Una familia gallega de origen poco relevante, los Ribera, y otra castellana con el abolengo propio de su procedencia real, los Enríquez, se vincularon en distinto momento de la Baja Edad Media a Andalucía y forjaron, separadamente, un patrimonio señorial al hilo de la recuperación del territorio a la media luna islámica por parte de la Corona de Castilla.

Los Ribera procedían de Galicia, donde tenían casa solar en las proximidades de Celanova, y se establecieron en Andalucía muy posiblemente en tiempos del rey castellano Fernando IV. Su afincamiento en Sevilla está constatado precisamente en los albores del siglo XIV y, muy pronto, su condición social se vio acrecentada hasta el punto de confiársele a perpetuidad, entre otros menesteres que también le asignaron los reyes, el cargo del Adelantamiento mayor de Andalucía, con importantes funciones políticas, militares, económicas y judiciales pues, en el decir de algunos, estos adelantados ejercían la representación y el poder de la Monarquía entretanto el rey no estaba en suelo andaluz. El monarca castellano Enrique IV, en real cédula de 1458, hace unas precisiones sobre el oficio señalando que «el adelantado es el que el rey adelanta y lo pone delante, en lugar y dignidad más honrada que a otros. Su cargo está sobre los merinos y alcaldes de la comarca y alfoces, villas y señoríos. Preside un territorio en lugar del rey y su oficio es muy grande. Ha de prender a los malhechores para hacer justicia y para enderezar los errores y los malos hechos en los lugares donde el rey no está. Debe ser muy celoso de guardar las tierras para que no se hagan en ellas asonadas ni otros bullicios, y apercibir al rey de todo ello, oyendo al pueblo. Debe ser el adelantado mayor de gran nobleza y valor, esforzado y sabedor, y el rey debe amarlo y fiarse mucho de él y hacerle mucha honra».

El artífice forjador de este ascenso social de la familia fue el longevo Per Afán de Ribera I (1318-1423), primer Adelantado del linaje, notario mayor de Andalucía y persona con importantes atribuciones en el gobierno municipal hispalense.

Sin duda, hay que reconocer su ascenso como un elemento útil de la Corona para establecer una cuña ante los dos poderes dominantes de la ciudad de Sevilla y de la región ―Guzmanes y Ponces de León―. Paralela y consecuentemente con este engrandecimiento social, se gestó el núcleo patrimonial sobre el que se iría ampliando el dominio señorial de la familia. Un patrimonio adquirido a costa de lugares «fronteros» del reino nazarí de Granada que, por su intrínseca necesidad de defensa, fueron ávidos de otorgar por los monarcas a sus Adelantados del sur, al son de la recuperación del territorio para la Corona castellana, primero en la campiña sevillana y progresivamente en tierras más sureñas de la baja Andalucía. Pues si Per Afán I fue merecedor de Estercolinas, Huégar, Las Aguzaderas, Espera o Bornos, sus descendientes, los sucesivos Adelantados andaluces de la familia Ribera, recibirían paulatinamente El Coronil, Cañete la Real, Torre Alháquime, Los Molares, con la Torre del Bao, o Alcalá de los Gazules, con Paterna de Ribera. Algunos de estos dominios adquirieron rango nobiliario, como el de Los Molares, elevado a condado en 1476 por los Reyes Católicos, siendo la agraciada del mismo doña María de Mendoza, viuda del tercer Adelantado andaluz Per Afán de Ribera II (1420-1456), a modo de «título póstumo» al difunto.

Por su parte, los Enríquez, surgidos de línea bastarda del rey Alfonso XI ―como la propia Monarquía― accedieron al almirantazgo castellano, que igualmente perpetuaron en su regia estirpe, y adquirieron un patrimonio señorial importante dentro del reino. A los señoríos de Medina de Ríoseco, Aguilar de Campos y tantos otros otorgados al Almirante don Alfonso Enríquez, se añadiría en 1447 el de Tarifa, también frontero, en la persona de Fadrique Enríquez. Pero Tarifa pasaría, de inmediato, por dificultades en la posesión por parte de los almirantes castellanos, hasta que es recuperada definitivamente en 1478 por Pedro Enríquez Quiñones, segundogénito del anterior. Esta segunda línea de la estirpe ―la troncal de los almirantes daría origen a la Casa de Medina de Ríoseco―, también remontaría peldaños en el escalafón señorial al darle varonía a la Casa de los Adelantados mayores de Andalucía e incorporar así el conjunto de estados de los Ribera.

Un doble enlace matrimonial de don Pedro Enríquez, en 1460 y 1474 respectivamente, con las hermanas Beatriz y Catalina de Ribera, posibilitó esta alianza y fusión de estados y consolidó una descendencia que, en adelante, se denominó unificadamente Enríquez de Ribera para perpetuar el nombre de los dos linajes integrados. En cualquier caso, la reconstrucción unitaria de todo el conjunto patrimonial de los Enríquez de Ribera en una sola mano resultaría reiterativamente dificultosa ―lo que ya venía siendo una constante en la Casa de los Adelantados andaluces―, tanto por la no vinculación de todos los dominios al mayorazgo como por la frecuencia con que sus titulares contrajeron dobles o triples nupcias, creando así más de una línea sucesoria. En estos casos resultó también una constante que las ramas preferentes se frustraran, por falta de descendencia, en provecho de las líneas secundarias, en principio descartadas a suceder en el mayorazgo principal.

