Como la mayoría de las Sociedades Económicas de Amigos del País, la de Granada es consecuencia del impulso dado por Campomanes a la creación de estos institutos en noviembre de 1774, cuando la distribución del Discurso sobre el fomento de la industria popular por las principales ciudades del reino se acompañó de una circular del fiscal del Consejo instando a las autoridades locales a promover estas fundaciones. En agosto de 1775 Bartolomé de Bruna y Ahumada, consejero de Hacienda comisionado en la ciudad, con el apoyo de varios eclesiásticos y un grupo de maestrantes solicitaba al Consejo de Castilla la erección de una Económica en Granada, instando al consejero de Castilla granadino Pedro José Pérez Valiente su mediación para la aprobación real. Enseguida el fiscal del Consejo concedió el permiso para celebrar las primeras juntas y redactar estatutos, dando orden al ayuntamiento de la ciudad para que franqueara la casa consistorial para celebrar las reuniones. Aunque el ayuntamiento no era favorable a esta iniciativa, pues pretendía crear una Económica totalmente controlada por el consistorio, la intervención del Consejo favoreció la iniciativa privada. Pronto los promotores recibieron un ejemplar de los estatutos de la Sociedad Matritense como modelo para elaborar los suyos, que una vez redactados recibieron el visto bueno del instituto rector de la capital, tras someterse a algunas pequeñas modificaciones. Aprobados finalmente por el Consejo, el 28 de noviembre de este mismo año se expedía la Real Cédula que aprobaba la Sociedad Económica de Amigos del País de Granada, siendo esta la primera capital andaluza en tener una Económica, dado que la de Sevilla, aunque inició muy tempranamente los trámites para su aprobación,  por diversos motivos no sería aprobaba hasta dos años más tarde.

Es posible conocer quiénes participaron en esta iniciativa en base a una nómina que recoge los socios de la Económica desde su fundación hasta 1801. Se trata de 159 individuos, de cuya extracción social se da noticia en 130 casos. El grupo más numeroso, 43 individuos (27 %) eran empleados de la administración y funcionarios; le seguía la nobleza con 39 miembros (25 %), entre los que hay 13 títulos, 7 caballeros de órdenes militares, 16 maestrantes y varios titulares de señoríos; el tercer grupo lo formaban 27 clérigos (17 %); con menor significación se encuentran 9 militares, 7 abogados, 3 becarios de los colegios mayores granadinos y solo dos personas “del comercio de la ciudad”. El 20 % restante, del que solo se conocen los nombres, estaría formado previsiblemente por hacendados, agricultores y rentistas. Una composición social bastante parecida a la de otras Económicas, aunque con una mayor presencia de personal de la administración como corresponde a una ciudad con un amplio elenco de instituciones administrativas de primer nivel.

En el aspecto organizativo la Sociedad de Granada no presenta originalidad alguna. Comprendía un número indeterminado de socios organizados en tres categorías: numerarios, con residencia en la ciudad, sin especiales requisitos salvo el pago de cuotas (60 reales al año); correspondientes, con residencia en otros lugares de la provincia y agregados, procedentes del resto de España. Para el gobierno del instituto se elegía una directiva compuesta por: director, secretario, censor, contador y tesorero, cargos de duración trienal, excepto el secretario que era vitalicio. Para desarrollar sus tareas los socios se distribuían en tres comisiones: Educación, Agricultura y Artefactos e Historia natural, ligeramente diferentes a las tres comisiones que funcionaron en la Matritense. Las comisiones se reunían en juntas semanales; existían también juntas mensuales de todos los miembros de la sociedad y juntas públicas de carácter anual, verdadera proyección externa del instituto.

En cuanto a sus realizaciones, en la sociedad granadina, como en el resto de las Económicas, tienen una especial relevancia las que se ocuparon de mejorar el panorama educativo. Fieles a las concepciones ilustradas que consideraban que la enseñanza no debía tener un sentido universal y homogéneo, sino que debía ser diferente según la clase social a la que fuera destinada, en 1785 promovieron la creación de un Seminario de nobles, inspirado en el fundado en Vergara por la Sociedad Vascongada de Amigos del País, destinado a medio millar de jóvenes de la nobleza y clases altas, con un ambicioso e innovador programa educativo  donde tenían cabida los idiomas y las materias científicas, sin olvidar habilidades propias de la nobleza como esgrima, equitación y música. Un proyecto que formaría parte de una red de seminarios de nobles promovido por las Económicas y que no llegaría a hacerse realidad.

