Las Sociedades Económicas de Amigos del País nacieron al albor de la Ilustración, de hecho, llegaron a convertirse en el mejor medio para la difusión, proyección, inicio y aplicación de las políticas ilustradas, cuya filosofía y espíritu se basaba en los Discursos I y II pronunciados por el conde de Campomanes. Bajo el lema “Concordia et Labore”, las Sociedades Económicas de Amigos del País canalizaron el concepto y significado del “Amor Público”, que definiera Jovellanos en su momento: “En fin, él [amor público] es el que obtiene del particular todos los sacrificios que demanda del común, y hace que el bien y la prosperidad de todos entre en el objeto de la felicidad de cada ciudadano”.

Como muy bien define el profesor Segura Ferrer: “su objetivo era sacar a España del letargo político, económico y cultural con respecto a otras potencias europeas”. Para ello, sería fundamental iniciar un proceso de cambio en todo proceso productivo. Sin lugar a dudas, no era tarea sencilla ésta para la nueva política ilustrada que los grandes ministros de Carlos III, como era Campomanes, pretendían llevar a cabo. Es más, era una tarea harto complicada y, sobre todo, en las zonas más rurales, menos desarrolladas y más distantes de las grandes urbes como era, a todas luces, Baza y su tierra, puesto que la tradición productora pesaba con una antigüedad de siglos entre sus habitantes. En palabras del célebre profesor Carr: “Todo ello formaba parte de una campaña general en pro de la instrucción: la ignorancia era el enemigo del progreso.”

Dicho proceso al que nos referíamos antes, se iniciaría, en palabras del ilustre profesor Segura Ferrer, “estudiando los problemas que sufría cada zona y promoviendo medios para alcanzar la prosperidad pública, reclamando la colaboración de los sectores más activos de la sociedad para fomentar el desarrollo de la industria, agricultura, comercio, artes y educación…” Un proceso reformista, totalmente inspirado en una, más que adelantada, “tecnocracia” que pretendía revolucionar los sistemas productivos españoles, intentando emular el acontecimiento que se estaba dando, por ejemplo, en la Inglaterra de finales del siglo XVIII: la incipiente Revolución Industrial. En palabras del célebre profesor Carr: “Los burócratas de Carlos III, más que constructores fueron arquitectos, circunstancia que queda reflejada en el programa que legaron al liberalismo.”

Sin embargo, España estaba a “años luz” de poder conseguir eso, de hecho, no sería hasta mediados del siglo XIX, cuando comenzaría a iniciarse dicha industrialización en nuestro país, contando con sus prolegómenos en Andalucía. Por cierto, dicho sea de paso, fue en el sur de España donde comenzó a iniciarse la industrialización con la industria minera en Almería (Sierra de Gádor, plomo; y, posteriormente, Sierra de Filabres, hierro) y Huelva (minas de Riotinto), el proyecto de los altos hornos malagueños que ejecutó Manuel Agustín Heredia o la industria textil del marqués de Larios en Málaga.

En 1779, el Consejo de Castilla envió un oficio al corregidor bastetano Antonio de Francia, haciéndole la sugerencia de instalar en Baza una Sociedad Económica de Amigos del País, emulando lo que habían hecho en Vera, Granada y Almuñécar. El propio Contador de Propios del Reino se expresaba, sobre este asunto, en los siguientes términos: “a el establezimiento, fomento y progreso de tan ventajoso venefizio a el servizio de Dios, como importante a la felizidad de la Nazión y causa pública.”

En vistas de este oficio, el corregidor bastetano escribe a la persona más ilustrada que residía en Baza, Don Antonio José Navarro, el Abad Navarro, por aquellos años ejercía de canónigo lectoral de la Abadía de Baza y era socio de la Sociedad Económica de Amigos del País de Vera. Fue el encargado de elaborar un informe socio-económico sobre la situación de la zona, sus recursos y sus potenciales. Sin lugar a dudas, al respecto, coincidimos plenamente con la opinión del, ya desaparecido, ilustre profesor Castellano: “es del mayor interés para el estudio de la economía de la zona en la coyuntura de finales de siglo.”

Uno de los mayores problemas a los que se hubo de enfrentar el proyecto de crear en Baza una Sociedad Económica de Amigos del País fue la oposición, de la mayor parte, del cabildo abacial. Otro de los problemas sería el tema de la financiación. Era evidente que con las cuotas de los socios fundadores no era posible llevar a cabo las finalidades propias para la que se había creado la misma, por ello el Abad Navarro ideó un ingenioso modo para financiarse, basado en la noción y concepto de caridad, convirtiéndose así la Sociedad en receptora y administradora de las limosnas que generaban en beneficio del cabildo abacial, más los ingresos de las obras pías, que se gastaban en cosas triviales y para nada provechosas.

