La Guerra de Restauración de Portugal (1640-1668) tuvo en la frontera onubense  una tremenda incidencia, los territorios rayanos y sus poblaciones sufrieron las terribles consecuencias de una guerra que enfrentó a portugueses y españoles, al duque de Braganza y sus seguidores y al rey Felipe IV.

La violencia ejercida por las tropas lusitanas sobre algunas localidades onubenses durante la Guerra de Restauración portuguesa fue extraordinaria. En este conflicto bélico fueron frecuentes las agresiones sobre la población civil y escasas las  batallas convencionales entre ejércitos regulares. Además de agredir a las personas de forma directa también se arrasaron algunas localidades en un intento de borrar los elementos identitarios que las sociedades reconocían como tales en sus ámbitos urbanos, nos referimos a la destrucción de viviendas y edificios emblemáticos, como especialmente fueron los inmuebles religiosos, así como también a los atentados contra  imágenes sagradas y objetos litúrgicos. En este territorio de frontera caracterizado por una larga tradición de relaciones entre las poblaciones limítrofes, parece que fue un objetivo militar de importancia para los separatistas lusitanos hacer desaparecer la historia compartida de ambos pueblos ibéricos, y esto puede ayudar a explicar la insistencia durante las incursiones  lusitanas en la destrucción de los archivos de aquellas localidades que saqueaban ya que, probablemente, eran conocedores de que custodiaban la memoria histórica de un pasado reciente definido por un estado ibérico unitario y unas intensas relaciones sociales, económicas y culturales entre españoles y portugueses.

Estas agresiones militares contribuyeron a la construcción de una imagen negativa y de rechazo sobre el conjunto de los portugueses, que se intensificará en los períodos bélicos del siglo XVIII como un componente de las estrategias militares y, en el caso de la frontera onubense, como una expresión humana descarnada derivada de la vivencia directa de la guerra.  Las razias lusitanas podemos conocerlas a través de los memoriales que algunos vecinos y munícipes de los territorios afectados por las incursiones elaboraban para sus señores jurisdiccionales, tras ser testigos presenciales de la terrible realidad de la guerra y de soportar sus dramáticas consecuencias.  

Fueron asediadas, y en algunos casos saqueadas, poblaciones como Aroche, Cortegana, Encinasola, Gibraleón, Trigueros, El Almendro, Villanueva de los Castillejos, San Bartolomé de la Torre o Cartaya. La frecuencia con la que se produjeron las incursiones lusitanas contribuyó a que, probablemente, el miedo se convirtiera en un estado emocional en el que vivieron, casi de manera permanente, los habitantes de estos territorios limítrofes. Las invasiones portuguesas se produjeron en la década de los años 40, desde 1652 a 1656 y en los años de 1665 y 1666.

Autor: Antonio González Díaz

Bibliografía

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