La gaceta es el primer formato periodístico consolidado de la Edad Moderna. Adopta la forma de una publicación breve, de 4 u 8 páginas, que recopila noticias fundamentalmente de ámbito internacional, sin grabados ni ornamentación, editada de forma anónima y con periodicidad variable -una o varias ediciones en semana en Centroeuropa, mensual en el mejor de los casos en la Península Ibérica, debido entre otras cosas a la dificultad de acceso a las fuentes de información, que dependían del correo postal-. Las primeras gacetas europeas, y con ellas las andaluzas, se consolidan en las décadas centrales del siglo XVII, pero sus prototipos se remontan a finales del XVI, cuando en ciudades como Sevilla comienzan a aparecer relaciones de avisos seriadas, si bien aún sin una clara previsión de periodicidad.

La palabra gaceta es de origen italiano –gazzetta-, y de hecho los primeros escritos que se corresponden con el formato circularon manuscritos por las ciudades italianas más poderosas del Quinientos, Roma y Venecia particularmente. Para el caso español y andaluz, parece demostrada una clara dependencia de los primeros ensayos de gacetas con respecto a modelos romanos. Así, los primeros impresos españoles conservados que utilizan ya el término “gaceta” en sus cabeceras, especifican que se trata de traducciones o adaptaciones de gacetas de Roma: Gazeta romana, y relación general, de avisos de todos los reinos y provincias del mundo (Sevilla, Juan Serrano de Vargas, 1618).

La Gazeta de Roma. En la cual vienen diferentes avisos de los pasados, así de las sangrientas guerras, como de casos muy señalados que han sucedido por diversas partes del mundo. Venida con este Ordinario de Roma, que llegó aquí a Valencia a 3 de enero, de este año 1619 (Valencia, Imprenta de Felipe Mey, 1619).

El hecho de que estas primeras gacetas españolas localizadas se imprimieran en Sevilla y Valencia no es irrelevante: confirma el dinamismo de algunas poblaciones ibéricas en el primer mercado de las noticias, a principios de la Edad Moderna; ciudades con pujantes puertos fluviales o marítimos como Sevilla, Valencia o Barcelona, o radicadas en los caminos que se abrían hacia Europa, como Zaragoza y San Sebastián, aunque éstas dos últimas más avanzado el siglo XVII.

Tampoco es casual la fecha en la que se escriben estas dos primeras gacetas conocidas: 1618/1619, es decir, en los preliminares de la Guerra de los Treinta Años que tantos intereses geopolíticos, religiosos, económicos y propagandísticos removió en Europa. De hecho, y aunque suele señalarse la primera década del XVII como aquella en las que aparecen las  primeras gacetas europeas en tierras alemanas, es justamente en 1618 cuando aparecen las primeras publicaciones periódicas que lograrán continuidad en el tiempo y reconocimiento internacional: el Courante uyt Italien, Duytslandt etc. y el Tydinghen uyt verscheyde quartieren en Ámsterdam. Hubo traducciones y adaptaciones de éstas tanto en francés como en inglés, en este mismo año o los inmediatamente posteriores, que dieron inicio a la producción de gacetas en estos estados.

Por tanto, la existencia de una publicación llamada “gaceta” en la Sevilla de 1618, demuestra que la ciudad andaluza disfrutaba por entonces de una comunicación directa con las redes de noticias europeas donde se consolidaba, por aquellas mismas fechas, el  nuevo formato. Ahora bien, no parece que el proyecto de Juan Serrano de Vargas, su impresor y editor, prosperara – o al menos no nos ha quedado constancia de ello -. De la “Gaceta de Roma” publicada en Valencia en 1619, arriba apuntada, hemos encontrado ya al menos once números discontinuos, impresos entre 1618 y 1620; pero de la “gaceta romana” publicada en Sevilla solo conservamos este número con esta cabecera, si bien probablemente algún impreso posterior formaba parte de la pretendida serie, a pesar de tener un título bien distinto (la alteración en los títulos era común por entonces en las gacetas europeas, hasta que la Gazette promovida por Richelieu en Francia inventara el concepto de cabecera estable, en 1631).

En los años siguientes del siglo XVII la fórmula de la gaceta, aunque sin esta denominación de formato, sigue siendo empleada por un grupo de dinámicos impresores sevillanos – más de treinta tuvieron su taller en la ciudad entre 1600 y 1650, en uno de los momentos de mayor creatividad y competencia comercial de la historia de la imprenta andaluza -: además de Juan Serrano de Vargas ya mencionado, Francisco de Lyra, Andrés Grande, Juan de Cabrera, Simón Fajardo… Estos dos últimos compiten en la década de los ‘20 por las noticias que llegan desde las Guerras de Flandes o desde las armadas que defienden a duras penas el imperio de los Austria en el Mediterráneo y el Atlántico, y publican gacetas semiperiódicas que, a falta de una cabecera común, avanzan ya en otros recursos tipográficos distintivos del formato, como la reiteración de un mismo diseño en todas las portadas, en las que aparece el mismo escudo monárquico o el mismo grabado alusivo -los soldados de caballería, solos o en pareja, que ilustran algunas gacetas de Juan de Cabrera son muy conocidos-.