Donde únicamente evitó entrar el Abad Navarro, fue en los caudales que poseían y administraban las cofradías, porque era un asunto espinoso y, cuanto menos, polémico que le podía generar más oposición, por parte de la alta sociedad bastetana, de la que ya tenía. No obstante, debido al alto grado de interés que nos suscita, vamos a reproducir íntegramente su opinión acerca de las cofradías y la labor que éstas desempeñaban:

“No me atreveré a tocar en las cofradías. Júzguelo V. S. imbecilidad de mi espíritu. Yo bien sé a quanto ascienden las contribuciones de los cofrades, sé que en sólo los medios jornales que pierden en la asistencia a sus juntas, entierros y otras fiestas, que algunas prohíben los cánones, se pueden dar por perdidas grandes sumas; pero, ¿qué dirá un pueblo no muy ilustrado de un eclesiástico que aconsejase cercenar alguna cosa de sus gastos, aunque en sus pensamientos se arreglase a las disposiciones canónicas, leyes del reino y a la más santa theología? (…) una muchedumbre de personas, las más rústicas, componen las cofradías de esta ciudad; ven juntarse muchos hermanos con luzes en sus entierros; esta pompa que insensiblemente pagan pica su vanidad; y llevarían muy mal que un eclesiástico pensase moderarla; ay casas regulares interesadas en estas cofradías que se declararían mis enemigos. El mejor partido es callar.”

Una opinión, la del Abad Navarro, bastante contraria a la labor ejercida por las cofradías en la Edad Moderna. A nuestro entender, lo que no estaba teniendo en cuenta este ilustre canónigo lectoral era que dichas cofradías, además de sus funciones propias dentro de la sociedad estamental, realizaban una importantísima labor social y benéfica.

Pese a todas las dificultades expuestas anteriormente, y una vez superadas éstas, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Baza, oficialmente se constituyó el 18 de agosto de 1785. Su sede estuvo localizada en la segunda planta del Real Pósito de la ciudad, sito en la Plaza de la Trinidad de la misma.

Los socios que, inicialmente, integraron la Sociedad fueron miembros destacados del clero, debido a la analogía que tenía ésta con la labor benéfica y piadosa que ellos debían de potenciar; la nobleza, que se encontraba casi olvidad de sus privilegios; la clase media: funcionarios, comerciantes, ejercientes de las profesiones liberales…, veintitrés labradores y algún artista. No obstante, nos encontramos en una Sociedad en cuyo seno la presencia de los eclesiásticos fue muy importante, esto se explica debido a que la ciudad de Baza era capital de la abadía y, pese al transcurrir de los muchos siglos, nunca olvidó que había sido obispado en la época visigoda. No tenemos constancia que alguna mujer llegara a formar parte de la misma, pero sí que tenemos la certeza que ellas lucharon porque esta Sociedad enseñara a trabajar a las mujeres y educara a las niñas pobres.

Dentro de los años de vida que tuvo la Sociedad Económica de Amigos del País de Baza, podemos diferenciar, claramente, dos etapas: la primera que iría desde su nacimiento en 1785 hasta 1810, que finalizaría a causa de la invasión francesa de la ciudad.

En esta primera etapa o también llamada etapa de auge y esplendor, las Sociedad apostó claramente por el sector primario, es decir por la agricultura y, en menor medida, por la ganadería. Era necesario poner en producción las tierras incultas que se ubicaban tanto en secano como en la vega. Y, por supuesto, aumentar el rendimiento productivo de la tierra que estaba puesta en producción, para ello se llevaría a cabo la implantación de nuevas técnicas de cultivo y de nuevos cultivos como la patata; potenciar otros tradicionales como las vid, el olivar, el cereal o el cáñamo, que era una fibra vegetal muy apreciada y con grandes salidas comerciales debido a la alta demanda que ofertaba la política naval borbónica de Carlos III. Respecto al cáñamo, como dato curioso, debemos de mencionar que la Sociedad aconsejaba a los recolectores que éste fuera segado y no arrancado. La Sociedad proponía fomentar la morera, cuyo auge de cultivo fue alcanzado en la época nazarí, para la elaboración de seda; el olivar para el aceite y la granza. Aunque no se cita en el informe remitido por el Abad Navarro, el esparto también fue muy importante, sobre todo, en el último tercio del siglo XIX con la exportación del mismo a Inglaterra puesto que era una muy buena materia prima para la industria papelera británica. Respecto a la agricultura, uno de los problemas más importantes con los que la Sociedad hubo de lidiar fue el inadecuado uso del agua mediante los turnos de riego y el mal aprovechamiento de recursos hídricos. Ésta propuso y luchó, sin mucho éxito, por llevar a cabo un cambio en esta materia, cuyos problemas se enraizaban en supuestos derechos de aguas que provenían de la época nazarí.

