El 22 de diciembre de 1216 el papa Honorio III otorgó formalmente la denominada “bula de confirmación” por la que se establecía, bajo la regla de San Agustín y la protección pontificia, la que, con el tiempo, sería conocida como Orden de Predicadores o Dominicos, por cuanto su principal impulsor fue el español Domingo de Guzmán, canónigo regular de Osma y que, junto al obispo diocesano Diego Acebes y posteriormente bajo la protección del prelado de Tolosa, había ido formando un grupo de “hermanos dedicados a la Santa Predicación” frente a la herejía de los cátaros.

La Orden de Predicadores, a pesar de sus primeros pasos en el ámbito del Languedoc, pronto va a alcanzar una dimensión universal. Domingo concebía la Predicación como la urgencia fundamental de la Iglesia y pronto dispersa a los primeros compañeros por toda Europa para fundar comunidades. En el carisma de la Orden, desde el principio, se hace fundamental el estudio, por lo que una de las primeras comunidades se establece en París, donde primero estudian y luego enseñan en la prestigiosa Universidad de La Sorbona. La primera fundación en España parece que fue la de Santa Cruz en Segovia en 1218.

También desde el principio, Domingo constituye comunidades de hermanas como las de Prulla, antes incluso de la confirmación de la Orden. Fundará asimismo muy pronto en Segovia. El primer convento de Roma será San Sixto.

Domingo falleció el 6 de agosto de 1221. Para entonces la Orden contaba ya con 21 conventos y unos 300 frailes. Durante el mandato de su sucesor, Fray Jordán de Sajonia se llevó a cabo la gran expansión.

A diferencia de otras órdenes mendicantes, los dominicos afrontaron la observancia en unidad, aunque a finales del siglo XIV el maestro general Fray Raimundo de Capua (1380-1399) inició una muy importante labor de reforma con la creación de diversos conventos observantes en cada provincia que continuará hasta los albores del siglo XVI. Fue una etapa decisiva donde florece la personalidad carismática de la laica Santa Catalina de Siena. Capua, director espiritual de la santa, toma conciencia de la importancia del laicado y lo integra plenamente como rama de la Orden con la denominada Orden Tercera de la Penitencia con la aprobación pontificia de 1405, aunque ya existía una cierta organización desde fines del siglo XIII durante el generalato de Fray Munio de Zamora (1282- 1292).

La Orden de Predicadores, por su carisma intelectual y de predicación, ha jugado un papel esencial en la Iglesia en diferentes momentos de la historia de la Iglesia: durante la Plena y Baja Edad Media un elenco de frailes han sido referencia inexcusable en la vida intelectual y reflexión teológica: San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, etc. amén del control y predicación de las herejías. En la edad moderna, los dominicos, junto a franciscanos, constituyen el contingente primigenio de misioneros a América, siendo importante su contribución a la defensa de la población indígena frente a los excesos colonizadores (Fray Antón Montesinos, Fray Bartolomé de las Casas). Fue igualmente decisiva la contribución al derecho internacional desde la Escuela de Salamanca y asimismo su referencia inexcusable en la labor teológica de Trento y en la gran expansión de la oración y devoción del Santo Rosario y sus cofradías. A lo largo de la historia cuatro frailes dominicos han sido promovidos a la silla de Pedro: Inocencio V (1276), Benedicto XI (1303- 1304), Pío V(1566- 1572) y Benedicto XIII (1724- 1730).

La Provincia de España se erigió, como queda dicho al fundarse el primer convento en 1221. Aragón se desgajó de esta única circunscripción en 1301 al formar provincia propia y la Bética o de Andalucía en 1514. Posteriormente se erigió la provincia misionera del Rosario en 1582.

