Un linaje nobiliario de rango medio, los Benavides ―que procedían del corazón del reino leonés, asentados en el solar del mismo nombre ubicado en la ribera del río Órbigo― allá por el siglo XII, supo forjar un patrimonio señorial respetable, repartido por todo el reino castellano-leonés,  laboriosamente labrado desde fines de aquel siglo y a lo largo de las dos centurias siguientes, gracias sobre todo a donaciones de los monarcas en recompensa a los servicios prestados por los titulares de la Casa en la Reconquista del territorio al poder musulmán. Sin embargo, la rama troncal del linaje prefirió con el tiempo establecerse en tierras andaluzas, desprendiéndose progresivamente de sus posesiones norteñas.

Fernando Alfonso, hijo natural de Alfonso VII el Emperador, parece ser el tronco del linaje, al recibir del monarca la villa leonesa de Benavides en señorío. El toponímico apellidó a Fernando Alfonso y a sus descendientes, denominando así en adelante a todos los vástagos del linaje. El primero así llamado fue su primogénito Pedro Fernández de Benavides, II Señor de Benavides, merino de Alfonso IX de León y mayordomo mayor de su esposa, la reina Berenguela a fines del siglo XII.

Otro linaje, los Biedma, en este caso procedente de Monterrey, en Galicia, y vinculado a la estirpe navarra de los Fines, pero afincado ya en Andalucía, emparentaba con el anterior y tomaba el relevo de la Casa a partir de 1368 ―con el mismo nombre de Benavides― cuando Men Rodríguez de Biedma, el titular de las Casas de Biedma y Fines en Andalucía, recibió el patrimonio familiar de su primo Juan Alfonso de Benavides II, diez años atrás por vía testamentaria, al morir éste sin descendencia. Tres años después se le incorporaba a la Casa unificada un señorío jiennense, el de Santisteban del Puerto, que pronto se convertiría en el estado principal de la familia, por privilegio del rey Enrique II otorgado en las cortes de Toro de 1371, en agradecimiento a los servicios prestados por Men Rodríguez.

Precisamente en la Andalucía oriental y al hilo de la Reconquista del territorio a los musulmanes del reino granadino, estos Benavides llegaron a ostentar ―primero de forma vitalicia y más tarde con carácter hereditario― el cargo de Caudillos mayores del obispado de Jaén, con importantes funciones militares como capitanes y guías que eran de las tropas organizadas en todas aquellas villas y ciudades para luchar contra las fuerzas hostiles a Castilla, fundamentalmente los musulmanes del reino de Granada.  El oficio surgió con la misma conquista de las tierras jiennenses por Fernando III el Santo, como “Caudillo mayor y frontero del reino de Jaén”, y sus titulares ―capitaneando los pendones de los concejos del Santo reino― prestaron grandes servicios a la Monarquía castellano-leonesa en numerosos hechos de armas. El caudillo mayor, en palabras de Alfonso X el Sabio recogidas en las Partidas, se ejercía por «esfuerço, maestría e seso», decantándose claramente, entre esas tres formas de acceso por la última, es decir, por la inteligencia y el conocimiento del oficio. Salazar de Mendoza completa esta visión alfonsí añadiendo que el caudillo «…ha de ser muy esforzado, valeroso, noble, magnífico, notable, estrenuo y claro». Así debieron ser considerados estos Benavides, señores de Santisteban del Puerto, que en vida habían ganado sucesivamente la confianza de los monarcas castellanos para ocupar este cargo y oficio de Caudillo mayor del reino de Jaén, uno tras otro, ostentando el oficio de manera vitalicia a lo largo de la Edad Media y, con el tiempo ―a partir de los Reyes Católicos, tras la rendición de Granada―, como dignidad vitalicia en el seno del linaje.

El hecho es que, desde 1371, la Casa de los Benavides se va a ir desvinculando paulatinamente de los señoríos norteños para mejorar su situación en torno al referido estado de Santisteban del Puerto para iniciar un progresivo cambio de rumbo patrimonial hacia estos dominios del sur, quedando afincada en el Santo Reino. Un siglo después, en 1473, el territorio llegó a adquirir rango y entidad de condado por privilegio del rey Enrique IV a Día Sánchez de Benavides II (  ? -1478). Además, aseguraba la incorporación al mayorazgo de dos señoríos próximos por el suroeste, Espelúy e Ibros, vinculados en 1487 con Men Rodríguez de Benavides III (  ? -1491), que quedaron en adelante como dominios agregados. El condado estaba formado por la propia villa cabecera de Santisteban del Puerto y por los lugares de Castellar de Santisteban, con el entonces despoblado de Espinosa y la dehesa de Montizón, por el este, y Navas de San Esteban (hoy Navas de San Juan) con la antigua Aldeaquemada, por el oeste, hasta Vilches y Arquillos (aldeas de Baeza).

Con este patrimonio, los Benavides se convierten en uno de los linajes nobiliarios más importantes de la Andalucía fronteriza oriental. Tanto es así que, al traspasarse el umbral del Quinientos, Francisco de Benavides I (  ? -1518), III Conde de Santisteban del Puerto, en lo que venía siendo una constante familiar, destacó en los servicios de armas de su tiempo si bien en un escenario bélico distinto, el norte de África. Allí se encontró, tanto en la toma de Orán de 1509, como en la conquista inmediata de Trípoli o en la jornada de Gelves. Los sucesivos condes de Santisteban, sin olvidar el incremento y prosperidad de la Casa, participaron también activamente durante los siglos XVI y XVII en cuantas campañas militares se desarrollaron por entonces en favor de la Monarquía a través de los distintos frentes de litigio (norte de África, levantamiento morisco de Granada, Mediterráneo, Italia, posesiones continentales y ultramarinas, etc.) y en tareas políticas y diplomáticas en virreinatos y embajadas.

