En las últimas décadas asistimos a una auténtica avalancha de estudios centrados en el ámbito religioso que ponen de manifiesto, una y otra vez, la gran relevancia que tuvo el clero, en especial el secular, en los procesos de promoción social de la España Moderna. Baste recordar que en una sociedad profundamente sacralizada como aquélla las altas dignidades religiosas constituían un colectivo de gran relevancia social y económica, con una enorme capacidad para colocar a sus deudos y parientes en las esferas de poder más codiciadas de las ciudades y villas donde ejercían su apostolado.
Así, la existencia de un prelado de cierto rango dentro de la parentela terminaba por influir decididamente en el destino de las mismas. La migración de arzobispos, obispos, abades mitrados, así como canónigos, provisores y vicarios a sus destinos eclesiásticos incidía colateralmente en las carreras vitales de sus deudos, provocando un efecto de arrastre para muchos de sus parientes cercanos y lejanos. Dicho de otro modo, la llegada a la ciudad receptora de un sinfín de hermanos, primos y sobrinos de estas dignidades, terminaba por consolidar a éstos en los cabildos, municipal y eclesiástico, además, por supuesto, de proporcionarles un interesante mercado matrimonial con los linajes más notorios de la oligarquía urbana y un acceso casi inmediato a los cargos y oficios públicos.
Y ningún otro espacio geográfico se mostraba más propicio para llevar a cabo estas prácticas que el antiguo emirato nazarí. Una región, como sabemos, sin memoria y dominada por el Patronato Regio con todo lo que ello implica, que posibilitó la llegada de infinidad de familias atraídas por las tierras recién arrebatadas a los moriscos y, en menor medida, a los judeoconversos, con la finalidad de prosperar y mejorar su estatus social.
La ciudad de Baza, uno de los principales baluartes del Reino, no iba a ser una excepción en este complejo proceso. Tras la conquista de 1489, su antigua mezquita quedó reducida a la dimensión de abadía, subordinada a la jurisdicción eclesiástica de la catedral de Toledo, debido a las maniobras del cardenal don Pedro González de Mendoza. Situación que provocó que inmediatamente después los obispos accitanos llevasen a cabo constantes injerencias para intentar absorber en su beneficio la reducida colegiata de Baza.
En este turbulento contexto religioso hemos de inscribir la llegada a Baza del licenciado don Álvaro de la Torre, un joven clérigo palentino que, al igual que otros tantos, probaba suerte en el antiguo Reino de Granada y que, a la postre, se convertirá en el tercer abad de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación y en uno de los personajes más determinantes de la historia de la Bastitania.
Gracias al minucioso estudio prosopográfico llevado a cabo sobre la trayectoria vital de este religioso, casi de manera accidental, advertimos que durante todo el siglo XVI y buena parte del XVII se producía el desplazamiento de numerosos contingentes humanos al altiplano granadino procedentes de las inmediaciones del río Pisuerga, en la provincia de Palencia. Paredes de Nava, Amusco, Carrión de los Condes, San Salvador de Cantamuda, Cervera del Río Pisuerga o Santa María de los Redondos fueron el punto de partida de un puñado de familias que, atraídas por diferentes intereses, acabarán convirtiéndose en miembros de facto de la élite urbana y clerical de Baza. Nos referimos, cómo no, a los de la Torre, los Tamayo, los Salazar, los Gil de Palacios, los Gómez de Cos, los Cosío o los Gallo.
La gran mayoría de estos clanes se establecieron en Baza gracias al calor e influencias de un deudo bien posicionado y la realidad es que el abad de la Torre ciertamente lo era. A priori, se podía interpretar que dichas familias no estaban conectadas en ningún grado, pero, a poco que cruzamos los datos de archivo, se nos presentan como parte de un único todo. Pertenecían, sin duda, a un mismo nexo familiar que tenía como centro de operaciones a la Tierra de Campos.
Idénticos mecanismos de movilidad geográfica y social apreciamos con su sucesor en el deanato de la catedral de Almería y en la abadía bastetana, el doctor don Alonso Tamayo. Un clérigo natural de la villa de Paredes de Nava que, al igual que don Álvaro de la Torre, también traerá consigo a gran parte de su parentela a la capital del Altiplano.
Sea como fuere, nos encontramos ante un fenómeno tremendamente interesante que sacaba a relucir los lazos invisibles de solidaridad utilizados por los miembros de una misma progenie e incluso de una misma ciudad o región. No cabe duda de lo beneficiosas que resultaban estas prácticas para los herederos y allegados más cercanos, ya que la nula descendencia, por lo general, de estos eclesiásticos hacía que su vasto patrimonio, así material como inmaterial, revirtiera de manera natural en sus hermanos, primos y sobrinos. Permitiéndoles, así, acceder a un mercado matrimonial más restrictivo y, por consiguiente, a las esferas de poder más codiciadas a nivel local. Un buen ejemplo de ello, sin duda, fueron los Salazar, sobrinos del licenciado de la Torre, que acabarán dando lugar a una prolífica saga de munícipes bastetanos, además de varios caballeros de Santiago y otros tantos prebendados. O los Santa Olalla, otra de las grandes estirpes de oligarcas locales desde los tiempos de la conquista, quienes terminarán ligando su destino al del abad Tamayo.
En definitiva, podemos concluir que el éxito individual de don Álvaro de la Torre y de don Alonso Tamayo iba ligado a la consolidación definitiva de clanes como los Salazar, los Vallejo o los Santa Olalla. O lo que es lo mismo, el continuo traslado de las altas dignidades religiosas era acompañado de la movilidad geográfica y social de gran parte de su progenie. Pues, como es bien sabido, durante el Antiguo Régimen el individuo en sí importaba relativamente poco, ya que casi todo estaba supeditado al interés grupal.

Autor: José María García Ríos

Bibliografía

GARCÍA RÍOS, José María, “Movilidad geográfica y social del entorno familiar de las dignidades eclesiásticas en la España Moderna: el licenciado don Álvaro de la Torre, tercer abad de Baza” (en prensa).

MAGAÑA VISBAL, L., Baza Histórica, Baza, 1978, 2 vols.

SORIA MESA, Enrique, La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid, 2007.