Doña Mª Guadalupe de Lancaster y Cárdenas nació en Azaitao, Portugal, en 1630. Hija primogénita de don Jorge de Lancaster, Duque de Aveiro y Torres Novas y de doña Ana Mª de Cárdenas Manrique, hija de la Duquesa de Nájera, dama de honor de doña Margarita de Austria e Isabel de Borbón, constituye una figura de gran valor en el marco de la Historia de las Mujeres, cuya personalidad ha pasado desapercibida y sólo muy recientemente, ha sido objeto de estudio desde la historia de la cultura. Polifacética, religiosa, políglota, intelectual y culta, serían algunos de los rasgos de una identidad que, hasta ahora se desvela, a través del estudio de los múltiples panegíricos y oraciones fúnebres que se le dedicaron tras su fallecimiento y de su biblioteca. De dichos estudios concluimos sus cualidades humanas, su erudición y profunda religiosidad, facetas en las que invirtió gran parte de su vida y de su patrimonio material.

Vivió en Portugal hasta 1660, etapa de la que casi no tenemos noticias. Su posicionamiento familiar y el estatus mantenido por su madre en la Corte española como dama en la Casa de la Reina, hace intuir una esmerada educación al estilo de otras nobles damas barrocas. La Duquesa dominaba varias lenguas entre ellas el castellano y el portugués, además del latín, el griego, inglés, italiano, francés y hebreo. Su pasión por el conocimiento fue de sobras conocida por ilustres personajes de la época con quienes frecuentaba prestigiosos círculos intelectuales en los que coincidió, entre otros, con el Conde Saint-Simón, quién comentó a este respecto que “Sa maison à Madrid étoit le rendez-vous journalier de tout ce qu’il y avoit de plus considérable en esprit, en savoir et en naissance…” («Su casa [la de la Duquesa] en Madrid era lugar de encuentro diario de quien era importante bien por su sabiduría o por su nacimiento…»). También es conocida su afición por la pintura aunque, según criterio de Palomino de Castro –famoso pintor y tratadista de la época- doña Guadalupe poseyó mayores conocimientos teóricos que prácticos, considerando que su comprensión provenía de un vasto conocimiento universal, por lo que el pintor la define como una inteligente connoisseur.

Exiliada con su madre y hermano a Madrid, en 1660 tras la sublevación portuguesa, contrajo matrimonio en 1665 con don Manuel Ponce de León, Marqués de Zahara. Los desposorios se celebraron en la villa de Torrijos. Para entonces, doña Ana Mª de Cárdenas, su madre, había fallecido nombrándola heredera universal de todos sus bienes y sucesora al ducado de Maqueda, Casa que contaba con posesiones repartidas por la geografía española. Dicha herencia la dotó de un posicionamiento económico y nobiliario superior al de su marido, que no heredó el Ducado de Arcos hasta 1673, tras el fallecimiento de su hermano Francisco.

La Duquesa, acorde con el auge de la cultura escrita, mantuvo una profusa correspondencia con diversas  personalidades de su entorno y de la Corte, entre quienes se encontraban importantes hombres de Estado, ministros, validos y confesores reales, así como familiares, amigos y religiosos misioneros, una correspondencia desgraciadamente casi desaparecida, gracias a la cual han podido reconstruirse algunos episodios de su larga vida. Doña Guadalupe falleció en sus casas de la calle Arenal, en Madrid, en 1730.

Además de su religiosidad, podemos resaltar en esta fascinante mujer, un desmesurado interés por el conocimiento universal, distinguiéndose por una marcada inclinación intelectual que deja entrever un espíritu inquieto y deseoso de aprender, inquietud a la que se entregó durante toda su vida. A este respecto Salazar y Castro la definió con estas palabras: “Es una de las Princesas de mayor piedad, y sabiduría de nuestros tiempos; porque el conocimiento de las ciencias, y las operaciones piadosas, han sido siempre su principal aplicación, viviendo hacia todo lo demás enteramente separada del siglo…” Fruto de esa “aplicación y entrega” fue su librería, una colección que tanto por el número de volúmenes como por la variedad de materias, constituye una muestra inequívoca de su intelectualidad y erudición.

