La familia Mañara, de Calvi, en Córcega, constituye uno de los ejemplos más evidentes de la promoción exitosa que protagonizaron aquellos mercaderes italianos que supieron aprovechar la oportunidad que les brindaba la Carrera de Indias a pesar de los obstáculos que las instituciones hispánicas imponían a la introducción de extranjeros en los tratos americanos. El artífice del ascenso social de la familia fue, sin duda, Tomás de Mañara (1576-1648), cuyos esfuerzos permitieron a su descendencia integrarse y ser aceptados plenamente en la sociedad aristocrática sevillana del siglo XVII.

La presencia de la comunidad corza en América no era en absoluto una novedad, como demuestran las actividades comerciales de la familia Corzo, parientes de Mañara, desde la década de 1530 y cuyo miembro más significativo fue Juan Antonio Corzo, activo en la segunda mitad del siglo XVI. Precisamente, la introducción de Tomás de Mañara en Perú se efectuó gracias a su tío, Francisco de Mañara, que había llegado a dicho territorio hacia 1560 donde trabajaba para Juan Antonio Corzo.

Antes de asentarse en Sevilla en 1610, Tomás pasó largas temporadas en el virreinato de Nueva España (Acapulco y México) y del Perú (Portobelo y Lima) donde, desde finales del siglo XVI, intervino en el comercio de productos procedentes del Galeón de Manila que compraba y, posteriormente, distribuía a otros lugares americanos. La trayectoria americana de Mañara no impidió que en estos años viajara a la Península Ibérica en varias ocasiones. En 1607 se hallaba en esta última con el objetivo de conseguir carta de naturaleza para comerciar con Indias y, por tanto, para legalizar una actividad que, hasta entonces, había desempeñado de manera itinerante.

Su establecimiento en esta ciudad fue facilitado por la presencia de contactos y parientes (los Corzo). En 1612 se produce su enlace con Jerónima Anfriano Vicentelo, hija de Isabel Batallón Vicentelo (hija del acaudalado comerciante Juan Batallón, factor general de Juan Antonio Corzo) y de Julio Anfriano (mercader también de Calvi). Por otro lado, la abuela paterna de Tomás pertenecía a la familia Petruche, instalada en Sevilla desde finales del siglo XVI y de nobleza indudable.

En su escalada social, no solo intervinieron los excelentes contactos con que contaba sino también la enorme fortuna que había consolidado gracias al comercio atlántico. De hecho, fue cargador de mercancías y su nombre aparece continuamente en los registros de la plata llegada de Indias a su nombre o a nombre de otros mercaderes de los que era agente o socio. Su principal colaborador en este sentido fue el genovés Bartolomeo Dongo, miembro del Consulado. Ambos recibieron plata conjuntamente desde 1617. En esta faceta destacó también Gregorio de Ibarra, situado en Perú e inscrito en el Consulado de Lima en 1615 y en el hispalense en la década de 1630.

La riqueza y la red de relaciones que Mañara poseía lo situaron entre los mercaderes de Sevilla más influyentes de cuyos tratos el Consulado no podía prescindir. Una de las actividades que el Consulado delegaba en estos comerciantes era el asiento de la “avería” que concedía a su titular enormes ventajas y poderes sobre la Carrera de Indias. Tomás de Mañara emprendió la administración del asiento en 1628 y, en adelante, intervino en el mismo en no pocas ocasiones durante más de veinte años. Asimismo, el Consulado se benefició de los préstamos que Mañara concedía a altos intereses (entre el 10 y el 12%) con ocasión de los indultos por delitos de contrabando que la institución debía pagar a la Corona o de otras demandas dinerarias de la Real Hacienda. La influencia de Mañara no se limitaba al ámbito sevillano. De hecho, Mañara era agente en Sevilla de algunos de los financieros más importantes de Madrid, como Bartolomeo Spinola, Ottavio Centurione, Stefano Doria y Carlo Strata. Sin duda, estos contactos en la Corte propiciaron que en 1640 se hallara en Madrid junto a otros mercaderes y miembros del Consulado con el objetivo de hallar medidas para combatir el contrabando de las flotas y, principalmente, la ocultación de plata.

Las actividades de Mañara se concretaron en diversas inversiones que contribuyeron a engrandecer aún más el mayorazgo que fundó para su primogénito, Juan Antonio Mañara, el 14 de febrero de 1638. A diferencia de su antecesor, Juan Antonio Corzo, Mañara no se mostró interesado en la compra de tierras, probablemente por el descenso progresivo que experimentaron las rentas agrícolas a lo largo del siglo XVI. Al igual que muchos otros hombres de negocios del siglo XVII, la fortuna de Mañara se basó principalmente en juros, sobre todo debido al uso generalizado que hizo la Corona de estos títulos de deuda pública para satisfacer a sus acreedores.

