El primer Arzobispo de Granada tras la conquista fue Fray Hernando de Talavera (1492-1507) confesor de la reina Isabel La Católica. En los primeros momentos, el arzobispo residió en la Alhambra, pero parece que conforme fue fundando parroquias y por estar la Alhambra alejada de sus quehaceres, decidió trasladarse a una casa cerca de la metropolitana. Al parecer era una casa con aspecto monacal, que contaba con claustro, refectorio, oficinas y aposentos situada en el Realejo, en lo que después sería monasterio de monjas de la orden de Santiago. Posteriormente el prelado se mudó al monasterio de San Francisco  donde falleció. En 1516 el rey Fernando El Católico concedió unas casas entre la nueva Catedral, antigua Mezquita Mayor, y la Plaza de Bibrambla durante el episcopado de Don Antonio de Rojas Manrique (1514-1523), germen del Palacio Arzobispal y la Curia Eclesiástica. Al parecer la nueva morada de los prelados sería una manzana con dos casas, cada una con su patio, siendo más pequeña la más cercana a la Catedral.

Fue en el siglo XVII cuando el Palacio Arzobispal adquirió tal categoría, gracias a las intervenciones de los arzobispos Don Pedro González de Mendoza (1610-1616) y Martín de Ascargorta (1693-1719), siendo dirigidas las obras por Ambrosio de Vico. Se cambió de sitio la capilla y se amplió, se construyó la escalera, aderezaron los aposentos, cambiaron las chimeneas, reformaron la zona de servicio y en el patio principal se construyó un claustro de columnas con piedra parda de Sierra Elvira y arcos, frisos y cornisas con piedra toba de Alfácar. El patio se adornó con una fuente que hizo Ludovicus Cueto, rematada con una escultura de Bernabé de Gaviria.

El prelado que verdaderamente realizó obras significativas en el Palacio fue Martín de Ascargorta (1693-1719), para dar mayor ornato al Palacio se abrió una hornacina en el primer piso, en la pared hacia la plaza de Bibrambla, donde se colocó una imagen de la Virgen de las Angustias, de gran devoción en la ciudad, esculpida por José de Risueño en 1716. En 1768, durante el pontificado de Don Antonio Jorge y Galván (1776-1787), tuvo lugar la supresión de los Jesuitas por lo que en el colegio de San Pablo que había pertenecido a esta orden, se situaron la universidad literaria y los colegios de Santa Cruz de la Fe, Santa Catalina mártir y San Miguel, permitiendo que el Palacio Episcopal y las oficinas de la Curia pudieran crecer ocupando el lugar de la Universidad del colegio de Santa Cruz.

Durante la Invasión Francesa, el Arzobispo Don Juan Manuel Moscoso (1789-1811) se retiró a Víznar dejando que el Palacio Arzobispal fuese ocupado por las tropas del general Sebastiani, que pidió se preparase la residencia con todo lo necesario de plata, lencería, y demás útiles, a lo que el arzobispo, desde la distancia, accedió. En 1824 el Ayuntamiento proyectó ensanchar y alinear la calle del Sagrario derribando parte del Palacio Arzobispal, por considerar que el sitio era estrecho y sucio y que generaría considerables beneficios para el ornato y el paso público y de carruajes, especialmente los días de fiesta cuando se congregan multitudes en el espacio. La propuesta la realizó el arquitecto Juan Pugnaire, pero el plano lo firmó José María Mellado en marzo de 1866. En el plano conservado en el Archivo Municipal, se aprecia como antes del derribo el Palacio Episcopal no era la suma de dos casas con sus patios, sino de tres; el tercer módulo, de un tamaño inferior a los otros, pero considerable, ocupaba prácticamente la totalidad de los que hoy es la Plaza Alonso Cano, dejando un paso estrecho frente al Sagrario. Estaba igualmente organizado este cuerpo entorno a un patio central y por sus dimensiones debió ser una pérdida considerable de espacio para el prelado. Los años restantes del siglo XIX transcurrieron entre amenazas de ruina, recaudación de dinero y arreglos varios.

En torno a 1940 se debieron llevar a cabo en el Palacio intervenciones y reparos sufragados por Regiones Devastadas, dado que existe un formulario del Servicio, sobre el Palacio Episcopal, valorando diversos daños sin especificar y causados por aviación. El 31 de diciembre de 1982 sobre las siete de la mañana se declaró un incendio que destruyó tanto el Palacio Episcopal como la Curia Eclesiástica. En 1988 tuvo lugar una actuación de emergencia dando el estado que se encontraba el inmueble tras el incendio. Entre 1994 y 2006 se llevó a cabo la II Fase de las obras de restauración, dirigidas por el arquitecto Pedro Salmerón Escobar.

El Palacio Arzobispal tiene su fachada principal en la Plaza Alonso Cano, compuesta por una entrada sencilla con forma de arco de medio punto y unas simples molduras alrededor; sobre ella se abre un balcón con tres arcos de medio punto, siendo el central algo más alto y ancho. Apoyan sobre columnas de fuste fino y liso con capiteles corintios y rematando el conjunto existe un frontón que se dobla en los extremos. Encima del balcón abre una ventana geminada similar a las inferiores. Todo este cuerpo sobresale levemente del conjunto y está coronado con un frontón y tres escudos. La fachada está compuesta por un zócalo de piedra gris sobre el que levanta el muro pintado en un tono magenta con los motivos decorativos en color albero. Cuenta con tres plantas divididas por molduras. A los lados de las ventanas, que son similares a las del cuerpo central, pero con unos dragones alados sobre ellas en el piso superior y en el bajo decoración de punta de diamante, aparecen tondos con retratos de obispos. El conjunto se remata con ménsulas decorativas.

El edificio actual del Palacio Episcopal es un pastiche de elementos de diversa índole, como una portada clásica combinada con vanos que aunque aparentemente también sean de corte clásico presentan elementos decorativos en algunos casos que recuerdan al renacimiento como las puntas de diamante, en otros manierista y en algunos casos más dieciochescos o incluso decimonónicos; es más la greca superior de la fachada a Bibrambla presenta unos arcos apuntados que en su interior albergan tréboles. La forma de los vanos es cambiante, en ocasiones sin orden, especialmente hacia Bibrambla, resultando un conjunto ecléctico, de ritmo desordenado y falto de una ‘belleza ideal, armónica’, fruto de la sucesión de intervenciones que refleja también la planta. Es difícil así encontrar paralelismos si miramos el conjunto. No obstante, a pesar de la desorganización y la mezcla de elementos, el edificio no resulta estrambótico, de alguna forma sus rarezas nos cuentan una larga y compleja historia aun no finita.

Autora: Laura Luque Rodrigo

Bibliografía

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Enlace: https://elpais.com/diario/1983/01/02/espana/410310011_850215.html

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LUQUE RODRIGO, Laura, Los palacios episcopales en Andalucía oriental. Lecturas de significación, Jaén, Universidad de Jaén, 2016.