En 1633 comienza a trabajar como impresor en Sevilla Juan Gómez de Blas, quien sería hasta 1667 Impresor Mayor de la ciudad, Impresor de la Catedral, de la Inquisición, de los Cabildos y los Tribunales. Con él, el gaceterismo andaluz evidencia el mismo giro histórico que se dará en el resto de los periodismos europeos: estas empresas inicialmente independientes se convertirán en órganos si no oficiales, sí al menos oficiosos de la monarquía (siguiendo también en esto el ejemplo francés de la Gazette que mencionábamos arriba). Gómez de Blas imprimió durante décadas relaciones de sucesos y gacetas en Sevilla, según él mismo dejó dicho, traducidas en buena parte de sus émulas europeas y ofrecidas en primicia a los miembros del Cabildo. Por ello resultará natural que cuando Juan José de Austria encargue al gacetero flamenco Fabro Bremundan la edición de la primera gaceta promovida por el Estado en España, la Gazeta Nueva de 1661, Juan Gómez de Blas se dedique a reeditar la misma en Sevilla -otros impresores la reeditaron igualmente en Zaragoza, Valencia o México-. Ahora bien, según se ha podido demostrar, la suya no es una reedición sin más, sino que Gómez de Blas introduce en sus números noticias locales o simplemente distintas a las contenidas en los números respectivos de la madrileña. El editor parece haber tenido desde el primer momento la intención de crear un producto específicamente adaptado al público local, pues entre las palabras preliminares con las que Fabro presenta su gaceta, copiadas también, el sevillano ha introducido esta otra idea: “será razón que en esta ciudad de Sevilla (pues es el Emporio de las demás poblaciones de la Europa) se introduzca este género de impresiones…”.

Gómez de Blas organiza sus gacetas en series anuales – con diferentes números en cada una de las series, puesto que la periodicidad es muy irregular – entre 1661 y 1667. Conservamos 30 números, aunque debieron ser muchos más los que publicó. Hasta finales de 1662 Gómez de Blas sigue el modelo madrileño, pero cuando este se interrumpe – hasta julio de 1667 – el sevillano sigue editando gacetas, ahora enteramente originales. Esta circunstancia confirma que Sevilla contaba con suficiente infraestructura comunicativa como para que las fuentes extranjeras llegaran con puntualidad, y que el público sevillano había acogido tan bien el nuevo formato como para que al impresor le mereciera continuar el proyecto en solitario. Al menos un número de la serie, de 1667, fue reimpreso en otras capitales andaluzas como Málaga y Granada.

A partir de su muerte en 1667 retoma la edición su hijo, Juan Francisco de Blas, que sigue editando la Gaceta hasta 1675, de nuevo de manera muy discontinua. Conocemos mucho peor esta segunda etapa de la Gaceta Nueva o Gaceta General –así la llamó el segundo de los impresores-; en cualquier caso, la edición de una gaceta entre 1661 y 1675, careciendo de continuidad y periodicidad, indica que todavía en esta segunda mitad del siglo XVII Sevilla era la capital del periodismo español.

Con estos interesantes precedentes, el gaceterismo andaluz podrá participar de la revitalización del formato que se dará en toda España en las últimas décadas del siglo XVII. Los sucesores de Juan y Juan Francisco Gómez de Blas y otros impresores de la ciudad publicarán gacetas en los ochenta y noventa del siglo, casi siempre versionadas a partir de publicaciones madrileñas, con títulos como Nuevas ordinarias del Norte (Tomás López de Haro);  Continuación histórica, del estado, sucesos, y progresos de la Liga Sagrada con Turcos (Cristóbal López), Noticias católicas, y políticas de Inglaterra (también Cristóbal López), etc. No obstante, y si bien carecemos en este caso de estudios específicos, es muy probable que la mayor parte de estas empresas sean reimpresiones o reediciones de gacetas madrileñas o zaragozanas. Conservamos un solo número de una Gazeta ordinaria de Sevilla impresa en Granada en 1679, que puede ser de nuevo una reimpresión, en este caso de la Gazeta ordinaria de Madrid.

La última etapa destacada del gaceterismo andaluz antes del fin de la Edad  Moderna será la de los años de la Guerra de Sucesión, cuando se editó la Gazeta de Granada, que durante un par de meses de 1706 funcionó, junto a otros aparecidas en provincias, como gaceta oficiosa del bando borbónico -mientras Madrid permanecía ocupada por las tropas austracistas, que se apoderaron también de la Gaceta oficial del reino-. Como en otros momentos similares en los que se ha producido el desdoblamiento de un periódico por causas políticas, se producirá un jugoso debate entre la publicación de Granada y la de Madrid, en coplas, relaciones de sucesos y las mismas páginas de las gacetas.

Autora: Carmen Espejo Cala

Bibliografía

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