Esta etapa condal del estado de Santisteban del Puerto, que arrancó en 1473, fue bastante larga ―pues se prolongó hasta los años centrales del siglo XVIII― y, durante ese dilatado tiempo, la Casa supo llevar a cabo una hábil política de alianzas con otras casas nobiliarias hispanas, que le sirvió para vincular importantísimos estados, muy repartidos por toda la geografía peninsular: el marquesado de Solera (de los De la Cueva), en el mismo reino de Jaén; el condado de Cocentaina (de los Corella), en tierras levantinas del reino de Valencia; el señorío de Villafranca de la Sierra, marquesado de Las Navas y condado del Risco (de la familia Dávila), en la meseta norte castellana ―con proximidad a la ciudad de Ávila―; el marquesado de Malagón, en la meseta sur castellana, entre las ciudades de Toledo y Ciudad Real, y sus señoríos vinculados de Fernán Caballero y Paracuellos del Jarama (de los Arias Pardo-Tavera); el condado de Villalonso (de los Ulloa), en tierras de Zamora próximas a Toro; el también condado de Castellar de la Frontera, junto al estrecho de Gibraltar, con el señorío sevillano de El Viso del Alcor (de los Arias de Saavedra); o el también condado de Medellín (de los Portocarrero), en Extremadura, entre otros dominios.

Con este importante bagaje, la Casa presentaba una envidiable tarjeta de identidad, agraciada además de antemano con la Grandeza de España, cuando se le reconocía la categoría ducal por privilegio, de erección del condado de Santisteban del Puerto en ducado, dado por Felipe V en agosto de 1739, en la persona de Manuel de Benavides y Aragón (1682-1748). Le sucedía su primogénito Antonio de Benavides Arias de Saavedra (1714-1782), II Duque de Santisteban, quien, de los tres matrimonios que contrajo, solo dejaba descendencia femenina. Por ello, le heredaba en 1782 la mayor de sus hijas, Joaquina María de Benavides y Pacheco (1746-1805), como III Duquesa de Santisteban del Puerto, VII Marquesa de Solera, XII de Las Navas, VIII de Malagón y XIV de Medellín, XV Condesa de Cocentaina, XIV del Risco, XI del Castellar, VIII de Villalonso y señora de un buen número de lugares, dignidades y oficios. Para entonces, desde 1764, la flamante duquesa se hallaba casada con el marqués de Cogolludo Luis María Fernández de Córdoba y Gonzaga (1749-1806), como tal, heredero de toda la Casa de Medinaceli. Este enlace vino a suponer que, una vez que el Marqués-Duque (por Cogolludo y Santisteban) se convirtió en 1789 en el XIII Duque de Medinaceli, estas importantes Casas nobiliarias quedarán vinculadas.

Ambos cónyuges fallecieron en los años iniciales del siglo XIX, sucediéndoles su primogénito Luis Joaquín Fernández de Córdoba y Benavides (1780-1840), sucesivamente en 1805 ―a su madre― y 1806 ―a su padre―, quien llevó así los títulos de XIV Duque de Medinaceli y IV de Santisteban del Puerto, además de la larga nómina de sus agregados respectivos, con sus incontables señoríos oficios y dignidades (con la de Caudillo mayor del reino de Jaén entre los más distinguidos). Consecuencia de esta fusión de linajes, estos estados jiennenses quedaron vinculados en adelante a los duques de Medinaceli, la casa nobiliaria española de mayor alcurnia y grandeza como descendiente directa, por línea de primogenitura, del rey de Castilla Alfonso X el Sabio, rama que había quedado relegada del trono castellano-leonés desde el siglo XIII;  es decir, no solo se trata de una Casa Real sino que tenía la representación legítima de la antigua Monarquía de Castilla-León, de la dinastía Borgoña-Palatina.

Autor: Antonio Sánchez González

Bibliografía

CEREZO SAN GIL, Gloria Marisol, Atesoramiento artístico e historia en la España Moderna: Los IX Condes de Santisteban del Puerto, Jaén, Diputación Provincial – Instituto de Estudios Giennenses, 2006.

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MERCADO PÉREZ, Jacinto, “Casa de Santisteban del Puerto (Benavides-Biedma): patrimonio humano en la historia de España”, en GALIANO PÉREZ, Antonio Luis (coord.), XLI Congreso de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, vol. 2, Jaén, 2016, pp. 577-592.

QUINTANILLA RASO, Mª. Concepción, “La Casa señorial de Benavides en Andalucía”, Historia. Instituciones. Documentos, 3, 1976, pp. 441-484.

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Antonio, El Archivo de los Caudillos del reino de Jaén (Casa de Santisteban), Jaén, Diputación Provincial – Instituto de Estudios Giennenses, 2015 (preferentemente el cap. 1).

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Antonio, El señorío y marquesado de Solera: Historia, Archivo y Documentos, Granada, Atrio, 2016 (preferentemente el cap. 1).