Los estudios dedicados al ámbito rural en los territorios de la España Moderna no han sido objeto de igual atención por parte de los historiadores, cuyas investigaciones se han centrado mayoritariamente en los centros urbanos. Condicionados por la ubicación geográfica, estas localidades constituyeron sociedades más cerradas donde los cambios y transformaciones se producían con mayor lentitud, las vidas se sucedían en medio de una mayor exposición a las miradas ajenas y el tiempo transcurría a un ritmo marcado por las faenas de campo. La baja nobleza, como grupo principal de estas ciudades, dinamizó y dirigió la vida económica sustentada en la explotación de la tierra y la ganadería, actividades exigentes de atenciones que necesitaron, en ocasiones, la colaboración de la mayoría de los miembros de las familias, incluyendo a las mujeres, cuyas vidas transcurrirán entre títulos y tierras. Fueron doñas, hacendadas y ganaderas.

Una reciente investigación centrada en la localidad gaditana de Arcos de la Frontera, evidencia los procesos articulados en el ámbito socio económico a partir de un estudio de caso, el de la familia Espinosa Núñez de Prado, pertenecientes a la baja nobleza local, propietarios de la segunda mayor cabaña ganadera del término, al frente de la cual destacó la personalidad de doña Mª Antonia de Espinosa, considerada hoy la primera mujer ganadera en el marco de la actual provincia de Cádiz, cuyo nombre aparece ligado a la fundación de un encaste de reses de lidia como consta en los anales de la historia de la tauromaquia en Andalucía.

Los inicios de su actividad se perciben junto a su padre, don José de Espinosa Maldonado, natural de Sevilla, establecido en Arcos tras su matrimonio y a su tío Fernando de Espinosa, futuro Conde del Águila, ambos ganaderos propietarios de reses que pasaron a manos de Mª Antonia tras la muerte del padre y el traslado definitivo de su tío a la ciudad de Sevilla. En 1727, desposó con un afamado ganadero de Villamartín, fruto de una alianza gestada en un marco de ilustres familias dedicadas a esta actividad. El matrimonio Angulo Espinosa, amplió su cabaña mediante la adquisición de sementales comprados a los frailes cartujanos por mediación de don José de Espinosa-hermano de Mª Antonia- Prior de la Casa Grande de San Agustín en Sevilla, a los que sumaron algunos lotes recibidos como parte de las herencias procedentes de los Angulo.

La implicación de doña Mª Antonia en la gestión de su casa se intensificó a partir de 1747, año en el que falleció su marido instituyéndola tutora y curadora, administradora de todos los bienes, de su hija Mª Tomasa. A partir de este momento aflorará la personalidad de una mujer multifacética que destacó en diferentes ámbitos. Como cabeza de familia decidió el matrimonio de su única hija (1758) siguiendo la estrategia de la consanguinidad, acordando el desposorio de Tomasa con su tío materno Fernando, Coronel de Caballería del Ejército de su Majestad, de cuya unión no hubo descendencia. Fue arriera, tal y como consta en el Libro de lo Personal e Industrial de Catastro; ejerció como apoderada y administradora de los censos de Marqués de Villafranca, su primo y en reconocimiento a su labor en favor de las instituciones benéficas y religiosas, fue nombrada Síndica y Procuradora del Convento Seminario de San Antonio de su ciudad, cargo en el que le sucederá su hija.

No obstante, será su actividad como ganadera la que merezca una mención especial tanto en cuanto representa una incursión en un mundo particularmente masculino que, aún en la actualidad, constituye un reto para las mujeres. La fama de la raíz Espinosa llegó hasta los círculos más prestigiosos, renombre avalado por los parientes sevillanos sobre todo por su tío Fernando y su primo Miguel, ambos Caballeros Maestrantes, bajo cuya influencia se convertiría en proveedora de dicha institución como consta en la Relación del Marqués de Tablantes, en la cual aparecen los años 1739, 1751 y 1784 en los que inscribió a sus reses que lucieron su distinguida divisa negra. Posteriormente en 1895 y 1803, encontramos cabezas de la casta de la Sra. Angulo –su hija- de Arcos, con divisa verde y blanca. Tomasa continuó la labor iniciada por su madre, aunque desgraciadamente las esperanzas de perpetuar la casa por esta línea no fue posible pues murió sin descendencia, lo que trajo consigo la venta de las reses en dos lotes, difuminándose en el tiempo el legado de tres generaciones. La culminación de la trayectoria de Mª Antonia tuvo proyección en el ámbito nacional el 4 de Junio de 1792, día en el que sus toros debutaron en las Ventas con motivo de los festejos celebrados por el cumpleaños de la reina Mª Luisa, esposa de Carlos IV.

En esta misma línea, otros estudios realizados en el marco de la geografía andaluza, permiten constatar la participación de mujeres -algunas tituladas- en la gestión y administración de sus bienes y la presidencia de la jefatura de sus casas. Así se desprende de los datos encontrados en el Libro Personal de Legos del lugar de Castellar (Jaén) en el cual constan 72 mujeres propietarias, viudas, cabezas de familia, entre cuyos bienes se consigna como principal el ganado, además de algunos inmuebles así como la renta que producen. Junto al nombre figura la denominación de labradoras. También en el Libro de Particulares del Catastro del Reino de Jaén, aparecen inscritas cinco mujeres mayores hacendadas afincadas en cinco localidades jiennenses, de las cuales tres poseyeron títulos nobiliarios y dos fueron doñas.

Autora: Mª Paz del Cerro Bohórquez

Bibliografía

CERRO BOHÓRQUEZ, María de la Paz del, Familia y reproducción social. Los Espinosa Núñez de Prado: una élite de poder en tierras de Cádiz y Sevilla (Siglos XVII-XVIII), Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2015.

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