En cuanto al sector secundario, la industria, se proyectó la construcción de una fábrica de paños en Baza, debido a la gran facilidad que había de instalar batanes en el término municipal de la ciudad. Dicho proyecto experimentó dos intentos de ser ejecutado pero los dos fueron fallidos. No obstante, en resumidas cuentas, el objetivo principal, que tenía este proyecto de industrialización del textil en Baza, era que la ciudad abandonase el sistema de producción artesanal para sustituirlo por uno industrial. Lamentablemente, y para desgracia de la ciudad, no se consiguió llevar a buen puerto dicha empresa.

En cuanto al sector terciario, compuesto por el comercio, en su mayor medida, sí hemos de decir que tuvo un gran auge en el último tercio del siglo XVIII. De hecho, en la actualidad, Baza sigue siendo una ciudad de comercio y servicios, que abastece a toda la comarca. Con el fin de potenciar las actividades comerciales en la ciudad de Baza y dar salida a los productos que se elaboraban en la ciudad, mayormente de una forma artesanal como hemos dicho antes, partiendo de la iniciativa de la Sociedad Económica de Amigos del País de Baza, se solicitó a Carlos IV la concesión de un mercado semanal, a celebrar los miércoles, en dos espacios públicos diferentes: en la Plaza de las Eras se comercializaría con caballerías y en la Plaza de Santo Domingo con el grano.

La educación también fue otro de los pilares fundamentales que la Sociedad intentó potenciar. El Abad Navarro sentía una especial preocupación por la educación de los niños y niñas de etnia gitana. La Sociedad Económica de Amigos del País de Baza creó, en la ciudad, dos escuelas de niños y dos de niñas, que fueron costeadas y subvencionadas gracias a los caudales aportados por algunos de sus socios. De toda la labor educativa, que potenció y desarrolló la Sociedad, destacaremos la creación de la Escuela de Agricultura. Sin lugar a dudas, un ambicioso y eficaz proyecto, que, pese a sus buenos propósitos, no dio grandes resultados y beneficios, puesto que el campesino bastetano estaba aferrado a los usos y costumbres tradicionales, y no era capaz, en la mayoría de los casos, a cambiar sus métodos tradicionales de cultivo por otros más innovadores. En palabras del profesor Segura Ferrer: “…asistimos a un intento de querer llevar a cabo una revolución agraria al buscar transformaciones importantes tanto en lo que se refiere al uso de la tierra y plantaciones más adecuadas como a las técnicas de cultivo, cuyo objetivo fundamental era la mejora y el aumento global de la producción del campo bastetano.”

En líneas generales, esta primera etapa contribuyó a llevar a cabo un incipiente despertar económico en Baza y su tierra. Un despertar, que no estuvo exento de trabas y dificultades, pero que, a pesar de ello, logró sembrar la semilla de la industrialización en esta tierra, que daría su mayor fruto durante el primer tercio del siglo XX.

La segunda etapa o también llamada de decadencia iría desde el 14 de noviembre de 1834, que se procedió a su refundación por parte del corregidor Francisco de Paula y Osorio, hasta su ocaso en el último cuarto del siglo XIX. En esta segunda etapa se nombró como intermediario ante la Corte de Isabel II al duque de Abrantes. El ocaso de la Sociedad se dio por un cúmulo de circunstancias en las que concurrieron el desánimo de sus integrantes y dirigentes, la imposibilidad de llevar a cabo cambios sustanciales en una sociedad fuertemente ruralizada y tradicional, los exiguos y escasos fondos económicos con los que contaba para cumplir sus fines y objetivos y la imposibilidad de ofrecer resultados a corto plazo.

Autor: Juan Antonio Díaz Sánchez

Bibliografía

CASTELLANO CASTELLANO, J. L., Luces y Reformismo. Las Sociedades Económicas de Amigos del País del Reino de Granada en el siglo XVIII, Granada, Ed. Diputación de Granada, 1984, pp. 140-149.

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