Magna empresa artística superviviente de la vieja catedral gótica, la sillería del coro constituye una impresionante enciclopedia tallada en nogal cuya figuración tardogótica, de notable calidad, ilustrando temas cristianos y profanos, suministra también una valiosa información documental sobre la cotidianeidad, la arquitectura, el paisaje urbano giennense, el vestuario y el mobiliario doméstico y litúrgico de la época. Todo ello arropado con un despliegue ornamental donde predomina el grutesco, cabalmente entendido y competentemente resuelto, que hace de esta sillería el privilegiado y precoz asiento del renacimiento italiano en tierras del Santo Reino. Fue su promotor el obispo don Alonso Suárez de la Fuente y del Sauce (1500-1522), representado en el relieve de la silla episcopal en oración, junto a miembros de su cabildo, ante la Virgen titular de la catedral.

Distribuida en dos pisos, ocupa el centro de la nave principal adoptando una estructura en U. Se abre al altar mayor prolongandose con el suplemento, a cada lado, del banco de los caballeros, reservado al cabildo municipal, funcionando como separación de ambos estamentos las dos puertas laterales. Rompiendo su simetría preside el testero frontal la silla del obispo de mayores proporciones que el resto. Los 52 relieves de la sillería baja exhiben un programa hagiográfico que discurre enmarcado entre pilastras cajeadas con candelieri. Temas del Nuevo Testamento alusivos a la Virgen y a Cristo se representan en los 69 tableros avenerados de la sillería alta, divididos por un orden de columnas de tradición lombarda. La recubre un volado guardapolvo recorrido por igual número de relieves que, en correspondencia con el orden inferior, están separados por pilastras, incorporando adosadas pequeñas esculturas de profetas. Efigian estos tableros historias del Antiguo Testamento, prefiguraciones en muchos casos de los pasajes del Nuevo representados abajo. Del mismo modo una alusión criptográfica a Cristo, como antitipo de Sansón, figura en los cuatro relieves dedicados al héroe judío en las tabicas del pasillo de las puertas altas. Por otra parte, los pequeños relieves existentes bajo los brazales de las sillas inferiores incorporan representaciones de santos, alegorías de virtudes, sibilas, dioses paganos y personajes que ilustran actividades de la vida humana.

Documentos consultados por Gómez-Moreno en el Archivo de la catedral registraban entre 1519 y 1520 pagos de 646.213 maravedíes a los entalladores Gutierre Alemán (Gutierre Gierero, de Amberes) y Juan López de Velasco, procedente de Granada, “de lo que ovieron de aver por la obra de las sillas nuevas que hicieron para el choro de la dicha iglesia”. Siguieron otros el año siguiente con especificación de lo realizado: “51 sillas altas, con la del obispo y con los dos rincones altos que se cuentan por sillas, y con las dos que se quitaron para poner las dos rejas que están cabe la silla del obispo, cada una a 14.500 mrs; 36 sillas bajas, con los dos rincones y las dos que se quitaron en derecho de las rejas altas, a 5.500 mrs; tres subidas para las sillas altas…; las cuatro closes (crozas) que están en las sillas altas cabe las rejas de los postigos altos; los dos vancos de los cavalleros con la imaxinería alta que tiene cada vanco, se igualó todo por 100.000 mrs”, de lo que dieron finiquito ambos maestros el 27 de enero de 1522. Días después, el 11 de febrero, se pagaba a Juan López 4000 mrs por el atril de la silla del obispo.

La estrecha relación que tanto en la estructura como en la figuración mantiene la sillería de Jaén con la de la catedral de Burgos, obra de Felipe Vigarny y Andrés de Nájera (1507 a 1512), ha inducido a la historiografía a responsabilizar al escultor borgoñón de las trazas, ya directamente, ya con Velasco como su transmisor o incluso como su autor bajo el poderoso influjo del maestro. Entre la figuración de las sillerías de las catedrales burgalesa y giennense existen evidentes paralelismos y sobre todo un indudable aire de familia –nórdico- que las hermana. Pero ese parentesco se constata solo respecto de los tableros que se adjudican a la intervención de Andrés de Nájera. Parece oportuno retomar, por tanto, la tesis de Gómez-Moreno que hacía de Gierero el autor de las trazas y el responsable en gran parte de la imaginería de Jaén, presuponiendo su participación en la de Burgos.

La documentada intervención de López de Velasco en el atril de la silla del obispo, decorado con magníficos grutescos, llevó a Gómez-Moreno a responsabilizarlo de la correcta decoración al romano que luce en su mayor parte la sillería; un repertorio, en efecto, tributario del practicado por Jacopo Torni, su yerno, pero también de otras realizaciones de la capilla real de Granada -sepulcro de los Reyes Católicos y escalera del presbiterio-. Frente a sus italianizantes grutescos, resueltos por ende con una correcta ejecución y una perfecta comprensión de este ornato, asoman otros que evidencian lo contrario, formalizados además con una grafía netamente gótica y una ocasional interpretación de los mismos en clave medieval. Fueron atribuidos por Gómez-Moreno a Gierero, a quien responsabilizó también de los tableros que recrean brocados góticos, copiados de la sillería de la catedral de Toledo.