El primer convento que se erige en Andalucía es el de San Pablo de Córdoba (1236), seguido del homónimo de Sevilla (1248), Jerez de la Frontera (1267), Santa Catalina Mártir de Jaén (1382), Santo Domingo de Écija (1382), Santo Domingo de Palma del Río (1400), Nuestra Señora de Consolación de Doña Mencía (1423), Santo Domingo de Escalaceli en la sierra de Córdoba (1423), Santo Domingo de Portaceli en Sevilla (1440), San Pedro Mártir de Ronda (1486), Santo Domingo de Málaga (1487), Santa Cruz la Real de Granada (1992), Santo Domingo de Almería (1493), Santo Domingo de Guadix (1495) y  Santa Ana de Carmona (1504). Ya como provincia Bética se erigen en la edad moderna: San Juan Bautista de Chinchilla (1508), , Sagradas Llagas de Alcalá de los Gazules (1506), Nuestra Señora de Gracia de Lepe (1516), San Andrés de Úbeda (1517), Colegio de Santo Tomás de Sevilla (1516), San Pedro Mártir de Marchena (1517) o  Santo Domingo de Sanlúcar de Barrameda (1530) y así hasta 48, aparte de los que, aun perteneciendo a la provincia, no estaban en el actual territorio andaluz: Murcia, Extremadura, la Mancha, Canarias, norte de África así como las colonias americanas.

Respecto a los cenobios femeninos, las primeras fundaciones andaluzas ocurrieron ya a comienzos del siglo XV en Sevilla: Santa María la Real (1409) o Madre de Dios de la Piedad (1472), Córdoba: Nuestra Señora de la Consolación en La Rambla, Jesús Crucificado en la capital…, Jaén: Nuestra Señora de los Ángeles (1486), Granada: Sancti Spiritus, etc…y así hasta 50.

Sobre las fraternidades pertenecientes a la Orden Tercera apenas hay noticias ante la falta de documentación, aunque desde el principio aparecen sobre todo mujeres con hábito descubierto amén de beatas que viven en comunidad con votos. No obstante, las fraternidades estrictamente laicales de hombres y mujeres no parecen claramente estructuradas hasta finales del siglo XVII, conociéndose como muy prósperas las del convento de San Pablo de Sevilla o la del de Santo Domingo de Jerez de la Frontera.

La Provincia Bética tuvo una fundamental importancia desde el comienzo por su proyección americana, uno de los principales argumentos para su erección. Conventos como San Pablo de Sevilla fueron referencia ineludible para la formación de los futuros misioneros.

En lo que respecta a figuras destacadas hay que comenzar refiriéndose a Fray Álvaro de Córdoba, promotor de la reforma en Andalucía a partir de la fundación del convento de Escalaceli, el ya citado Fray Bartolomé de las Casas,  la excepcional figura de Fray Luis de Granada como maestro de conciencias e insigne escritor, el lego ecijano Fray Pablo de Santa María,  los carismáticos predicadores del Seiscientos y Setecientos Fray Pedro de Santa María Ulloa, apóstol del Rosario en Sevilla, aunque gallego de nacimiento y el beato Fray Francisco Posadas en Córdoba. Entre las religiosas se podrán mencionar a la beata dominica Madre Trinidad (1604- 1660), fundadora del convento de Aracena o sor Francisca Dorotea (1558- 1623), primera priora del convento de los Reyes de Sevilla, que concibió una comunidad de observancia.

Autor: Carlos José Romero Mensaque

Bibliografía

ARCHIVO DOMINICANO, Anuario del Instituto Histórico de la Orden, Salamanca, San Esteban, 1980.

GÓMEZ GARCÍA, Vito, Santo Domingo de Guzmán. Escritos de sus contemporáneos, Madrid, Edibesa, 2011.

HUERGA TERUELO, Álvaro, Los dominicos en Andalucía, Sevilla, 1992.

LOREA AMESCUA, A. de, Historia de la Provincia de Andalucía de la Orden de Predicadores, Ms. Sin fecha. Archivo Histórico de la Provincia Hispania. Sede de Sevilla, AHPDA, 10/1 y 2. Es una obra incompleta por pérdida de algunos tomos.

MIURA ANDRADE, J. Mª., “La Provincia Bética de la Orden de Predicadores durante la Baja Edad Media. Los frailes”, Revista de Humanidades, n. 27, 2016, pp. 17-42.