Las inversiones de Tomás Mañara también se orientaron hacia la construcción de un capital social que dotara a sí mismo y a su descendencia de una aureola de nobleza que disipara para siempre cualquier duda sobre sus orígenes. En este sentido, Mañara fue familiar del Santo Oficio, un cargo que garantizaba su limpieza de sangre, Hermano Mayor de la hermandad de la Inquisición (San Pedro Mártir) y patrón del Colegio franciscano de San Buenaventura. Asimismo, destacó la compra, por 13.000 ducados, de una casa en la calle Levíes, en la collación de San Bartolomé, en la que Mañara invirtió para su mejora unos 20.000 ducados. Poseía una rica fachada labrada con preciados mármoles de Carrara del taller del genovés Antonio Maria Aprile (aún hoy visible), un oratorio en el que se decía misa (un privilegio que solo poseían aquellos reconocidos como nobles) y agua potable de Carmona.

En lo que se refiere a la descendencia de Tomás, para el primogénito obtuvo el título de caballero de Santiago en 1629 y el cargo de Provincial de la Santa Hermandad a perpetuidad en 1636 que concedía voz y voto en el Cabildo hispalense. Además, Tomás concertó para Juan Antonio una boda con Luisa Francisca de Neve, hija del acaudalado comerciante Miguel de Neve, de ascendencia flamenca y su colaborador. Para el menor de sus hijos, Miguel, consiguió el hábito de Calatrava en 1635. Su hijas Ana María e Isabel siguieron caminos muy distintos. La primera ingresó en las clarisas, mientras que la segunda contrajo matrimonio en 1633 con D. Juan Gutiérrez Tello de Guzmán y Medina, caballero de Santiago y heredero de dos mayorazgos. Su hijo Francisco, destinado a la carrera religiosa, alcanzó el cargo de coadjutor y fue nombrado sucesor a la canonjía de Mateo Vázquez de Leca a pesar de la oposición del Cabildo eclesiástico y de algunos miembros del Consejo de Castilla.

La muerte en 1640 de Francisco y de Juan Antonio hicieron del benjamín, Miguel de Mañara, el heredero del mayorazgo y de las prebendas que incluía. Su posición privilegiada no evitó que entre 1655 y 1666 acudiera a las juntas del Consulado y que fuera nombrado diputado de los interesados en el impuesto de “Balbás”, uno de los designados por el Consulado para el pago de los préstamos suministrados por los hombres de negocios de la ciudad. La vida acomodada que le permitieron la fortuna y la posición heredadas se tradujo en una vida disipada hasta que, en 1661, Miguel decidiera dedicarse a la vida espiritual tras la muerte de su mujer, Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza y Castillo, noble de Guadix. En esta línea, ingresó en la hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, cofradía dedicada al entierro de los ajusticiados y de los fallecidos abandonados. Su compromiso con la hermandad se concretó en la fundación del Hospital de la Caridad aprovechando los almacenes de las Reales Atarazanas y para cuya iglesia ideó un programa iconográfico que permitió la intervención de algunos de los artistas más destacados de la época, como Juan de Valdés Leal, Murillo o Pedro Roldán. A su muerte en 1679, el mayorazgo fundado por Tomás pasaría a los hijos de su hermana Isabel, decretando la desaparición del apellido Mañara de los bienes, cargos y rentas que Tomás había acumulado.

Autora: Yasmina Rocío Ben Yessef Garfia

Bibliografía

VILA VILAR, Enriqueta, Los Corzo y los Mañara. Tipos y arquetipos del mercader con Indias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1991.

VILA VILAR, Enriqueta, «Algo más sobre D. Miguel Mañara: El viaje a Madrid de 1664», en Boletín de la Real academia Sevillana de Buenas Letras: Minervae Baeticae, 26 (1998), pp. 257-282.

AGUADO DE LOS REYES, Jesús, “Comercio, patrimonio, reputación y obra. Vivir y morir noblemente en Sevilla: los casos de Tomás de Mañara y Pedro La Farja”, en LOBATO FRANCO, María Isabel y OLIVA MELGAR, José María (eds.): El sistema comercial español en la economía mundial (siglos XVII-XVIII): Homenaje a Jesús Aguado de los Reyes, Huelva, Universidad de Huelva, 2013, pp. 21-70.

FERNÁNDEZ LÓPEZ, José y MALO LARA, Lina (eds.), Estudios sobre Miguel Mañara: su figura y su época, santidad, historia y arte, Sevilla, Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, 2011, pp. 353-382.