Entre noviembre y diciembre de 1527, bajo el pontificado ya del cardenal Merino, queda constancia del encargo hecho a Jerónimo Quijano del banco bajo de los caballeros a través del pago de 43 ducados “para el primer tercio de los asientos que ha de hazer”. Quijano sin embargo, según documentó Galera Andreu, se vio obligado a traspasar su realización el 12 de junio de 1528 a Gutierre Gierero, Fernando de Cáceres -natural de Granada- y Miguel de Resinas, por un precio de 37.500 mrs, especificándose el programa de imágenes que debía tallarse en los respaldos de los cuatro sitiales de cada lado (Santiago, San Jorge, San Julián y San Luis rey de Francia; San Pablo, San Martín, San Sebastián y San Hermenegildo), parcialmente modificado y ampliado en el siglo XVIII. La historiografía ha valorado desigualmente esta figuración, ya como un distanciamiento del goticismo imperante en la sillería eclesiástica, ilustrativo de un concepto plástico renacentista debido a Resinas y sobre todo a Cáceres; ya como una imaginería sin apenas diferencias respecto de aquella. El análisis estilístico impone matizaciones. Encontramos en efecto relieves muy próximos en composición y estilo al resto de la sillería (Santiago, San Jorge, San Martín), relacionables con lo realizado en Burgos por Andrés de Nájera (San Julián) y adscribibles por tanto al estilo de Gierero. Frente a ellos, y en agudo contraste, se acreditan otros con composiciones más complejas, resueltas con un tratamiento más pictórico y con deudas iconográficas respecto de los relieves de Vigarny en el retablo de la capilla real de Granada (San Pablo, San Fernando).

Los dos atriles de estos bancos presentan un particular interés, decorados como están con dos bustos de hombres ilustres de la antigüedad, tópico humanista que introduce un contrapunto laico al catálogo hagiográfico que con un valor paradigmático se propone a los caballeros veinticuatro en sus sitiales. Uno de los bustos, cubierto con un yelmo con un dragón por cimera, corresponde a una jerarquía militar, y el otro, vistiendo la toga, a una magistratura civil. Circundados por una guirnalda de frutos, seguramente derivan de los esculpidos en el italianizante frontal de mármol del altar de una de las capillas del claustro grande del monasterio de San Jerónimo en Granada. El tablero en el que se efigia el busto militar va decorado en los ángulos superiores con otro motivo italiano derivado del arte sepulcral romano: dos tritones empuñando antorchas, copiados del sepulcro real de Domenico Fancelli. La estrechísima afinidad estilística entre estos bustos y los que Quijano esculpiera en la cajonería de la sacristía de la catedral de Murcia obliga a replantearse su intervención en el banco de los caballeros, más allá de lo puramente proyectual y especialmente en estos atriles a los que seguramente se refieren las prescripciones del contrato concibiéndolos con un más suntuoso ornato: “En la parte que esta junto a la reja se ha de hacer una obra deferente a la suso dicha e parezca y sea más rica y más adornada”.

La construcción sobredimensionada del coro en 1736 por el arquitecto José Gallego y Oviedo del Portal redundaría en la ampliación de la sillería con 34 estalos más. El propio Gallego, arquitecto pero también escultor, declararía haber realizado 18 sillas nuevas, “rincones y tableros de las dos Historias que faltaban de las antiguas y mucha parte de frisos y cornisas…”, amén de remodelar la silla episcopal y el facistol preservando labores del siglo XVI. Bajo su dirección, los escultores ensambladores Miguel Arias y Juan Fernández y, presumiblemente, los escultores José de Medina y Anaya y Francisco Calvo Bustamante completarían e instalarían la sillería, exhibiendo los nuevos relieves unas imágenes no siempre bien proporcionadas, abordadas con una talla angulosa y seca que resuelve con amplios golpes de gubia los pliegues de los drapeados, lo que dramatiza la figuración de unas historias cuya iconografía suscribe en general una espiritualidad contrarreformista. La ampliación, que afectó también al banco de los caballeros con la adición de cuatro escaños más, concluyó ya bajo el pontificado de Cabrejas Molina (1738-46) con la adición de una crestería que exhibe sus blasones sobre la silla episcopal.

Autor: Miguel Ángel León Coloma

Bibliografía

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DOMÍNGUEZ CUBERO, José, El coro de la Catedral de Jaén (Maestros, simbología y vicisitudes históricas), Jaén, Fundación Caja Rural, 2012.

GALERA ANDREU, Pedro Antonio, “Jerónimo Quijano en Jaén y la proyección de Felipe Bigarny en el sur”, en ARIAS DE COSSIO, A. M., PÉREZ REYES, C. y SUÁREZ QUEVEDO, D., Libro homenaje a D. Jesús Hernández Perera, Madrid, Universidad Complutense, 1992, pp. 515-523.

GOMEZ MORENO MARTÍNEZ, Manuel, “La sillería del coro de la Catedral de Jaén”, Arte Español, 1941, tercer trimestre, pp. 3-4.

LEÓN COLOMA, Miguel Ángel, “Sillería del coro”, en Serrano Estrella, F., Cien obras maestras de la Catedral de Jaén, Jaén, Universidad / Cabildo Catedral, 2012, pp. 24-27.