Sería Fadrique Enríquez de Ribera (1476-1539), primogénito de Pedro Enríquez y Catalina de Ribera, quien lograra la plena posesión del patrimonio de su Casa unificando el nada desdeñable patrimonio familiar de los Enríquez de Ribera, quien además fue reconocido en 1514, por la reina Juana, como I Marqués de Tarifa, y como otro de los llamados a no lograr perpetuar la titularidad del mayorazgo en su posteridad, pues careció de hijos legítimos. A este prócer sevillano le sucedió un sobrino, Per Afán de Ribera III (1509-1571), con quien se acabó de configurar el conjunto patrimonial de la familia con la adquisición de los dos últimos señoríos incorporados a la Casa, los lugares de Benadalid y Benalauría, enclavados en plena serranía de Ronda.

El tercer Per Afán contribuyó con la Monarquía en actividades gubernativas y diplomáticas, desempeñando sucesivamente los cargos de virrey de Cataluña (1554-1558) y de Nápoles (1558-1571). Por tales servicios, y como cabeza de la ilustre Casa que representaba, fue agraciado por Felipe II, en 1558, con el título de primer Duque de Alcalá de los Gazules. De ese modo, la antigua Casa de los Adelantados mayores de Andalucía sería denominada, a partir de entonces, bajo el nombre del estado que había adquirido el mayor rango titular de la escala nobiliaria. Síntoma, por otro lado, de que una vez recuperado el reino de Granada, el Adelantamiento había perdido su valor funcional y había pasado a ser una mera dignidad honorífica en poder de los Enríquez de Ribera. Tampoco el primer Duque de Alcalá perpetuó en su descendencia la continuidad de su Casa por falta de descendencia legítima ―un hijo natural suyo fue San Juan de Ribera, el célebre patriarca de Valencia―.

Por ello, le sucedió en 1571 su hermano Fernando Enríquez de Ribera I (1527-1594), titulándose como tal, II Duque de Alcalá de los Gazules, III Marqués de Tarifa, V Conde de Los Molares y señor del conjunto de señoríos heredados por aquel, además de VIII Adelantado Mayor de Andalucía. Humanista y amante de las letras, el nuevo duque sí llegó a transmitir en su línea la continuidad de la Casa pues, aunque le premurió su primogénito Fernando Enríquez de Ribera I (1565-1590), IV Marqués de Tarifa ―habido de su esposa Juana Cortés, hija del conquistador de Nueva España Hernán Cortés―, su nieto de igual nombre, Fernando Enríquez de Ribera II (1583-1637), se posesionó de la Casa como III Duque de Alcalá, V Marqués de Tarifa, VIII Conde de Los Molares, y demás señoríos y dignidades. Este personaje desplegó una intensa actividad política como virrey de Cataluña (1618-1622), Nápoles (1628-1631) y Sicilia (1632-1635), y diplomática, como embajador ante la Santa Sede (1625) y en el Congreso de Colonia (1636). Precisamente en el Imperio alemán acabaron sus días en 1637 y, como en el caso precedente, su primogénito, también llamado Fernando, VI Marqués de Tarifa, latinista y poeta, le premurió.

En ausencia de legítimo varón, recayeron entonces los estados de la Casa en la mayor de las hijas del tercer duque, llamada María Enríquez de Ribera ( ? -1639), que se convertía así en IV Duquesa de Alcalá de los Gazules y demás títulos, señoríos y dignidades, una posesión ciertamente efímera pues no sobrepasó los 25 meses. Con la muerte sin descendencia de esta señora, en abril de 1639, se extinguía también la rama troncal de la familia Enríquez de Ribera. Y tras reñidísimos pleitos con otros parientes de diversas líneas, la Casa Ducal de Alcalá de los Gazules, o de los Adelantados de Andalucía, con sus agregadas, pasaron ―por mejor derecho― a manos de Ana María Luisa Portocarrero (1613-1645), prima hermana de la última titular. Ella era entonces duquesa consorte de Medinaceli pues estaba desposada, desde el año 1625, con el VII Duque, Antonio Juan Luís de la Cerda (1607-1671), también VII Conde de El Puerto de Santa María y otros títulos . Además, esta señora heredó, por derecho propio, el marquesado de Alcalá de la Alameda ―estado, también andaluz, que permaneció como agregado de la Casa de Alcalá de los Gazules―. De este modo, modificando sus apellidos y con denominación de Ana María Luisa Enríquez de Ribera y Portocarrero, la duquesa de Medinaceli y marquesa de Alcalá de la Alameda se convertía así, en el mismo año de 1639, en V Duquesa de Alcalá de los Gazules, VII Marquesa de Tarifa, X Condesa de Los Molares, señora del Adelantamiento y Notaría Mayores de Andalucía, etc., por sentencia judicial.

Heredaría después tan cuantioso patrimonio el hijo de dicho matrimonio, Luis Francisco de la Cerda Folc de Cardona y Aragón (1660-1711), IX Duque de Medinaceli, VII de Alcalá de los Gazules y la larga nómina de agregados por entonces, tanto por vía materna como paterna, siendo uno de los mayores magnates, entre todos los Grandes de España, de su tiempo.

Autor: Antonio Sánchez González

Bibliografía

GONZÁLEZ MORENO, Joaquín, Don Fadrique Enríquez de Ribera, I Marqués de Tarifa”, Archivo Hispalense, 122, 1963, pp. 201-280.

GONZÁLEZ MORENO, Joaquín, Don Fernando Enríquez de Ribera, III Duque de Alcalá de los Gazules (1583-1637). Estudio biográfico, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, 1969.

LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “De Per Afán a Catalina de Ribera. Siglo y medio en la historia de un linaje sevillano (1371-1514)”, en En la España Medieval IV, estudios dedicados al Prof. Ángel Ferrari Núñez, tomo I, Madrid, Universidad Complutense, 1984, pp. 447-497.

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Antonio, El Archivo de los Adelantados de Andalucía (Casa de Alcalá de los Gazules), Sevilla, Universidad, 2014 (preferentemente el cap. 1).