En cuanto a la educación popular, la actuación se centró en los niveles más elementales de enseñanza, y consistió sobre todo en estimular a los niños y maestros de las escuelas de primeras letras existentes en la ciudad por medio de premios, pues el intento de crear una escuela propia en la carrera del Genil, con cargo a las temporalidades de los jesuitas, fue pronto abandonado. Sí cosechó un cierto éxito en imponer nuevos métodos de enseñanza, en concreto en la difusión del novedoso método de escritura de José Anduaga. A instancias de la Económica su colaborador, José Rubio, visitó Granada, enseñando durante dos meses a los maestros de la ciudad un método que permitía el aprendizaje de la escritura a grupos numerosos de alumnos en corto espacio de tiempo. Pero sus iniciativas más interesantes tuvieron lugar en el campo de la enseñanza que podríamos denominar profesional, siendo pionera en su promoción. La Económica de Granada creó una escuela de hilado de lino y cáñamo para niñas en el centro de la ciudad, que fue costeada por ella misma hasta conseguir una asignación con cargo a los expolios y vacantes del arzobispado. También creó una escuela de hilados de lana en el Albaicín, en la década de los ochenta, por la que pasaron más de 300 alumnas, así como una tercera escuela en Maracena, que más tarde se trasladaría a la capital. Tampoco estuvo exenta de iniciativas destinadas a la enseñanza de los niños. En 1777 abrió una Escuela de arquitectura, pintura y escultura, a la que el rey otorgó una asignación de 2.000 reales anuales que, aunque según el Consejo debía ser una escuela de dibujo práctico para los artesanos, continuó orientada a las bellas artes, con alumnos de otros grupos sociales más elevados. También promovió algunas iniciativas destinadas a la enseñanza secundaria, como la dirección de una escuela de latinidad sostenida con fondos de los propios de la ciudad, y una Academia de química y botánica, organizada en 1797, que vivió lánguidamente los años finales de siglo.

El otro gran campo de actuación, como en el resto de las Sociedades de Amigos del País, fue el fomento de la economía en sus distintos ramos. La comisión de agricultura se preocupó por los cultivos de la zona, fomentando entre los particulares las plantaciones de moreras y morales, imprescindibles para relanzar la producción de seda, así como el cultivo del azúcar, por medio de premios. También se esforzó por promover en la vega de Granada los cultivos de arroz y de plantas textiles, como el lino y el cáñamo, deficitarias en nuestro país y afectadas en su abastecimiento por el bloqueo inglés en los años finales de siglo. También impulsó implantación de regadíos por medio de la elaboración de memorias, así como realizando informes ante la administración central sobre los que se estaban promoviendo en la cuenca del Guadalfeo en las zonas de Lobres y Salobreña. Por lo que se refiere a las manufacturas, fue proverbial el interés de las Económicas por promover las manufacturas populares o bastas, con mano de obra poco especializada, que proporcionaran empleo y un producto barato y asequible. Ya se han señalado los esfuerzos de la Económica en la enseñanza del hilado, además asumió la dirección de la real fábrica de lonas de la ciudad, que daba trabajo a más de dos mil operarios. También en 1785 realizó un préstamo de 24.000 reales procedentes de sus fondos a Gabriel Quintana para el establecimiento de una fábrica de indianas y lienzos pintados, que resultó ser un fracaso. Así mismo, en 1802 intervino en el traslado de la fábrica de abanicos de la corte a la ciudad, encomendando a dos socios protectores su supervisión.

Por último, en otro orden de cosas no debe ser olvidadas las iniciativas de la Económica granadina en el campo benéfico-asistencial. Una actuación, por cierto, bastante tradicional, realizada en momentos especialmente duros de la coyuntura económica. Entre 1804 y 1805, en el marco de la hambruna que asoló el país, repartió más de 27.000 raciones de las llamadas “sopas económicas”, elaboradas con verduras y patatas, una adaptación de las experiencia de las sopas Rumford, adoptada en Alemania años antes, que contribuyó a popularizar un alimento como la patata, que aún era considerado como propio del ganado. Estas ayudas fueron costeadas con aportaciones de los socios y de otras personalidades de la región.

El balance que aporta la actuación de la Sociedad Económica de Granada en sus primeros años de actuación hasta la invasión francesa, como el del restos de las Sociedades Económicas de la misma etapa, tiene que ser forzosamente modesto, destacando el contraste entre la amplitud de los objetivos proclamados en sus estatutos y la mucho más modesta realidad de sus actuaciones, algo lógico en unas instituciones que estaban lastradas por la falta de medios económicos para llevar a cabo sus proyectos y por el voluntarismo que presidía la acción de sus miembros, muchos de los cuales no tenían la preparación ni la dedicación que sus tareas requerían. No obstante, queda como una muestra más de los tímidos programas reformistas de la Ilustración española.

Autora: Inmaculada Arias de Saavedra Alías

Bibliografía

ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, Inmaculada, “Las Sociedades Económicas de Amigos del País en Andalucía”, Chronica Nova, 28 (2001), pp. 9-47.

ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, Inmaculada, “Las Sociedades Económicas de Amigos del País. Proyecto y realidad en la España de la Ilustración”, Obradoiro de Historia Moderna, 21 (2012), pp. 219-245.

ARMARIO SÁNCHEZ, F., «La Real Sociedad Económica de Granada durante el siglo XVIII», Anuario de Historia Moderna y Contemporánea, núm. 10 (1983), pp. 31-55.

CASTELLANO CASTELLANO, Juan Luis, Luces y reformismo. Las Sociedades Económicas de Amigos del País del reino de Granada en el siglo XVIII, Granada, Diputación Provincial de Granada, 1984.

CASTELLANO CASTELLANO, Juan Luis, «Las Reales Sociedades Económicas de Amigos de País», en ANDÚJAR CASTILLO, Francisco (ed.), Historia del Reino de Granada. III. Del siglo de la crisis al final del Antiguo Régimen (1630-1833), Granada, El Legado Andalusí, 2000, pp. 563-590.