarán (Santo Domingo, San Pedro Mártir, San Francisco y San Bruno); una obra de Murillo (ca. 1640) con el tema de la Virgen del Rosario y Santo Domingo y por último una obra de Matia Preti que representa a San Juan degollado. En la Galería del Prelado existen numerosas obras pictóricas cercanas a 1600 de talleres venecianos, con alegorías y episodios de la historia de Noé. Existen en otras estancias numerosas pinturas de autores como Juan de Espinal, Francisco Herrera el Viejo, Matías de Arteaga, Domingo Martínez, Murillo, Cristóbal Gómez, Pacheco, Matia Preti, Abraham Willaert y Carel Van Savoy, José María Romero, Andrés Cortés, Virgilio Mattoni y Alfonso Gorsso, entre otros.

El Palacio es Monumento Nacional desde 1969. Puede visitarse una vez al mes de forma gratuita de forma concertada, salvo en ocasiones especiales cuya visita es libre, si bien se han dado varios pasos importantes para que el Palacio Arzobispal abra al público con mayor asiduidad de forma que se convierta en otro recurso museístico para la ciudad.

Autora: Laura Luque Rodrigo

Bibliografía

FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro, El palacio arzobispal de Sevilla, Córdoba, CajaSur, 1997.

FERNÁNDEZ LÓPEZ, José, “Los techos pintados del Palacio Arzobispal de Sevilla”, en SERRERA CONTRERAS, Juan Miguel, Velázquez y Sevilla Monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, Sevilla, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, 1999, pp. 158-171.

MORA-VICENTE, Gregorio; ROMO SALAS, Ana Salud, “Intervención arqueológica de urgencia en Palacio Arzobispal de Sevilla. Sectores de archivo y tribunal. Primera fase de los trabajos. Sondeos I-II-IV. Aportaciones a la Sevilla republicana”, Anuario Arqueológico de Andalucía, vol. 3. 2003, pp. 179-196.

VALDIVIESO, Enrique; SERRERA CONTRERAS, Juan Miguel, Catálogo de las pinturas del Palacio Arzobispal de Sevilla, Sevilla, editado por los autores, 1979.