Desgraciadamente, la biblioteca de doña Guadalupe ha desaparecido, aunque el Archivo Histórico Nacional, en su Sección Nobleza, ha conservado el inventario, cuyo análisis ha sido abordado por Natalia Maillar y Luis de Moura. Dicho inventario consta de 120 folios, encuadernados en pergamino, meticulosamente ordenado según materias, autores, títulos, idioma, lugar de impresión y tamaño. Los 4.374 clasificados contemplan temáticas muy diversas: historia, escolástica (medicina y ciencias naturales), teología, prédica, matemáticas, moral, gramática, humanidades, religión y varios. De ellos, desde el punto de vista cuantitativo destacan: la historia, con 1.420 volúmenes (en lengua romance y latín), seguido de las humanidades (en lengua extranjera) con 978 y, finalmente, la sección dedicada a religión con 816 títulos. De estos datos se desprende el particular interés que la historia, despertó en la Duquesa, lo que justificaría que solicitase a don Gaspar Ibáñez de Segovia, Marqués de Mondéjar, un juicio crítico de los historiadores, al que respondió el marqués con su obra, Noticia y juicio de los principales escritores antiguos y modernos de la Historia de España.

La librería constituye una de las más importantes de su tiempo, superando incluso a la del rey don Felipe IV, reconocido bibliófilo, que reunió hasta 2.234 ejemplares según índice de 1737. Tanto la variedad de materias como de lenguas en la que aparecen escritos, dejan entrever el extenso ámbito de intereses abarcados por doña Guadalupe. Desde la religión, pasando por las humanidades, hasta las obras de carácter científicos, acorde con las inquietudes de la época, esta colección revela una identidad construida en base a un carácter preocupado y curioso, propio de quien hace de la cultura y el saber un modo de vida.

La colección fue depositada por don Joaquín Ponce de León y Lancaster, VII duque de Arcos, en el convento de Santa Eulalia, en la localidad sevillana de Marchena, ciudad con la que los duques mantuvieron un estrecho vínculo por ser la sede ducal en Andalucía. Con este depósito, el Duque pretendía asegurar la conservación de la colección reunida por su madre durante años a la par que colaboraba en pro de la formación de los religiosos, que podían consultarlos en una sala construida a tal efecto, aunque no podían llevarlos a sus respectivas celdas.

Durante la ocupación francesa, muchos libros fueron trasladados a otro convento de extramuros para, finalmente, ser objeto del expolio cometido por ignorantes que los vendieron y los hicieron desaparecer. Hoy por hoy, resultaría una tarea prácticamente imposible intentar reunir nuevamente esta colección. El inventario constituye per se una fuente de gran riqueza que ha permitido a los historiadores seguir el rastro de la mujer que dejó en ella su impronta.

Autora: María de la Paz del Cerro Bohórquez

Bibliografía

MAILLARD ÁLVAREZ, Natalia, “María Guadalupe de Lencastre, Duquesa de Arcos y Aveiro, y su biblioteca”, Actas de las XIV Jornadas sobre Historia de Marchena. Iglesias y conventos, Marchena, Ayuntamiento, 2011, pp. 139-157.

DE MOURA SOBRAL, Luis, “De la libreria, contemplando al Cielo. Imagens e cultura visual em livros de ciencias e técnicas da Biblioteca de D. María Guadalupe de Lencastre (1630-1715), Duquesa de Aveiro”, Ágora. Estudos Clássicos em Debate, 14, 1, 2012,  pp. 169201.

DE MOURA SOBRAL, Luis, “María Guadalupe de Lencastre (1630-1715). Cuadros, libros y aficiones artísticas de una Duquesa Ibérica”, QUINTANA, 8, 2009, pp. 61-73.

2018-10-18T16:52:27+00:00

Título: Inventario de la biblioteca de Mª Guadalupe de Lancaster y Cárdenas, Duquesa de Aveiro, Maqueda y Arcos. Fuente: Archivo Histórico Nacional Sección Nobleza, 1.2.21.3.2, OSUNA, C. 173, D. 146-149