El asiento consistía en la realización de un contrato entre un particular –que se convertía en intermediario– y la Corona para efectuar una recluta, aunque el sistema también se empleaba para obtener armas, barcos, alimentos, materias primas o dinero.  En dicho acuerdo se ponían las bases de la recluta, concertándose el número de soldados que el empresario se comprometía a entregar, la calidad de los mismos –se suponía que debían ser voluntarios–, los plazos de entrega, su equipamiento u otras innumerables facetas. Durante los siglos XVI y XVII este tipo de acuerdos implicaban que un sujeto debía alistar y pertrechar cierta cantidad de hombres para ponerlos al servicio de un gobierno, recibiendo a cambio dinero. En la mayoría de los casos los empresarios se encargarían de dirigir sus tropas en combate, aunque estarían al servicio del monarca, que debía pagarlos puntualmente. Este sistema tenía una larga tradición, ya que era el método más extendido y empleado desde finales de la Baja Edad Media para reunir tropas profesionales, ya fueran caballeros nobles pertrechados con caballo y armadura completa o plebeyos que luchaban como infantería especializada. Este modelo era muy parecido al empleado por los condotieros italianos durante el renacimiento, aunque a lo largo del siglo XVI empezó a estar mucho más controlado y organizado por los gobiernos, que de esta manera intentaban limitar el poder del que habían gozado estos empresarios.

Este método llegaba donde la monarquía no podía –por lo que era el sistema empleado para reclutar en el extranjero–, y sobre el papel en ocasiones daba mejores resultados, en menos tiempo y a un precio inferior. Pero no podemos olvidar que los asientos conllevaban numerosas repercusiones muy negativas. El gobierno no solo perdía capacidad de control y elección de los nuevos oficiales, sino que habitualmente los asentistas intentaban engañar a la real hacienda, dando a las tropas peores vestidos de munición o evitando pagarlas, a la vez que podían alistar elementos de escasa valía o de vida licenciosa y que provocaran robos o altercados. Pero el problema más evidente era el escaso control que se tenía sobre estas tropas y sus líderes, que aprovechaban cualquier resquicio para beneficiarse.

Especialmente hasta mediados del siglo XVII el asiento era una empresa capitalista, por lo que el empresario –especialmente cuando se encargaba de reunir grandes cantidades de hombres–, debía disponer del capital suficiente para hacer frente a la recluta, ya que aunque la monarquía podía entregar el dinero en diferentes plazos –algunos de ellos por adelantado–, el último pago se realizaba cuando se cumplía con los hombres estipulados en el contrato. Además se exigía que se depositasen fianzas en la Corte para asegurar la operación y el dinero entregado por adelantado. Por eso mismo no es de extrañar que algunos de los asentistas que reclutaron en Andalucía a mediados del siglo XVII fueran incluso grandes banqueros de la monarquía como Manuel Cortizos.

A cambio los asentistas no solo obtenían dinero sino también los despachos necesarios para todos los oficiales y formar así compañías o tercios con las tropas que reunía. En este punto asientos y venalidad estuvieron siempre estrechamente relacionados. La mayoría de los despachos entregados estaban en blanco y contaban con suplimientos, por lo que los asentistas disponían de documentos oficiales, firmados por el rey, pero que podían utilizar a su antojo entre los sujetos que eligieran. De esta manera, en el reclutamiento por contrato no solo los gobiernos perdían capacidad de nombrar a sus propios oficiales, sino que incluso debían conformarse con que éstos no siempre tuvieran experiencia y que a menudo incumplieran claramente las reglamentaciones impuestas. Aunque los asentistas se encargaban de alistar hombres a cambio de dinero, con el paso del tiempo empezaron a demandar otras contraprestaciones. En los asientos ajustados en Castilla a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII, progresivamente la empresa capitalista fue perdiendo protagonismo ante la falta de medios de la monarquía, y muchos asientos pretendían despachos de oficiales en blanco, hábitos de las Órdenes Militares e incluso títulos nobiliarios. Aunque el número de títulos nobiliarios concedidos mediante esta fórmula no fue muy elevado, es importante reseñar la importancia de Andalucía dentro del sistema. Entre 1680 y 1700 el Consejo de Guerra solo aceptó doce propuestas de este tipo, de las que nueve contemplaban el reclutamiento de tropas en suelo andaluz. Aunque no todas las ofertas terminaron reuniendo los hombres pedidos, eso abrió una interesante vía de adquisición de un título nobiliario que continuaría especialmente en tiempos de Felipe V.

