La familia Peralta vivió muchos de los fenómenos históricos más representativos del siglo XVII andaluz, especialmente aquellos que caracterizaron la vida de Sevilla y su célebre proyección americana: migraciones y cosmopolitismo, importancia del comercio europeo y atlántico, dinamismo social de los mercaderes, presencia de instituciones como la Casa de la Contratación, conexiones fluidas con Madrid, venalidad de cargos y honores, procesos de ennoblecimiento, promoción política en las Indias… El interés histórico de los Peralta, casi más que en ellos mismos, radica en la ejemplaridad con que arrojan luz sobre este panorama general.

En Sevilla, los Peralta fueron considerados flamencos con cierta rigidez. En realidad, sus orígenes hundían las raíces en Navarra y Burgos, patrias respectivas de Juan de Peralta y Ana de Carrión, su mujer. Sin embargo, el matrimonio se asentó en los Países Bajos, donde nació su descendencia. La memoria familiar, muy inclinada a imaginar grandezas, vinculó aquella aventura septentrional al servicio militar, aseverando con orgullo que Juan había luchado en los tercios españoles durante la Guerra de los Ochenta Años. Pero de aquella peripecia sólo han quedado como testimonio las afirmaciones de descendientes y amigos; los Peralta jamás presentaron documentación acreditativa del particular. Tal vez no fuera incierto, pero se puede suponer con cierta seguridad que la actividad que consolidó a los Peralta en Flandes fue el comercio. En consecuencia, cuando el primero de ellos llegó a Sevilla, lo hizo para comerciar. Y, efectivamente, sus contemporáneos lo consideraron un comerciante flamenco.

De hecho, los Peralta se comportaron como arquetípicos mercaderes flamencos. Hasta puede decirse que formaron parte destacada de la comunidad flamenca sevillana durante su etapa dorada. Ocuparon la mayordomía y el consulado de la nación durante varios años, y labraron un enterramiento en la capilla de San Andrés, mantenida en el colegio dominico de Santo Tomás, en la zona portuaria y comercial de Sevilla. Establecieron la residencia familiar en la misma zona, en la collación del Sagrario. Concretamente, fijaron su domicilio en una plazoleta de lo que entonces se llamaba la Botica de las Aguas (actual calle Guzmán el Bueno). La vía se caracterizaba por alojar a muchas de las familias flamencas y alemanas más notables del momento, como los Corvet, los Mahuis o los Jácome, igual que otras calles adyacentes. La vecindad facilitaba la amistad entre familias, profusamente documentada. La mayoría de quienes acompañaban a los Peralta en sus actos públicos, fueran civiles o eclesiásticos, eran flamencos. Sus círculos más íntimos estaban repletos de compatriotas.

La actividad empresarial de los Peralta coincidía con los patrones característicos de la comunidad flamenca: importar artículos manufacturados de Flandes para los mercados español y americano, y exportar a Flandes coloniales y productos agrícolas andaluces. El acceso a la Carrera de Indias sólo era posible a través de socios españoles, pues los Peralta como flamencos se encontraban limitados por las mismas prohibiciones que afectaban a todos los extranjeros. Sin embargo, tras varios años en Sevilla, los Peralta se naturalizaron por vía de justicia en 1632, jugando la baza de su hispanidad original y adornando su pasado familiar. Así fortalecieron su posición particular frente a la complicada evolución del comercio atlántico en tiempos de Felipe IV.

Los beneficios conseguidos en el mundo de los negocios se invirtieron en el ascenso político y social de la familia. Los Peralta lograron hacerse reconocer como hidalgos en varias villas próximas a Sevilla, como Tomares, Castilleja de la Cuesta o Puebla del Río. Bormujos se resistió inicialmente a su ambición, pero los Peralta pleitearon exitosamente ante la Chancillería de Granada, que les extendió una ejecutoria de hidalguía con la que después solicitaron la devolución de la blanca de la carne. Además, acumularon hábitos de órdenes militares, así como oficios en Sevilla, Madrid y las Indias, la mayoría de ellos a través del dinero y algunos verdaderamente importantes. Consiguieron una veinticuatría del Cabildo hispalense, un puesto de juez oficial supernumerario en la Casa de la Contratación, el corregimiento de Huancavelica e incluso un sillón del Consejo de Indias.

No obstante, la distinción más notable que alcanzaron los Peralta fue el marquesado de Íscar. Por él también pagaron, y mucho, pero mereció la pena más que nunca. Mientras que muchos honores eran considerablemente efímeros, el marquesado de Íscar quedó vinculado a la familia y su descendencia durante siglos, adornando apellidos como Peralta, Clout, Castilla, Cansino o Lasso de la Vega.

Autor: José Manuel Díaz Blanco

Bibliografía

DÍAZ BLANCO, José Manuel, “El ennoblecimiento en la Carrera de Indias: el caso de la familia Peralta, marqueses de Íscar”, en Díaz López, J. P., Andújar Castillo, F. y Á. Galán Sánchez (coords.). Casas, familias y rentas. La nobleza del Reino de Granada entre los siglos XV-XVIII, Granada, Universidad, 2010, pp. 55-72.

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RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Antonio José, “La creación de Títulos de Castilla durante los reinados de Felipe IV y Carlos II: concesiones y ritmos”, en DÍAZ LÓPEZ, Julián, ANDÚJAR CASTILLO, Francisco y GALÁN SÁNCHEZ, Ángel (coords.), Casas, familias y rentas. La nobleza del Reino de Granada entre los siglos XV-XVIII, Granada, Universidad, 2010, pp. 167-190.