Lamentablemente no sabemos demasiado sobre la mayor parte de los asentistas, si bien en líneas generales éstos eran empresarios o militares que gracias a sus contactos o poder local podían reunir los soldados que ya no era posible conseguir a través de los métodos tradicionales de captación. A su favor, esta práctica tenía diversos factores. Por un lado, al acudir a los intermediarios los gobiernos no necesitaban una administración militar avanzada, ni debían preocuparse durante el reclutamiento del alojamiento, transporte o vestuario de sus tropas, ya que éstas eran entregadas en el punto convenido totalmente formadas, equipadas y listas para combatir.

Como ya hemos afirmado, la utilización de intermediarios dentro del reclutamiento era algo necesario ya que directamente los monarcas no podían reclutar tropas en el extranjero. Pero este sistema iba mucho más allá de esta circunstancia. También era común que los Estados utilizaran esta práctica para reclutar tropas en sus propios límites nacionales, intentando así abaratar costes directos, elevar las tasas de reclutamiento y acelerar el proceso. La Monarquía Hispánica utilizó asientos para reclutar contingentes en sus propios territorios, especialmente en Italia, el Franco Condado y Flandes. En cambio, en Castilla el sistema no fue excesivamente común hasta bien entrado el siglo XVII debido a que la Corona prefería utilizar otros métodos directosy  desde finales de la década de 1630 su uso se extendió.

A partir de la década de 1620 comenzaron a verse los efectos de la falta crónica de voluntarios. En ese momento la monarquía, sin modificar el modelo existente, intentó complementarlo extendiendo el reclutamiento intermediario por toda la península, de la misma manera que lo estaba empleando en buena parte de los territorios que controlaba. Progresivamente se fue extendiendo el reclutamiento a cargo de particulares, que a cambio de la patente se encargaban de reclutar una compañía. En ese momento su aparición fue solo a escala, siendo apenas unas pocas de todo el conjunto. Las cosas cambiaron a mediados de la década de 1630, con la entrada en guerra con Francia y con el colapso del sistema defensivo español. Año tras año la monarquía fue necesitando extraer más medios de sus súbditos, ya fueran económicos o de cualquier otro tipo, rebasando muy pronto las necesidades a los recursos disponibles. Primero, la Corona se propuso extender el reclutamiento sin recurrir a la coerción, apelando a los intermediarios y a la nobleza. Ante la proliferación de la guerra en todos los frentes, la monarquía se vio obligada a acudir a los asentistas particulares para que se encargaran de reclutar en su nombre en la península, en donde empezaron a actuar profusamente. Pero la proliferación de los asientos durante la segunda mitad del siglo XVII fue bastante pendular, ya que en muchos casos el Consejo de Guerra los veía con recelo, por lo que solo se practicaron en momentos en los que no se desarrollaban otra clase de reclutamientos obligatorios gestionados directamente por los agentes de la monarquía, o en momentos de excepcional crisis como toda la década de 1680, tras la devaluación monetaria.

Dentro del conjunto de los asientos ajustados en toda esta época fue muy importante el peso de Andalucía, ya que más de la mitad de los asientos pretendían reunir la mayor parte de sus hombres en la región. Eso estaba motivado por los destinos de las tropas que se reclutaban y por el hecho de que la cercanía de las costas evitaba mayores costes a los reclutadores y facilitaba el embarque. Para los intermediarios que reclutaban soldados a cambio de dinero, las patentes u otras contraprestaciones, lo más interesante eran centrar todos sus esfuerzos sobre una ciudad costera populosa, en donde en pocas semanas podrían encontrar los suficientes voluntarios, lo que explica que Andalucía fuera una región muy demandada por los asentistas y capitanes reclutadores. Así en ciudades como Sevilla, Córdoba o Málaga se podían llegar a reclutar por este sistema varias compañías en un solo año, los cuales especialmente se mandaban a Italia, el destino más deseado por los intermediarios.

El reclutamiento privado alcanzó una mayor importancia durante el siglo XVIII y fue el principal medio a disposición de Felipe V para afrontar la Guerra de Sucesión. En base a este sistema de asientos se pudieron crear buena parte de los nuevos regimientos y batallones levantados entre 1701 y 1735. El principal motivo de la proliferación de este sistema estaba en la venta de empleos militares a cambio del reclutamiento de soldados, fórmula que alcanzó una importancia mucho mayor en tiempo de los Borbones, a imitación de lo que había ocurrido en Francia –y otras partes de Europa– durante todo el siglo XVII. En muchos casos esto hacía que dentro del sistema venal los nuevos oficiales entregaran reclutas en lugar de dinero por los nuevos galones que obtendrían, siendo una práctica mucho más extendida que en el siglo precedente.

Autor: Antonio José Rodríguez Hernández

Bibliografía

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